LOS CRÁNEOS USURPADOS DE SANTA BRÍGIDA (1303-1373) Y SANTA CATALINA (1331-1381)

Había una vez, allá por el siglo XIV, una mujer llamada Brígida que vivía en un pueblecito de Suecia llamado Vadstena. Estaba viuda, tenía ocho hijos y era muy piadosa. Creó una orden religiosa, fundó conventos, levantó iglesias y afianzó la fe cristiana en la helada Escandinavia… hasta que se murió en Roma cuando volvía de uno de sus peregrinajes por Tierra Santa. La capital de la Cristiandad la guardó en su seno sólo durante cuatro meses, porque su fama había crecido entre los suecos y sus compatriotas reclamaron los restos. Brígida, además, había expresado su deseo de ser enterrada en Vadstena, y sus hijos no dudaron en cumplir sus esperanzas.

Y se presentó un problema. Cuando en la Edad Media había que trasladar un cuerpo y mamá naturaleza no había hecho todo su trabajo, había que aplicar tecnología punta. Se cocía el cuerpo para retirar todo lo que no fuera hueso, y así el esqueleto, bien acomodado en una cajita más manejable, estaba listo para ser trasladado. Eso se hizo con Brígida, y así fue como el nuevo entierro en Suecia fue presidido por un famoso obispo que acabó siendo beato y que se llamó Nicolás Hermansson. Hasta aquí todo aparentemente en orden. No ha habido demasiado ajetreo salvo la cocción.

Con todos estos datos, es fácil deducir que a esta mujer la hicieron santa, Santa Brígida, y luego acabó siendo santa también su hija Catalina. Y ya con la categoría de santidad, las dos fueron despiezadas para ser convertidas en reliquias. Los cráneos y 23 huesos quedaron en Suecia. El resto de los restos se repartió por el mundo para la veneración de los fieles.

Nada fuera de lo normal, pero mejor decirlo sin titubeos: los cráneos son de otras. En ningún momento los llevaron las santas, así que sólo queda ponerse en lo peor con el resto de los huesos.

No es que sorprenda a nadie la falsedad de unas reliquias, porque ya está admitido que sobre todo fueron instrumentos de propaganda para afianzar la fe. Rescoldos de otros siglos. Pero sí tiene mucho mérito que la persona interesada en el análisis de los cráneos de Santa Brígida y Santa Catalina haya sido el sacerdote de la iglesia sueca que los custodiaba. Un hombre que ha preferido desechar unos huesos falsos antes que alimentar una falsa veneración, y más ahora, sólo transcurridos unos años desde que Juan Pablo II añadiera más caché a Santa Brígida nombrándola patrona de Europa.

Hace sesenta años ya se estudiaron los cráneos, pero no se analizaron en profundidad porque la ciencia no daba para tanto. El ADN era ciencia ficción y el carbono 14 estaba en pañales. En 1950 sólo se pudo decir que los cráneos pertenecieron efectivamente a dos mujeres, una de 50 o 55 años, y otra de 60 o 70. Los datos cuadraban, porque ésas eran más o menos las edades a las que habían muerto Brígida y Catalina.

Ya en el siglo XXI, el sacerdote de la iglesia de Vadstena donde se custodian los cráneos decidió afinar más en los análisis, y así fue como a principios de 2010 se pudo determinar, primero, que el ADN de los dos cráneos no encaja uno con otro, luego ni por asomo son madre e hija. Segundo, que pasaron doscientos años entre que una calavera la llevó puesta una propietaria y el otro cráneo lo llevó puesto la otra, lo cual ratifica el mismo dato de que no eran hija y madre. Dónde se ha visto que una madre se lleve con su hija doscientos años. Y tercero, que ninguno de los cráneos se puede datar en las fechas en las que habitaron las santas. Es decir, un cráneo es muy anterior a ellas, y el otro es muy posterior a la época en que vivieron.

¿Quién fue el responsable de este desaguisado? Si se buscan versiones, pueden superarse las del Seat Ibiza. Una hipótesis podría ser que los huesos que se trasladaron de Roma a Suecia no fueran de la santa. Una segunda posibilidad sería que, cuando decidieron canonizar a mamá Brígida y a su hija Catalina, no tuvieran ni idea de dónde habían puesto los huesos, así que no podían exponer sus reliquias a la veneración. ¿Forma de arreglarlo? Trocear dos esqueletos cualesquiera y repartirlos entre iglesias y fieles incautos.

Tercera conjetura: si hacemos caso de una hipótesis que pretende ser más histórica, fue el profesor de ballet de la reina Cristina de Suecia el que robó el cráneo de Santa Brígida. Una teoría que, más que aclarar nada, complica bastante las cosas. Se sabe que en el mismo cofre donde se exponían los dos cráneos de Santa Brígida y Santa Catalina en Vadstena hasta 1645 hubo una tercera calavera, precisamente la que supuestamente birló el profesor de ballet de la reina.

Este cráneo podría estar ahora en Holanda, en una iglesia de Leiden, pero, si se deciden a estudiarlo para averiguar si de verdad es de Santa Brígida, podrían llevarse otro sofocón, así que mejor no meneallo. La ignorancia es la madre de la felicidad. Y ahora procede decir lo políticamente correcto. O sea, que esto de que las reliquias sean falsas no tiene la más mínima importancia, porque la fe no está ligada a unos huesos. Quede dicho, pero el Código de Derecho Canónico sigue aún hoy ordenando en su canon 1.237 la colocación de reliquias de santos o mártires debajo del altar. Los templos que tengan algunos huesos de Santa Brígida, ya saben, mala suerte. Son de otra.