LO QUE SUCEDIÓ EN REALIDAD
(y por qué no está en los libros de historia)

Hay abundancia de fuentes históricas para el siglo IV de nuestra era y una cantidad razonable para el VI. El siglo V es mucho más oscuro: ninguna de las historias políticas y militares escritas en aquella época ha sobrevivido intacta; los estudiosos se mueven entre una maraña de poesía, leyenda e historia eclesiástica, asistidos a veces por un puñado de fragmentos históricos tan fascinantes como decepcionantes. Para complicar aún más las cosas, mucho de lo que dicen las fuentes existentes es probablemente falso, producto de los chismes, la maldad política o una total falta de comprensión. Un ejemplo que ilustra el alcance de nuestra ignorancia es que el origen de los hunos —una de las potencias más importantes del siglo— se atribuye indistintamente a Mongolia, Corea, Afganistán y Asia Central, y que tanto los turcos como los húngaros los consideran sus antepasados. Nadie sabe con seguridad lo grande que era su imperio ni a quiénes incluía, cómo vivían ni qué fue de ellos después de su desintegración. De su lengua sobrevive sólo una palabra y probablemente sea inexacta. Las fuentes son más fidedignas en las dos mitades del Imperio romano —el Oriente griego y el Occidente latino—, pero incluso en los casos en que tenemos una versión de los hechos, queda claro que lo que sabemos no explica lo que sucedió; en otras palabras, que había entre bambalinas algo extraño de lo que con frecuencia no se nos cuenta nada. Un buen ejemplo es que se nombrase a Pulqueria regente de su hermano Teodosio II. Yo he dado lo que me parece una explicación probable de un hecho sorprendente, pero es pura conjetura.

Una neblina similar de dudas y de misterio cubre los últimos años de Teodosio II. Crisafio y Nomos fueron figuras históricas, y de los dos se ha dicho que fueron muy influyentes durante el destierro de la emperatriz Eudoxia. Crisafio parece haber caído en desgracia en la primavera de 450, pero el nombre de Nomos sigue apareciendo en las crónicas de los años siguientes. Teodosio II se rompió la columna vertebral en un accidente de equitación en julio de 450; a su muerte, pocos días después, su hermana Pulqueria entregó la corona imperial a Flavio Marciano, confirmando más tarde tal donación mediante un contrato de matrimonio que dio al nuevo emperador el inmenso prestigio heredado de la casa de Teodosio. Uno de los primeros actos de Marciano fue ordenar la ejecución de Crisafio.

La historia de Nomos —su enemistad con Crisafio y el intento de golpe de Estado— es, como casi todas las intrigas de este libro, enteramente de mi invención. La conspiración para matar a Atila es una excepción; ésta tuvo lugar y consta en un fragmento de Prisco. Lo más que puedo decir en defensa de esta licencia es que nadie sabe lo que sucedió en realidad, y que lo que conocemos nos sugiere intrigas que han quedado en el olvido para siempre. He procurado no alterar ningún hecho histórico y mantenerme dentro de los límites de lo probable, pero todos los datos históricos son principalmente conjeturas y mi primera preocupación como novelista es contar una historia.

Marciano fue un gobernante muy popular. Medio siglo después de su muerte, a los nuevos emperadores aún se les aclamaba con la expresión: «¡Reina como Marciano!». Eliminó el tributo de los hunos, lo que suponía una clara invitación a combatirles, pero no hubo guerra. El rey Atila meditaba entonces las nuevas oportunidades del imperio de Occidente y éstas lo tuvieron ocupado hasta su muerte, en 453; así fue como el imperio de Oriente se salvó de una nueva invasión. Parte de Tracia se recuperó y continuó como diócesis de Roma durante cien años más, pero siguió siendo una región muy estancada y empobrecida hasta que fue colonizada por los búlgaros. Sin embargo, la reputación de Marciano, buena como era, fue superada por la de su esposa. Pulqueria murió el mismo año que Atila, cuatro antes que su marido: fue canonizada casi inmediatamente, y tanto la iglesia de Oriente como la de Occidente la consideran santa.