Cuando se dirigía a la oficina del Secretario del Partido Li, Chen revisó la carpeta de faxes del departamento. Había varios para él enviados por el Departamento de Policía de Fujian; información adicional sobre los Hachas Voladoras. Le agradó encontrar un número de teléfono móvil del inspector Yu en la primera página, tal como había prometido el superintendente Hong la noche anterior. También encontró una página con una fotografía de una casa destartalada, bajo la cual Yu había escrito: «La casa de Wen en Changle Village».
Qian se acercó con una amplia sonrisa en el rostro y un sobre grande en la mano.
—He hecho circular la información sobre Wen, inspector jefe Chen. También he tenido una charla con el doctor Xia sobre el caso del Parque del Bund. El informe de la autopsia formal tardará un tiempo pero aquí tengo un resumen informal.
—Buen trabajo, Qian —dijo Chen, yendo a su pequeño y espartano cubículo que le servía de despacho. El resumen estaba escrito a máquina. Qian era experto en Twinbridge, un software chino, pero quizá no estaba tan familiarizado con los términos médicos.
El cadáver del parque del Bund
1) La hora de la muerte: hacia la una de la noche del ocho de abril.
2) La causa de la muerte: herida en la cabeza con fracturas del cráneo. Grave daño al revestimiento del cerebro. Hemorragia de múltiples heridas, dieciocho en total. Podría haber recibido el golpe fatal en la cabeza antes que algunas de las heridas. La ausencia general de contusiones en los brazos y piernas demuestra que no había luchado antes de morir.
3) El cadáver: la víctima tenía unos cuarenta y cinco años. Medía un metro ochenta, pesaba ochenta y un kilos. Era de complexión fuerte con músculos de los brazos y piernas muy marcados. Llevaba las uñas arregladas. Buena dentadura, salvo por tres muelas de oro. Tenía una antigua cicatriz en la cara.
4) Había tenido relaciones sexuales poco antes de morir. Aún quedaban restos de semen y fluido vaginal en su órgano sexual. Tenía un profundo corte de cinco centímetros sobre el pene.
5) Señales de pinchazos en los brazos que indican que posiblemente era drogadicto intravenoso. Además, había rastros de alguna droga desconocida en su cuerpo.
6) Su pijama de seda es de excelente calidad. No lleva etiqueta; se la habían quitado, pero la tela parecía importada, con una letra V tejida.
Era un informe claro y reforzaba aún más la posibilidad de que la Tríada estuviera implicada, en especial la prueba de la droga desconocida en el cuerpo.
Algo le llamó la atención. Si la víctima había sido asesinada en casa, justo después de haber tenido relaciones sexuales, deberían haberse encontrado dos cadáveres en el parque: el suyo y el de su esposa. Pero si había estado con otra persona, y su compañera —quienquiera que fuera— se había ido inmediatamente después del acto, cabía pensar que el asesinato había tenido lugar en un hotel.
Chen se preparó una taza de té y marcó la extensión de Qian.
—Envíe una descripción detallada de la víctima junto con una fotografía a los hoteles y comités de la zona.
Era todo lo que Qian podía hacer en esa fase.
Sin embargo, el inspector jefe Chen quería hacer más. Y utilizar a otro para la tarea. Su desconfianza hacia Qian no tenía explicación. Quizá sólo se trataba de un prejuicio personal.
Su móvil empezó a sonar. La pantalla mostraba el número de la inspectora Rohn. Apretó el botón de descolgar.
—¿Todo va bien, inspectora Rohn?
—Estoy bien, gracias por su excelente Kung Fu de esta mañana.
—De nada. ¿Qué ocurre?
—Han traducido el contenido de la conversación.
—¿Qué dijo Feng?
—Es una conversación breve. Según nuestro traductor, el mensaje de Feng fue: «Algunas personas se han enterado. Salva tu vida. Ponte en contacto conmigo cuando estés en un lugar seguro».
—¿Qué quería decir?
—Wen le hizo la misma pregunta. Feng se limitó a repetir el mensaje —dijo ella—. Ahora Feng dice a mi jefe que antes de telefonear a su esposa recibió un aviso en un trozo de papel insertado en su bolsa de comestibles.
—¿Qué decía?
—No te olvides de tu mujer embarazada que está en China.
—Su supervisor debe investigarlo. Si Feng está tan bien escondió, ¿cómo le encontraron?
—Es lo que está haciendo.
—Esas sociedades secretas son poderosas —añadió—, incluso en EE.UU.
—Es cierto —coincidió ella—. ¿Qué tal va nuestra investigación aquí?
—Estoy de camino hacia la oficina del Secretario del Partido Li La llamaré pronto.
El inspector jefe Chen no estaba seguro de cuál sería la respuesta del Secretario del Partido Li. Pero sabía que entrevistar a los potenciales contactos de Wen sería monótono. Tener una compañera norteamericana al menos le proporcionaría una oportunidad de practicar su inglés.
—¿Cómo va todo, inspector jefe Chen? —dijo Li, levantándose de la silla.
—Buscar a esa mujer es como buscar una aguja en un pajar.
—Está haciendo todo lo que puede —Li le sirvió una taza de té de jazmín—. ¿Cómo le va a la inspectora Rohn en Shanghai?
—Bien. Y coopera mucho.
—Usted es la persona ideal para tratar con ella, inspector jefe Chen. ¿Tenemos alguna pista?
—El inspector Yu ha encontrado una. Wen recibió una llamada telefónica de Feng el cinco de abril y debido a la llamada corrió a esconderse.
—Eso es muy importante. En realidad, es magnífico. Pasaré la información a los camaradas dirigentes en Beijing hoy mismo —Li no hizo nada por ocultar la emoción en su voz—. Ha hecho usted un excelente trabajo.
—¿Cómo? —exclamó Chen sorprendido—. Todavía no he hecho nada.
—La negligencia de los norteamericanos ha provocado la desaparición de Wen. No deberían haber permitido que nadie se acercara tanto a Feng como para amenazarle ni que Feng efectuase esa llamada —dijo Li frotándose las manos—. La responsabilidad es de los norteamericanos, sí.
—Bueno, en cuanto a la responsabilidad, todavía no lo he hablado con la inspectora Rohn. Dijo que los Marshalls de EE.UU. investigarían.
—Sí, eso es lo que hay que hacer. Es probable que la banda haya descubierto la situación de testigo de Feng y su paradero a través de filtración por parte de los norteamericanos.
—Es posible —dijo Chen. Estaba pensando en lo que Yu le había dicho sobre el mal trabajo de la policía local de Fujian—. Pero también podría haberse producido una filtración por nuestra parte.
—Bien, ¿la inspectora Rohn le ha dado alguna otra información?
—Los norteamericanos quieren el juicio en la fecha prevista. Están impacientes por que hagamos progresos.
—¿Alguna otra noticia de Fujian?
—No. El trabajo del inspector Yu allí es difícil. Los Hachas Voladoras al parecer son populares y la policía local no está a su altura. No tienen ninguna pista. Tampoco están impacientes por tomar medidas enérgicas contra los gánsteres. De modo que ¿qué puede hacer Yu, salvo llamar a todas las puertas, que le abren con hostilidad?
—La popularidad de la tradición de la Tríada en la zona, supongo. Hizo bien en enviar allí al inspector Yu.
—En cuanto a mi trabajo aquí, voy a entrevistar a algunos de los posibles contactos de Wen. La inspectora Rohn quiere ir conmigo —dijo Chen—. ¿Qué opina, Secretario del Partido Li?
—No me parece que eso forme parte de su misión.
—Dice que tiene permiso de su oficina central.
—Wen es ciudadana china —dijo Li lentamente—. Le corresponde a la policía china buscarla. No veo la necesidad de que una agente norteamericana se una a nuestro trabajo.
—Puedo decirle eso, pero los norteamericanos pueden sospechar que simplemente tratamos de encubrir algo. Mantenerla al margen de nuestra investigación añadiría tensión al asunto.
—Los norteamericanos siempre miran a los demás con recelo, como si ellos fueran la única policía del mundo.
—Es cierto, pero si no tiene nada en que ocuparse aquí, la inspectora Rohn insistirá en ir a Fujian.
—Mmm, tiene razón. ¿No podría Qian realizar las entrevistas mientras usted entretiene a la inspectora con actividades turísticas?
—Insistirá en ir con Qian —y añadió—, y Qian no habla inglés
—Bien, no creo que pueda hacerle mucho daño entrevistar a algunos nativos de Shanghai con usted. No tengo que repetirlo: la seguridad de la inspectora Rohn tiene que ser nuestra principal responsabilidad.
—Entonces, ¿le parece bien que trabaje conmigo?
—Tiene usted plena autoridad, inspector jefe Chen. ¿Cuántas veces se lo he dicho?
—Gracias, Secretario del Partido Li —prosiguió Chen, tras una pausa—. Bien, pasemos al otro caso: el cadáver del parque del Bund. Tengo intención de investigar algunas posibles conexiones de la Tríada aquí. Puede que también sepan si Wen está en Shanghai.
—No, no lo creo. Si empieza a hacer preguntas, los Hachas Voladoras pronto se enterarán. Sus esfuerzos sólo despertarán una serpiente dormida.
—Necesitamos hacer algo también sobre el caso del asesinato del parque del Bund, Secretario del Partido Li.
—No hay prisa. El inspector Yu estará de vuelta en un par de días. Puede ser una tarea para él. En estos momentos, con la inspectora Rohn aquí, no debe usted cometer ninguna tontería que pueda causar mucho revuelo.
La respuesta de Li no le sorprendió. Al Secretario del Partido Li nunca le había entusiasmado que él investigara el caso del parque del Bund, y Li siempre tenía sus razones, razones políticas, para hacer o no hacer algo. Su reacción a la llamada telefónica de Feng también era comprensible. A Li le parecía mucho más importante responsabilizar a los norteamericanos que encontrar a la mujer desaparecida. El Secretario del Partido era un político, no un policía.
Una vez finalizada su conversación con Li, Chen se apresuró a salir del departamento para ir a ver al Viejo Cazador, el padre de Yu.
A primera hora de la mañana el anciano le había telefoneado para sugerirle que tomaran té juntos. No en la Casa de Té El Medio del Lago en el Mercado del Templo del Dios de la Ciudad donde se habían reunido en varias ocasiones, sino en otro llamado Brisa de la Luna más cerca de la zona donde el anciano realizaba sus actividades diarias como consejero honorario de la Oficina de Control de Tráfico, luciendo un brazal rojo. El policía jubilado recibía una paga escasa, pero le encantaba el título que sonaba tan oficial, imaginándose un pilar de la justicia cada vez que hacía parar una bicicleta que llevaba un niño pequeño en el portaequipajes de atrás o un taxi privado con una placa de licencia caducada, acciones todas ellas prohibidas.
La Brisa de la Luna era una casa de té nueva. Parecía que se estaba recuperando el interés por el té entre la gente de Shanghai. Vio a numerosos jóvenes bebiendo con gestos que se habían puesto de moda gracias a las nuevas películas, antes de vislumbrar al viejo Cazador repantigado en un rincón. En lugar de la música de bambú sureña, se oía de fondo un vals. «El Danubio azul» flotaba de modo incoherente en la casa de té. Era evidente que se trataba de un lugar para jóvenes clientes que, aunque no se habían adaptado todavía al Starbuck’s Café, necesitaban un poco de espacio para sentarse y hablar. En una mesa vecina se estaba desarrollando una batalla de majong, charlando y maldiciendo tanto los jugadores como los mirones.
—Nunca había estado aquí. Es muy diferente de El Medio del Lago —dijo el Viejo Cazador con cierta tristeza.
Se acercó una mujer joven, ágil, vestida con un cheong-sam rojo con altas aberturas que dejaban al descubierto sus muslos como de marfil y se inclinó al estilo japonés.
—¿Necesitan una habitación privada, señor?
Chen hizo un gesto afirmativo. Esta era una de las ventajas de ir a las casas de té modernas, a pesar de la mezcla de servicios.
—Va a cargo del departamento —dijo cuando entraron en la habitación. Era indudable que el policía jubilado no podía pagar la habitación con su magra pensión. Ser inspector jefe con presupuesto especial tenía sus ventajas.
La mayor parte de los muebles que había en la habitación eran de estilo clásico, pero había mullidos y confortables cojines colocados en los sillones de caoba y una alfombra de piel de color púrpura a juego con el resto de la habitación.
La camarera dejó el menú sobre la mesa y anunció el plato especial de la casa.
—Tenemos el té con perlas especial.
—¿Qué clase de té es?
—Uno muy popular en Hong Kong. Le gustará, señor —dijo ella con cierto aire de misterio.
—Bien, té con perlas para mí y té blanco Neblina de la Montaña para él —dijo Chen. Cuando se hubo ido preguntó—. ¿Qué tal le van las cosas, tío Yu?
—Igual que a los otros ancianos. Sólo intento ser útil a la sociedad, como un trozo de carbón que aún arde, emitiendo los últimos restos de calor.
Chen sonrió. El símil le resultó familiar; recordaba haberlo oído en una película de los años setenta. Los tiempos habían cambiado, pero no para el anciano.
—No trabaje demasiado, tío Yu.
Viejo Cazador empezó con una de sus acostumbradas preguntas retóricas.
—¿Sabe por qué quería verle hoy, inspector jefe Chen? Eché un buen rapapolvo a Yu antes de que se marchara a Fujian.
—¿Por qué? —Chen comprendió el porqué del otro apodo del anciano, Cantante de la Ópera de Suzhou. Era una referencia a una ópera en dialecto del sur, conocida por la táctica de sus intérpretes de provocar dramatismo donde no lo había, prolongando la historia mediante interminables digresiones y haciendo referencias clásicas de vez en cuando.
—Tenía ciertas reservas sobre el trabajo y le dije: «En circunstancias normales te aconsejaría que evitaras como a una plaga investigar a estos gánsteres, pero si el inspector jefe Chen quiere pelear esa batalla, síguele a través del agua y a través del fuego. Él tiene más que perder que tú, ¿no? Es una auténtica vergüenza para nosotros que haya aparecido el cadáver de alguien asesinado por los gánsteres de la Tríada en el parque del Bund. Con algunos otros cuadros del Partido honestos como él las cosas no se habrían complicado tanto».
—Yu y yo somos buenos amigos. Es más práctico y realista. Realmente confío en él. Ahora que está en Fujian, me ha costado mucho hacer solo mi trabajo.
—¡Las cosas se están viniendo abajo! La bestia de la corrupción recorre todo el país. La gente buena carece de convicción. Hoy en día hay dos maneras de llevar a cabo cualquier cosa en la sociedad: la sucia y la limpia. Yo patrullaba los mercados, pero ahora el control está en manos de esos gánsteres, la manera sucia. ¿Recuerda a Jiao, la vendedora de rollitos que llevaba una cocina en miniatura sobre los hombros?
—Sí, la mujer que vendía rollitos cerca de Qianghe Lane. Nos ayudó. ¿Qué le ha ocurrido?
—Es un buen sitio para vender. Algunas personas querían echarla de esa esquina. Una noche le destrozaron la cocina. La policía del barrio no pudo hacer nada. No hay ninguna pista de quién lo hizo. En algunos negocios nuevos, los gánsteres aún son más atrevidos. Por ejemplo, esas chicas del karaoke y las habitaciones privadas. Es un negocio realmente lucrativo. Quinientos yuanes por una hora al atardecer, la hora dorada. Por no mencionar las propinas y el dinero extra. Los propietarios de clubes mantienen buenas relaciones con nosotros porque podemos ponerles las cosas difíciles, pero tienen mejores relaciones con las bandas porque ellas pueden hacerles las cosas imposibles. Las chicas pueden acabar apuñaladas, se pueden destrozar las habitaciones y los propietarios pueden ser secuestrados…
El Viejo Cazador interrumpió su discurso cuando la camarera entro de nuevo en la habitación con una bandeja lacada que contenía una tetera de exquisita porcelana blanca y una sola taza. El té con Perlas estaba en un gran vaso de papel con una paja muy gruesa que sobresalía de una tapa de plástico.
El té Neblina de la Montaña tenía buen aspecto. Chen lo sabía por el color del té verde en la taza blanca. Tomó un sorbo del té con perlas con la paja. Una bolita pegajosa le fue a parar a la lengua. Tenía el tamaño de una canica pequeña y el rico sabor de la leche, y era blanda, viscosa, casi sensual. Pero… ¿realmente era té?
Quizá también él estaba anticuado, como el Viejo Cazador, que escupió una hojita de té en la taza antes de proseguir.
—¿Cómo se pueden complicar tanto las cosas? Pura y simplemente porque algunos de nuestros cuadros de rango superior son malvados. Aceptan dinero de los gánsteres y a cambio les encubren. ¿Has oído contar la historia del cuñado del Secretario del Partido Li?
—No.
—Bien, ese cuñado tenía un bar en la calle Henshan. La zona de los diamantes. Un pequeño negocio. Cómo consiguió la licencia y el contrato la gente nunca lo supo ni lo preguntó. Un día, alguien se emborrachó, destrozó una mesa y le dio una bofetada. Al día siguiente, el borracho regresó, se arrodilló y se abofeteó su propia cara cientos de veces. ¿Por qué? La Azul está detrás. Esta tríada tiene más poder en esta ciudad que el gobierno. Si el borracho no hubiera hecho eso, habrían matado a toda su familia. A partir de entonces nadie se ha atrevido a causar problemas en el bar.
—Podría ser una señal para Li —dijo Chen con renuencia, ya que conocía el resentimiento que el Viejo Cazador sentía por Li. Los dos habían ingresado en la policía casi al mismo tiempo. Uno no hizo nada más que trabajo de policía, y el otro no hizo nada más que política. Al cabo de treinta años, la distancia entre ellos se había hecho enorme—. Sin embargo, puede que el propio Li no tuviera nada que ver con ello.
—Posiblemente —dijo el Viejo Cazador—, pero nunca se sabe. Las cosas realmente están descontroladas —el anciano prosiguió indignado, masticando una hoja de té con sus dientes manchados—. En cuanto al cadáver del parque del Bund… es inusual. Si hubiera ocurrido en las zonas costeras próximas a Hong Kong, o en la provincia de Yunan en cuyas fronteras actúa el tráfico de drogas, no me sorprendería. Como el presidente Jiang había sido alcalde de Shanghai, los gánsteres tratan de pasar inadvertidos allí. No quieren despertar al león. Antes de esto no recuerdo haber oído nunca que se hubiera producido un asesinato de la Tríada en Shanghai.
—Puede que haya sido obra de organizaciones de fuera de Shanghai —Chen hizo gestos de asentimiento y tomó otro largo sorbo de su té—. Quizá para enviar un mensaje a gente de aquí.
—Por eso sugiero que hagan aparecer otra historia en el periódico. Dar detalles nítidos de las heridas de hacha. Para ver si alguna serpiente sale de su nido.
—Es buena idea.
—Si va a tratar con esos gánsteres, inspector jefe Chen, no puede hacerlo sólo a su manera limpia. Tiene que ser muy flexible. Es necesario que consiga toda la ayuda que pueda. Por ejemplo, de alguien conocido que trabaje sucio y limpio, y que también tenga conexiones en la calle.
Chen comprendió que era la manera que tenía el anciano de ofrecerle ayuda. El policía jubilado era un veterano, con contactos propios.
—No puedo estar más de acuerdo. Estaba pensando en pedirle ayuda, tío Yu.
—Haré todo lo que pueda, inspector jefe Chen.
—Tengo dos casos en mis manos. No están relacionados, pero cada uno de ellos puede tener algo que ver con el modo sucio y el modo limpio. Dudo que Qian Jun tenga suficiente experiencia para realizar un buen trabajo, y el Secretario del Partido Li, como usted sabe, no querrá involucrarse por sus razones siempre políticamente correctas.
—Déme todos los detalles. Olvídese del Secretario del Partido Li.
—En primer lugar, con respecto a la víctima del Bund Park, aún no la hemos identificado, pero el informe inicial del doctor Xia sostiene nuestra hipótesis —entregó una copia del informe al Viejo Cazador—. Le mataron poco después de haber tenido relaciones sexuales con alguien; aún iba en pijama. Así que posiblemente le mataron en casa o en un hotel. Si fue en un hotel, no creo que se tratara de uno de cinco estrellas dirigido por el Estado, ya que habrían tenido que dar parte, pero hay muchos lugares privados, salones de masaje y cosas así.
—Y también burdeles clandestinos, inspector jefe Chen. No encontrará nada sobre ellos en los archivos del departamento.
—En segundo lugar está el caso de Wen Liping. Yu está trabajando en ello en Fujian. Wen es una ex joven educada de Shanghai que tal vez haya regresado a la ciudad —sacó una fotografía de Wen—. Si no está en casa de algún pariente, esos hoteles privados baratos sin licencia comercial también podrían ser una opción.
—Bien, comprobaré todos los lugares posibles. Soy viejo, pero aún puedo hacer algo —luego el anciano añadió con seriedad—: Jamás subestime a esos matones. Pueden acosarle como demonios acechando en la oscuridad, atacando en un momento que jamás habrá previsto. El año pasado, un colega mío desapareció en mitad de una investigación que llevaba a cabo sobre una banda. Jamás encontraron su cuerpo.
—Lamento meterle en esto, tío Yu.
—No diga eso, inspector jefe Chen. Me alegro de ser útil. No tengo nada de lo que preocuparme, soy un saco de viejos huesos. Pase lo que pase, no será un mal negocio a mi edad. Usted es joven, y aún tiene mucho camino por delante. Nunca se es demasiado cauteloso con las tríadas.
—Gracias. Iré con mucho cuidado.
Después de salir de La Brisa de la Luna con el Viejo Cazador, Chen llamó a la inspectora Rohn.
—Vamos a entrevistar al hermano mayor de Wen Liping, Wen Lihua, mañana por la mañana.
—¿De modo que la respuesta directa es sí?
—Según Confúcio: «Un hombre no está en forma para estar de pie si es incapaz de cumplir su palabra».
—«Igual que uno empieza a jadear —dijo ella, riendo— en el momento en que la gente le dice que está gordo».
—¡Ah también conoce esa expresión china! —era una expresión idiomática que él sólo había oído en una ocasión entre los viejos pekineses. El dominio que tenía la inspectora Rohn de los proverbios chinos era excepcional.
—¿Cuándo empezamos? —pregunto ella—. Le esperaré frente al hotel.
—No, no debe hacer eso. El tráfico puede ser terrible. Hacia las ocho, la haré llamar a la habitación.
—Estupendo, le estaré esperando.
Cuando colgó, algo que acababa de decir le cruzó la mente.
El tráfico.
Debido al terrible tráfico que había en la zona del Peace Hotel y los estrictos límites de velocidad, los vehículos literalmente iban a paso de tortuga. Y había sido allí, aquella mañana, mientras estaban en la esquina de Nanjing y la calle Sichuan cuando había aparecido de la nada la moto a toda velocidad en dirección a ella. Le pareció recordar que había oído un ruido como un chisporroteo mientras estaban hablando en la esquina de la calle. La moto había estado a punto de atropellar a la inspectora. Probablemente arrancó cerca, lo que hacía más sospechoso el incidente. Si el motorista acababa de poner el motor en marcha, ¿por qué había acelerado de aquel modo?
La inspectora acababa de llegar a Shanghai. Sólo tres personas conocían su misión. ¿Podía haber atacado tan pronto la tríada de Fujian? ¿Con qué se enfrentaba en su búsqueda de Wen? Por primera vez, tuvo un mal presagio respecto a aquella investigación.
¿Era debido al énfasis que el Secretario del Partido Li había hecho sobre la seguridad de la inspectora Rohn? ¿O por la lección que el Viejo Cazador le había dado sobre el método sucio?
Le inquietó el recuerdo de haber agarrado a la inspectora Rohn para evitar que la alcanzara un motorista loco. Si no había sido un accidente, ¿qué otras amenazas podían pender sobre la vida de la inspectora Rohn?