Por un instante, Rosie se quedó donde estaba, paralizada, con todos los músculos del cuerpo bloqueados mientras Norman se acercaba a ella, gritando desde el interior de la espeluznante máscara que llevaba. Lo que la impulsó a moverse fue una imagen repentina y horripilante, una imagen enviada por la señora Práctica-Sensata, creía Rosie… La imagen de la raqueta de tenis con que Norman la había violado, el mango mojado de sangre.
En aquel momento se volvió, haciendo que la falda del zat revoloteara a su alrededor, y corrió hacia el río.
Las rocas, Rosie… Si te caes al agua…
Pero no se caería. Era realmente Rosie, era Rosie Real y no se caería al río. No al menos que se permitiera pensar en que se caería. El olor del agua la azotó con tal fuerza que le lloraron los ojos…, y la boca se le contrajo de sed. Rosie alzó la mano izquierda, se cerró las fosas nasales con los nudillos del segundo y el tercer dedo y saltó a la segunda roca. De ahí saltó a la cuarta y de ahí a la otra orilla. Fácil. Coser y cantar. Al menos hasta que resbaló y empezó a deslizarse por la hierba húmeda hacia el agua negra.