En la parte posterior de la terminal, otro joven, éste con un bigote fino a lo Errol Flynn y un rostro apuesto y poco digno de confianza, había organizado sobre su maleta un juego que Rosie recordaba de los programas de televisión como triles.
—¿Puede encontrar el as de picas? —invitó—. ¿Puede encontrar el as de picas, señora?
Mentalmente, Rosie vio un puño flotando hacia ella. Vio un anillo en el dedo corazón, un anillo con las palabras Servicio, Lealtad y Comunidad grabadas en él.
—No, gracias —declinó—. Nunca he tenidos problemas con eso.
Cuando pasó a su lado, el joven la miró como si le faltara un tornillo, pero daba igual. No era asunto suyo. Ni tampoco eran asunto suyo el hombre de la entrada, que podía o no tener el sida, ni el hombre del bulto de carne y el muñeco del ratón Mickey sobresaliendo del talego. Sí era asunto suyo Rose Daniels, no, perdón, Rosie McClendon, y ése era el único asunto que le concernía.
Echó a andar por el pasillo central y se detuvo al ver un contenedor de basura. Una orden seca, NO TIRAR BASURAS AL SUELO, se veía escrita en su barriga redonda y verde. Rosie abrió el bolso, extrajo la tarjeta del cajero automático, la contempló durante un instante y a continuación la empujó por la ranura que se abría en la parte superior del contenedor. No le hacía ninguna gracia desprenderse de ella, pero al mismo tiempo experimentó un gran alivio al verla desaparecer. Si la conservaba podría caer en la tentación de usarla otra vez…, y Norman no era idiota. Era un animal, eso sí, pero idiota no. Si le proporcionaba un modo de seguirle la pista, lo aprovecharía. Más le valía recordar aquella regla.
Aspiró profundamente, retuvo el aire unos instantes, espiró y se dirigió a los monitores de LLEGADAS/SALIDAS que se hallaban en el centro del edificio. No miró atrás. Si lo hubiera hecho habría visto al joven del bigote a lo Errol Flynn revolviendo el contenedor en busca de lo que aquella señora tan rara de las gafas de sol y el pañuelo rojo acababa de tirar. A él le había parecido que se trataba de una tarjeta de crédito. Probablemente no, pero nunca se sabía hasta que no se comprobaba. Y a veces había suerte. ¿A veces? No, a menudo. Este país no recibía el nombre de Tierra de las Oportunidades por casualidad.