Caminaron despacio hacia el este por Lake Drive, de cara a un viento fuerte y cálido. Cuando Bill le rodeó los hombros con el brazo, Rosie le dedicó una breve sonrisa. Se hallaban a cinco kilómetros del lago en aquel momento, pero Rosie creía poder caminar hasta allí si Bill seguía rodeándole los hombros de aquella forma. Caminar hasta el lago y tal vez incluso cruzarlo, avanzando tranquilamente de ola en ola.
—¿Por qué sonríes? —inquirió Bill.
—Oh, no sé —repuso ella—. Tengo ganas de sonreír.
—¿De verdad te alegras de que haya venido?
—Sí. Apenas he dormido esta noche. No dejaba de pensar que me había equivocado, y creo que realmente me equivocaba, pero…, Bill.
—Estoy aquí.
—Lo hice porque me importas más de lo que creía que pudiera llegar a importarme un hombre en toda mi vida, y todo ha sucedido tan deprisa… Debo de estar loca por decirte esto.
—No estás loca —aseguró Bill apretándola contra sí.
—Te llamé y te dije que te mantuvieras alejado porque está pasando algo, bueno, es posible que esté pasando algo, y no quería que te ocurriera nada. Por nada del mundo. Y todavía siento lo mismo.
—Es Norman, ¿verdad? Norman Bates. Ha venido a buscarte después de todo.
—Mi corazón dice que sí —explicó Rosie, escogiendo las palabras con cuidado—, y mis nervios también, pero no estoy segura de confiar en mi corazón…, porque lleva demasiado tiempo asustado, y mis nervios…, mis nervios están destrozados.
Miró el reloj y a continuación un puesto de perritos calientes instalado en el siguiente cruce. Cerca del puesto había una extensión de hierba con bancos en los que varias secretarias daban cuenta del almuerzo.
—¿Me invitas a un perrito caliente con chucrut? —preguntó; de repente, una tarde de eructos se le antojó la cosa más insignificante del mundo—. No he comido un perrito caliente desde que era pequeña.
—Creo que podemos arreglarlo.
—Podemos sentarnos en uno de esos bancos y te hablaré de Norman Bates. Después podrás decidir si quieres seguir conmigo o no. Si decides que no, lo entenderé…
—Rosie, no voy a…
—No digas eso. No lo digas hasta que te haya hablado de él. Y será mejor que comas antes de que empiece, porque si no se te pasará el hambre.