Días buenos… Cuatro semanas de días buenos, más o menos.
Aquella noche, tendida en el catre con las manos entrelazadas detrás de la nuca, contemplando la oscuridad y escuchando a la mujer que había llegado la noche anterior sollozando dos o tres catres más allá a su izquierda, Rosie pensó que los días eran principalmente buenos por una razón negativa. Norman no estaba en ellos. Sin embargo, percibía que pronto necesitaría algo más que su ausencia para sentirse satisfecha y plena.
Pero todavía no, pensó al tiempo que cerraba los ojos. De momento, lo que tengo me basta. Estos días sencillos de trabajo, comida, sueño… y la ausencia de Norman Daniels.
Empezó a sumirse en el sueño, a separarse de su mente consciente, y en su cabeza, Carole King empezó a cantar una vez más la nana que la ayudaba a conciliar el sueño casi todas las noches. Soy verdaderamente Rosie… y soy Rosie Real… será mejor que me creas… soy fantástica…
Y entonces se hizo la oscuridad y llegó una noche (se estaban tornando cada vez más frecuentes) sin pesadillas.