Bill le había prometido que se quedaría con ella. Cumplió su promesa… y se quedó dormido en cuanto su cabeza tocó el cojín que Rosie había tomado prestado del sofá. A Rosie no le extrañaba. Se tumbó junto a él y contempló la niebla pasar junto a las farolas en espera de que empezaran a pesarle los párpados. Sin embargo, no conseguía conciliar el sueño, por lo que se levantó, fue al armario, encendió la luz y se sentó ante el cuadro con las piernas cruzadas.
La luna lo iluminaba en silencio. El templo era un sepulcro pálido. Los pájaros carroñeros sobrevolaban la escena en círculos. ¿Se zamparán a Norman mañana, cuando salga el sol?, se preguntó. No lo creía. Rose Madder había dejado a Norman en un lugar al que los pájaros nunca iban.
Se quedó mirando el cuadro unos instantes más, alargó la mano hacia él y rozó las pinceladas congeladas con los dedos. El contacto la tranquilizó. Apagó la luz y volvió a la cama. Al cabo de pocos minutos dormía profundamente.