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Omnia mutantur, nihil interit

(Todo cambia, nada se aniquila)

—Hemos llegado al final de tu etapa de formación, Lucio.

—No creo que la formación se acabe nunca…

—Ahora necesitas nuevos maestros, nuevas vivencias, salir de Tarquinia y tus molestos y reiterativos paseos por Roma. Tal vez deberías salir de tu guarida, exponerte al mundo, jugártela, arriesgarte y vivir, y regresar a tu casa cuando te sientas lleno de experiencia, de haberte dedicado a vivir. Eres demasiado joven para encerrarte. El retiro es la consecuencia de haber conocido el mundo, no de temerlo.

—No sé de qué me estás hablando…

—Te estoy hablando de lo que necesitas ahora para seguir evolucionando y creciendo. Porque de esto se trata. No se trata de tener una vida segura o confortable, sino de crecer como ser humano. Y conmigo a tu lado y en Tarquinia, no te permites evolucionar, te reduces a tu perímetro de seguridad, te aíslas y te proteges de la vida.

—Pero y si decido que es esta la vida que me gusta. Estar en mi casa, estudiar, estar con la gente que quiero…

—Deberás decidirlo después de ver mundo, de mezclarte con las gentes, de ensuciarte con las vivencias, de tener tratos con todos… con el poder, con los políticos, con la arquitectura, con otros hombres buenos, con mujeres… solo si sales allí fuera te encontrarás contigo mismo. Si no sales, igual jamás conocerás a alguien que ni te lo imaginas y será importante en tu vida.

—No quiero que te vayas. Ya he perdido demasiada gente en mi vida, no tengo familia si no estoy contigo.

—Yo soy un impedimento para tu proceso de crecimiento. Conmigo no te esforzarás, solo la soledad te impulsará a salir del mundo…

—¿Y si te vas y no vuelvo a verte?

—Siempre volverás a verme. Me encontrarás en la frase de un libro, en un valor que compartimos, en parte de tu mirada cuando interpretas algo. Si te he enseñado bien, formaré parte de ti para siempre. Pero ahora, no pienses en ello, me voy a Segovia, por algunos años, pero regresaré. Mi idea no es alejarme de ti para siempre. Me voy, simplemente, porque mi función contigo ha terminado. Si nos volvemos a encontrar ya no será como maestro y alumno, sino como amigos, y para hacer este cambio debemos darnos tiempo. Lo que podía enseñarte, ya lo has aprendido. Lo que podía darte, ya lo has recibido. Lo que podíamos vivir, ya lo hemos compartido. Ocupémonos por un tiempo de otras tareas.