Etieam fera animalia, si clausa teneas,
virtutis obliviscuntur
(Incluso las fieras, encerradas, se olvidan de su valor)
—Hablemos de la valentía, Lucio. ¿Qué crees que es?
—No tener miedo a luchar, a demostrar tu valor en el campo de batalla o en una emboscada.
—Sí, este es un tipo de valentía. Me recuerda a tus duros entrenamientos físicos y en dar lo mejor de ti mismo en el momento definitivo. ¿Y crees que hay algún tipo de valentía más en un combate?
—La valentía de matar.
—Bueno, matar es fácil, a matar uno se acostumbra. Siempre es más difícil la primera muerte que la última. Si te es fácil matar, es que ya has matado una parte de ti mismo. Mata si, y solo si, no hay otra forma de vivir…
—Lo recordaré, maestro.
—Sigue pensando en la valentía…
—No se me ocurre.
—Pues, la valentía de morir. De hacerlo sin estrépito, llegado el momento, como un encuentro ineludible, dejarse llevar por lo que marca en aquel momento el destino. No es fácil morir con los ojos abiertos y el ánimo dispuesto.
—¿Cómo puedo aprender a hacerlo?
—No puedes, se muere como se vive, si está dentro de ti aparecerá en el momento adecuado, si es solo un conocimiento superpuesto, simplemente morirás asustado y en una huida imposible. ¿Y en qué más se te ocurre ser valiente?
—A la hora de pensar…
—Sí, como dijo Aristóteles y Cicerón, debemos acercar el alma al pensamiento, la sabiduría intrépida es lo más valioso y la palabra es la sombra de la acción. O debería serlo.
—No sé qué es la sabiduría intrépida.
—La justicia es la valentía en el juicio, no una disertación sobre la justicia. Acompañar con valor los actos que marcan la justicia.
—La importancia del gozo está en la osadía de vivir y de pensar…
—Sí, exacto. Vale más vivir poco y altamente, que largamente en un largo vivir que no sea otra cosa que un largo morir.