Casta ad virum matrona parendo imperat
(Una mujer virtuosa gobierna al marido obedeciéndolo)
—Hablemos de las mujeres, Lucio.
—¿Qué puedo decirte de ellas? Solo las veo haciendo labores en las casas o como prostitutas…
—Para saber dónde están es una buena idea saber de dónde vienen. Las mujeres en Atenas, al igual que los esclavos, no tenían ninguna clase de derecho político o jurídico. En cambio tuvieron un papel destacado en la sociedad minoica. Antes te he comentado que tenemos daimon, un cierto control sobre nuestro futuro…
—Sí.
—Esto también quiere decir que podemos ver la cultura como un río de diferentes afluentes, ya que somos el resultado de la suma de todos ellos. Así pues, piensa, si quieres, en tu trato a las mujeres, ser hijo de la sociedad helénica o de la sociedad minoica. No estoy de acuerdo en muchas cosas de nuestra sociedad. Como te dije hace unos días, los sabios consideran un impedimento para la sabiduría el tener esposa, como si ellas no pudieran formar parte de un proyecto personal de sabiduría. Como si no tuvieran derecho a pensar o instruirse. Es más, no son precisamente ellos, sus necesidades y cuidados lo que les impide alcanzar la felicidad que se vincula con una vida contemplativa y tranquila.
—También creo, maestro, que deberían poder participar en el teatro.
—Exacto, en las representaciones no pueden actuar las mujeres. Pero lo peor es que no pueden participar en la educación. Un joven aprenderá letras, música y práctica deportiva. Ellas nada, o cosas tan terribles como que obedeciendo gobernarán al marido…
—Pero alguna, maestro, o muchas, quién sabe, sabrán el secreto arte de Aristóteles. —Lucio, sonrió en silencio.
—¿Y cuál es este arte?
—Algo que nadie había hecho antes, algo que Aristóteles se inventó durante su estancia en la academia platónica: leer por su cuenta. Antes que él, nadie había leído directamente un libro, los estudiantes eran oyentes, escuchaban a alguien leer para ellos.
—Sí, porque leer un texto era muy difícil. Y Aristóteles se creó una rica y nutrida biblioteca.
—Por ello, Aristóteles fue conocido como «el lector». Estoy seguro de que muchas mujeres son lectoras y eruditas sin ser alumnas de nadie.