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Summum crede nefas animam praeferre pudori,

et propter vitam, vivendi pedere causas

(Considera como una infamia suprema preferir

la existencia al honor, y para salvar la vida, perder

las razones de vivir)

—De una obra hay quien solo se fija en las proporciones, en las formas, en los ornamentos. No te quedes en la superficie de los monumentos, lo importante es su esqueleto. Su estructura. Lo importante es la construcción, todo aquello que la haga ingeniosa y potente. Esto es lo que hará que un monumento viaje intacto por el tiempo, su estructura. La ornamentación se desgasta, desaparece y se erosiona. No es nada. Domina la técnica de la estructura y olvídate de la decoración. Solo se merece nuestro desdén e indiferencia.

—Pero todos los edificios tienen decoración.

—Fíjate que hay algunos cuya estructura es su forma, que es la esencia misma de su esqueleto, que son lo que ves y no necesitan nada más porque son tan funcionales, tan perfectos, tan poco engañosos…

—¿Cuáles, maestro?

—Los acueductos, Lucio. Y esto mismo que te digo en relación a la arquitectura, recuérdalo de ti mismo. Todo lo ornamental desaparece, tu atuendo, tu piel más tensa o arrugada, tu pelo más oscuro o más pálido. Que se desgaste tu ornamentación pero que jamás se quiebre tu estructura. Un edificio sin placas de mármol esculpidas, sin mosaicos, sin pinturas… sigue en pie. Sin su esqueleto, se hunde.

—¿Cuándo sabré si se trata de la estructura o de la ornamentación?

—Sabrás que es la estructura cuando pierdas las razones para vivir.