Nemo athleta sine sudore coronatus
(Nadie es coronado atleta sin sudor)
Lucio se dirigió al que había de ser su maestro en los próximos años. Estaba tumbado, tomando el sol. Por un momento le pareció encarnar la famosa leyenda de Alejandro Magno y Diógenes. Él se acercaría y le diría: «Te daré todo lo que tengo con tal de que me enseñes», y el maestro le pediría una sola cosa: «Apártate, pues me tapas el sol.»
—Y bien, ¿qué deseas saber? ¿Quieres ser ágil y fuerte como un atleta? Te llenaré de buenos alimentos y te haré correr largas carreras, hacer lucha libre y aumentar tu musculatura.
—No, no deseo ser más alto ni más fuerte. Tan solo pretendo conservar la salud a través de la moderación en la alimentación y el ejercicio.
—¿Quieres aprender retórica? Te enseñaré a proyectar la voz, te llevaré a la playa y, tal y como hizo Cicerón en la escuela de Apolonio Molón, aprenderás a declamar contra el ruido de las olas y del viento, que es lo más parecido al murmullo de la masa.
—No, no me interesa poseer el estilo enrevesado y lleno de florituras de Quinto Hortensio, ni la gravedad de los estilos más austeros. Estoy más interesado en lo que digo que en cómo lo digo, estoy más interesado en aprender que en convencer, estoy más interesado en estar conmigo que en seducir a la plebe.
—¿Qué quieres aprender, entonces? Pensaba que querías ser abogado y dedicarte a la política. Ahora la mayoría de los jóvenes parecéis estar especialmente interesados en este ámbito.
—Quiero aprender arquitectura para construir el mundo y ética para construirme a mí mismo.
Entonces Arístides abrió los ojos, se incorporó y pensó: «Llevo mucho tiempo buscando a un auténtico alumno, seas bienvenido, Lucio Antíoco. Quién sabe si contigo llegaré a convertirme en el verdadero maestro que aspiro a ser y que ningún alumno ha sabido extraer de mí mismo.» Pero se limitó a decir: «Has escogido un doble camino, a cuál más arduo, es propio del hombre prudente no ser ambicioso con el fin de obtener triunfos tangibles. Seas atleta, orador, abogado, político, maestro de obras o filósofo, solo hay un camino: nadie es coronado sin sudor.»