Meses después, Haros, el líder de la secta, estaba dirigiendo unas palabras a sus devotos:
—Nuestro dios está en la palabra dada, en aquello a que nos comprometemos delante de él. Lucio, el arquitecto patricio, dijo que nos daría a las niñas, pero no fue así. Ahora tendremos que hacer el sacrificio con animales. Pero no importa, nuestro creador nos ve, y sabe que somos sinceros, que no mentimos. Que solo hay una verdad, aunque algunos escojan traicionarla. Lucio está con el diablo blanco porque él mismo ya es un diablo. Por esto, en nuestros corazones solo albergamos la verdad, no tenemos secretos, vivimos a plena luz del día, miramos al sol de cara, abrimos nuestra mente y nuestros corazones a su luz.
»Nosotros no tenemos zonas oscuras en el alma, cosas que no decimos, que no compartimos con los demás. Somos hermanos, hijos del mismo Sol. Por ello, en nuestra secta no hay mujeres. El sol es el símbolo del hombre, igual que la luna lo es de la mujer. Nosotros pertenecemos a los dioses olímpicos, a Helios. Somos fuente de luz, calor, vida pero si nos traicionan, podemos ser fuente de destrucción y de sequía. Amamos la verdad, la máxima sinceridad.
»Odiamos la luna, que está ligada a las aguas turbulentas, a los secretos, a las mentiras, a pueblos lejanos y mentirosos que tienen dioses que adoran la luna, como la diosa Isis. Los rostros pálidos y espectrales como el del diablo blanco son entradas al reino de la muerte. Los secretos son también una entrada al reino de la muerte.
»Y ahora os pregunto, hijos de la luz, hijos del Sol, ¿tenéis algún secreto guardado en el fondo de vuestro corazón?
Y el joven que visitó a Lucio y que fue atado y golpeado por Amal se levantó, con lágrimas en los ojos, con la expresión más valiente, de máxima felicidad, sintiéndose llamado a la más alta misión que jamás había albergado en su vida, gritó:
—¡Yo! Yo tengo un secreto: Fui secuestrado, golpeado y retenido por el diablo blanco. Fui interrogado, y me liberé gracias a la fuerza del Sol, que no permitió que esa mujer me matara.
—Sí, hijo mío, hoy has dado un paso hacia delante, hacia la luz, hacia la verdad. La justicia está de nuestra parte. Hablaremos hoy mismo con el duunviro de Segovia, y sé que ejercerá justicia con todo el peso de la ley romana que nos protege, respeta y no dejará impune su sucia acción.
Unas horas más tarde, Tito ordenó la inmediata detención de Amal. Lucio intentó inútilmente declararse culpable de los golpes al muchacho, de su retención, de la acusación de secuestro. Intentó por todos los medios que no se llevaran a Amal. Pero todo resultó inútil.
Tito, inmediatamente, la condenó a muerte para complacer a la secta del Sol, para castigar a Lucio, para dar rienda suelta al gozo que sentía al ver el dolor de las personas que no conseguía doblegar.