La fecha se fijó para los idus de octubre, en que se entregarían las criaturas a cambio del nombre del asesino. Lucio ya había tomado la decisión, aún faltaban algunas semanas y lo mejor era seguir con la construcción del acueducto e intentar centrarse en el día a día.
Sabía que era un breve período de tiempo y que la fuerza de lo sombrío estaba al acecho, pronto llegaría el día del intercambio: un nombre por dos vidas. Y también, allí, a lo lejos, estaba Amal, tan cercana durante el tiempo de su convalecencia, acostada a su lado. Ahora, de nuevo a la luz del día, era difícil tener la posibilidad de sentir su piel o sus labios.
Era un corto espacio de tiempo, lejos de las grandes acciones, de los cambios repentinos. Ahora debía centrarse en domesticar, con constancia y esfuerzo, la cotidianidad. Sabía que su acción debía ser limitada y aplacada, pero la impaciencia resonaba como un eco lejano: tener, de una vez por todas, al asesino del maestro y saciarse de Amal. Por ella sentía un hambre infinita de siglos, después de tanta inanición que casi debilitaba la fuerza de su deseo. ¿Cómo colmarse de ella? Seguía pensando que era necesario esperar y aprender a convocar su deseo.
Pero el tiempo no es reducido solo por la voluntad del corazón, sino por la grandeza de los acontecimientos. Y el tiempo de gestión, humilde, se ensanchó como un arco de una elipsis infinita.
Un día, de pronto, unos sillares de la obra cayeron y mataron a varios trabajadores. De nuevo el mismo procedimiento: vigilar la zona e investigar qué podía haber pasado. Algunas de las piedras labradas no tenían la calidad suficiente, algunos sillares no eran de granito puro y contenían arena. Una vez más, alguien había saboteado la obra.
Esta vez, Lucio no quiso hablar con nadie. Preso de una rabia nueva, apartó de un gesto a Zayin, que intentaba decirle algo.
Su primera orden fue que todos los trabajadores indígenas fueran apartados de la obra. Pidió que uno a uno se comprobara si los trabajadores tenían el signo de la secta del Sol y, en caso afirmativo, también fueran apartados de la obra.
Sabía que tendría que ser un breve período de tiempo, de esperas largas, de acciones discretas, pero la rabia se apoderó de él, como si su sangre se convirtiera en puro granito rojo.