Epílogo

Charles Chick Benetto murió el mes pasado, cinco años después de su intento de suicidio y tres años después de nuestro encuentro aquel sábado por la mañana.

El funeral fue reducido, sólo asistieron unos cuantos miembros de la familia —incluida su ex esposa— y varios amigos de su niñez en Pepperville Beach que recordaban haber subido a un depósito de agua con Chick y haber pintado sus nombres con aerosol en el tanque. No había nadie de su época de jugador de béisbol, aunque los Piratas de Pittsburgh mandaron una tarjeta de condolencia.

Su padre estaba allí. Estaba de pie al fondo de la iglesia, un hombre delgado con los hombros caídos y el cabello ralo y cano. Llevaba puesto un traje marrón y gafas de sol y se fue rápidamente al terminar la ceremonia.

La causa de la muerte de Chick fue un repentino derrame cerebral, una embolia que le llegó al cerebro y que lo mató casi al instante. Los médicos especularon sobre que sus vasos sanguíneos podían haberse debilitado por el traumatismo craneal que sufrió en su accidente de automóvil. Tenía cincuenta y ocho años cuando murió. Todo el mundo coincidía en que era demasiado joven.

Por lo que respecta a los detalles de su «historia», los comprobé casi todos para crear esta narración. Aquella noche, en efecto, hubo un accidente en la rampa de acceso a la autopista en el que un automóvil, después de chocar contra el extremo delantero de una camioneta en marcha, saltó por un terraplén, destrozó una valla publicitaria y expulsó a su conductor que cayó en la hierba.

Había, en efecto, una viuda llamada Rose Templeton que vivía en la calle Lehigh de Pepperville Beach y que murió poco después del accidente. También había una señorita Thelma Bradley, que murió al cabo de poco y cuya esquela en el periódico local la identificaba como a «una ama de llaves retirada».

En 1962 —un año después de que los Benetto se divorciaran— se extendió un certificado de matrimonio para un tal Leonard Benetto y una tal Gianna Tusicci, confirmando unas anteriores nupcias en Italia. Un tal Leo Tusicci, es de suponer que su hijo, aparecía en una lista de alumnos del instituto de Collingswood a principios de la década de 1960. No había ningún otro registro de él.

En cuanto a Pauline Posey Benetto, murió de un ataque al corazón a la edad de setenta y nueve años, y los detalles de su vida encajan con la versión que se cuenta en estas páginas. La familia que la sobrevivió dio fe de su buen talante, su afectuosidad y su sabiduría maternal. Su fotografía sigue colgada en el salón de belleza en el que trabajaba. En la foto lleva puesto un amplio vestido azul y unos pendientes de aro.

Al parecer, los últimos años de Chick Benetto le proporcionaron cierta satisfacción. Vendió la casa de su madre en Pepperville Beach y el dinero que sacó se lo mandó a su hija. Más adelante se mudó a un apartamento para estar cerca de ella y volvieron a establecer relación, incluyendo las «tandas de donuts» del sábado por la mañana durante las cuales se ponían al día de los acontecimientos de la semana tomando café y donuts. Aunque nunca se reconcilió del todo con Catherine Benetto, hicieron las paces y hablaban con frecuencia.

Sus días de vendedor habían terminado; no obstante, hasta su muerte, Chick trabajó a media jornada en el departamento de parques y recreo local, donde tenía una regla para los partidos que se organizaban: Todo el mundo juega.

Una semana antes de su ataque de apoplejía, pareció tener la sensación de que le quedaba poco tiempo. Les dijo a los de su alrededor: «Recordadme por estos días, no por los pasados».

Lo enterraron en una parcela cerca de su madre.

Como había un fantasma de por medio, podría decirse que es una historia de fantasmas. Pero ¿en qué familia no hay una historia de fantasmas? Compartir los relatos de las personas a las que hemos perdido es la manera de evitar perderlas de verdad.

Y aunque ahora Chick ya no está, su historia fluye a través de otros. Fluye a través de mí. No creo que estuviera loco. Creo que realmente consiguió un día más con su madre. Y pasar un día con alguien a quien amas lo puede cambiar todo.

Yo lo sé. Yo también tuve un día así, en la tribuna descubierta de un campo de béisbol de la liga infantil: un día para escuchar, para amar, para disculparse, para perdonar. Y para decidir, años más tarde, que este niño que llevo en mi vientre pronto se llamará, con orgullo, Charley.

Mi nombre de casada es Maria Lang.

Pero antes era Maria Benetto.

Chick Benetto era mi padre.

Y si mi padre lo dijo, yo me lo creo.