—Pero ¿qué sabes tú de llevar un restaurante? —dice mi esposa.
—Es un bar deportivo —replico yo.
Estamos sentados a la mesa del comedor. Mi madre también está allí, jugando a «cucú, tras tras» con la pequeña Maria. Esto ya es después de haber abandonado el béisbol. Un amigo quiere que sea su socio en un nuevo negocio.
—Pero ¿no es difícil llevar un bar? —dice Catherine—. ¿No hay ciertas cosas que tienes que saber?
—Esas cosas ya las sabe él —contesto.
—¿A ti qué te parece, mamá? —pregunta Catherine.
Mi madre le coge las manos a Maria y se las agita arriba y abajo.
—¿Tendrías que trabajar de noche, Charley? —pregunta.
—¿Cómo dices?
—De noche, ¿tendrías que trabajar de noche?
—Soy el inversor, mamá. No voy a servir mesas.
—Es mucho dinero —dice Catherine.
—Si no se invierte dinero no se puede ganar dinero —contesto.
—¿No hay ninguna otra cosa aparte de esto? —dice Catherine.
Suelto el aire ruidosamente. En realidad, no sé si hay otra cosa. Cuando practicas un deporte te acostumbras a no pensar demasiado en ninguna otra cosa. No me imagino detrás de una mesa. Esto es un bar. Yo entiendo de bares. Ya he iniciado una dependencia del alcohol como parte de mi existencia diaria y, en el fondo, me atrae la idea de tenerlo tan a mano. Además, el lugar cuenta con la palabra «deportivo».
—¿Dónde está? —pregunta mi madre.
—A una media hora de aquí.
—¿Tendrías que ir muy a menudo?
—No lo sé.
—¿Pero no de noche?
—¿Por qué no dejas de preguntar lo de las noches?
Mi madre mueve los dedos en el rostro de Maria.
—Tienes una hija, Charley.
Meneo la cabeza.
—Ya lo sé, mamá, ¿vale?
Catherine se levanta. Retira los platos de la mesa.
—Me asusta, eso es todo. Estoy siendo sincera contigo.
A mí me da un bajón. Me quedo mirando fijamente al suelo. Al levantar la vista, mi madre me está observando. Se pone un dedo debajo de la barbilla y se la alza ligeramente, diciéndome, a su manera, que yo debería hacer lo mismo.
—¿Sabes lo que yo pienso? —anuncia—. Pienso que en la vida hay que probar las cosas. ¿Tú tienes fe en esto, Charley?
Yo le digo que sí con la cabeza.
—Fe, trabajo duro, amor… si tienes estas cosas puedes hacer lo que sea.
Me enderezo en el asiento. Mi esposa se encoge de hombros. El humor ha cambiado. Aumentan las posibilidades.
Al cabo de unos meses abre el bar deportivo.
Al cabo de dos años, cierra.
Por lo visto hace falta algo más aparte de esas tres cosas. Al menos en mi mundo, si no en el suyo.