La melodía cambia

¿Recuerdas aquella canción que se llamaba Esto podría ser el comienzo de algo grande? Era una melodía rápida y animada que normalmente cantaba un tipo vestido de esmoquin delante de una gran orquesta de jazz. Decía así:

Caminas por la calle, o estás en una fiesta,

o acaso estás solo y de pronto lo entiendes,

miras a los ojos de otra persona y de pronto te das cuenta

de que esto podría ser el comienzo de algo grande.

A mi madre le encantaba esa canción. No me preguntes por qué. La tocaban al principio del Programa de Steve Alien, allá por la década de los cincuenta, un programa que recuerdo en blanco y negro, aunque en aquella época todo parecía ser en blanco y negro. El caso es que mi madre creía que esa canción era «la bomba», así la llamaba —«¡Oooh, ésta es “la bomba”!»— y siempre que la ponían por la radio ella chasqueaba los dedos como si estuviera dirigiendo la banda. Teníamos un equipo de alta fidelidad y un día por su cumpleaños le regalaron un álbum de Bobby Darin. Él cantaba esa canción y mi madre ponía el disco después de cenar mientras fregaba los platos. Eso era cuando mi padre todavía estaba en escena. Él leía el periódico y mi madre se acercaba y tamborileaba con los dedos en sus hombros, cantando «esto podría ser el comienzo de algo grande» y, por supuesto, él ni siquiera levantaba la mirada. Entonces ella se acercaba a mí y hacía como si tocara la batería en mi pecho mientras cantaba:

Comes en el Twenty-One, vigilas tu dieta,

declinas una charlota y aceptas un higo,

del despejado cielo azul surge una pareja.

Y esto podría ser el comienzo de algo grande.

A mí me entraban ganas de reír, sobre todo cuando decía «un higo», pero como mi padre no participaba, el hecho de reírme me parecía una traición. Entonces mi madre empezaba a hacerme cosquillas y ya no podía evitarlo.

—Esto podría ser el comienzo de algo grande —decía—, chico grande, chico grande, chicograndechicograndechicogrande.

Solía poner esa canción todas las noches. Pero cuando mi padre se marchó no volvió a hacerlo. El disco de Bobby Darin no se movía del estante. El tocadiscos acumulaba polvo. Al principio pensé que habían cambiado sus gustos musicales, tal como nos ocurría de niños, cuando en un momento dado pensabas que Johnnie Ray era un buen cantante, pero acababas creyendo que Gene Vincent era mucho mejor. Más adelante supuse que no quería que le recordaran que lo que tenía que ser «algo grande» había fracasado.