Así ocurrió, paso a paso. Y, como nos veíamos cada dos noches, como cada experiencia nueva era de por sí poco espectacular, como hacía el amor muy, muy bien, como al poco tiempo estaba loca por él, sobre todo físicamente, resulta que me vi envuelta, en el simple transcurso de un par de semanas, en una aventura que la gente que conozco juzgaría patológica.
Nunca se me ocurrió catalogar aquello de patológico. Nunca llamé nada de «aquello». No se lo conté a nadie. A distancia, me parece increíble haber sido yo quien pasó por aquel período. Sólo me atrevo a mirar atrás, hacia aquellas semanas, como quien observa un fenómeno aislado, ya sumido en el pasado: un fragmento de mi vida, irreal como un sueño, carente de otro significado.