NOS QUEDAMOS EN LA EGB…

Si seguimos utilizando expresiones como chachi, debuten, al loro, cha­chi­pi­ru­li­juan­pe­lo­ti­lla —esta nos da un poco de grima—, que no te enteras, Contreras, mola cantidubi, guay del Paraguay…

Si seguimos saludando con un ¿qué pasa, tronco? o ¿qué pasa con tu body?

Si seguimos diciendo a los amigos: venga, tronco, tírate de la moto; no te tires el pisto; no te quedes con la peña; tienes menos detalles que un Seat Panda; sincronicemos los relojes; vamos a partir la pana; si bebes no conduzcas —mientras movemos la cabeza y simulamos que tocamos el piano—; pero ¿tú qué te crees? ¿MacGyver? —que nos sirve para replicar cualquier fantasmada—; para dentro, Romerales…

Si seguimos respondiendo a las preguntas «¿para qué?», con un «paraguayo»; «¿qué tal?», con un «bien con Okal»; «¿qué?», con un «Kas, que refresca más»; «¿no hay casera?», con un «¡pues nos vamos!» —y se continua con un «pídala en todas partes»…

Si intentamos acobardar o insultar con: te falta el canto de un duro —vamos, que se está rifando un guantazo y alguien lleva todas las papeletas—; eres más feo que Prosinecki en un Twingo; la cagaste Burt Lancaster; si eres más feo no naces; piensa, McFly, ¡piensa!…

Si seguimos dando la hora con un «las carne y hueso en pellejo» y volvemos a darla con un «la misma que ayer a estas horas», y lo rematamos con un «la hora 103».

Si aún recordamos el «delicado» tacto del papel higiénico Elefante y el olor del jabón Lagarto.

Si decimos «rebobina» cuando estamos viendo un DVD con nuestra pareja y nos hemos perdido algo de la peli.

Si gritamos «Encannnnaaa» cuando a alguien le falla la cobertura y no nos escucha.

Si respondemos al teléfono con un «¿digamelón?».

Si de vez en cuando nos ponemos melancólicos y empezamos a recordar con los amigos las canciones de la infancia, como La abeja Maya, D’Artacan, Marco

Si decimos «telefonillo» en lugar de «portero automático» y cada vez que vemos uno nos entran ganas de llamar a todos los timbres y salir corriendo.

Si cuando vemos a Jordi Hurtado no podemos evitar pensar que ha hecho un pacto con el diablo. Por ese hombre no pasan los años.

Si un par de veces al año nos acordamos de las Mama Chicho.

Si en nuestro currículum sigue apareciendo el curso de Basic.

Si tenemos un cuñado que aún nos llama «machote».

Si cuando escuchamos «somos amigos» no podemos reprimir un… «y residentes en Madrid».

Y por último, si al despedirnos seguimos diciendo «adiós, pinfloyd». Pues lo dicho.