Hacia las diez le entró un hambre voraz. Se preparó un copioso desayuno-almuerzo y devoró hasta el último bocado. Luego fue a devolver la película al Blockbuster y preguntó si tenían El beso de la muerte. No hubo suerte, pero después de diez minutos de curiosear, se decantó por una sustituía titulada La última casa a la izquierda. Se la llevó a casa y la miró con atención. En la película, unos hombres violaban a una muchacha y la dejaban por muerta. Era tan similar a su propia experiencia que Tess estalló en lágrimas, llorando tan fuerte que Fritzy huyó de la habitación a la carrera. Sin embargo, la muchacha no se rindió y se vio recompensada con un final feliz: los padres de la joven terminaban asesinando a los violadores.
Retornó el disco a su caja, que depositó en el taquillón del recibidor. Lo devolvería al día siguiente, si aún seguía viva al día siguiente. Contaba con ello, pero nada era seguro; existían multitud de recodos extraños y curvas tortuosas en el sendero demasiado crecido de la vida. Tess lo había averiguado por sí misma.
Para matar el tiempo (las horas diurnas parecían transcurrir muy lentamente), volvió a conectarse a internet, en busca de información sobre el embrollo en el que se había metido Al Strehlke antes de que su padre se suicidara. No encontró nada. Posiblemente el vecino mentía más que hablaba (los vecinos muy a menudo lo hacen), pero Tess podía imaginar otro escenario: el problema habría sucedido cuando Strehlke era aún menor de edad. En casos así, los nombres no se transmitían a la prensa, y los registros judiciales (suponiendo que el caso hubiera llegado a los tribunales) se sellaban.
—Pero quizá fuera a peor —le dijo a Fritzy.
—Esos tipos a menudo van a peor —convino Fritzy. (Esto era raro; Tom solía ser el simpático. El papel de Fritzy tendía a ser el de abogado del diablo).
—Luego, unos años más tarde, pasó algo más. Algo peor. Digamos que mamá lo ayudó a encubrirlo…
—No te olvides del hermano pequeño —dijo Fritzy—. Lester. Podría haber estado también en el ajo.
—No me confundas con demasiados personajes, Fritz. Lo único que sé es que Al el Puto Camionero Grande me violó, y su madre pudo haber sido cómplice. Eso me basta.
—Puede que Ramona sea su tía —especuló Fritzy.
—Oh, cállate —le dijo Tess, y Fritzy obedeció.