Al salir del Gas & Dash, Tess había planeado conectarse a internet y ver si podía localizar una compañía de transportes por carretera, quizá una pequeña empresa particular, que operara fuera de Colewich o de alguna de las poblaciones vecinas. Una compañía con un nombre de ave, probablemente halcón o águila. Era lo que las damas de Willow Grove hubieran hecho; sus ordenadores las enloquecían, y se enviaban mensajes de texto continuamente, como adolescentes. Otras consideraciones aparte, resultaría interesante probar si su versión de sabuesa aficionada funcionaba en la vida real.
Mientras tomaba la salida de la I-84 a dos kilómetros de su casa, decidió que primero realizaría una breve investigación sobre Ramona Norville. Quién sabía, a lo mejor descubría que, además de presidir Books & Brown Baggers, Ramona era la presidenta de la Sociedad por la Prevención de Violaciones de Chicopee. Se trataba incluso de algo plausible. Resultaba más que evidente que la anfitriona de Tess había sido no solo una lesbiana, sino una tortillera, y las mujeres con aquella clase de convicción a menudo no profesaban cariño hacia los hombres del género no-violador.
—Muchos pirómanos pertenecen a la brigada de bomberos voluntarios de sus localidades —apuntó Tom mientras ella torcía hacia su calle.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Tess.
—Que no deberías descartar a nadie basándote en sus afiliaciones públicas. Las damas de la Sociedad de la Calceta nunca lo harían. Pero, cómo no, compruébalo en la red. —Tom hablaba con un tono de «por favor, faltaría más» que pilló a Tess un poco por sorpresa. Era ligeramente irritante.
—Qué amable por su parte concederme permiso, Thomas —contestó.