24

Accedió a un vestíbulo que abarcaba toda la longitud del edificio hacia el lado del aparcamiento. Las paredes estaban decoradas con imágenes publicitarias: grupos en ropa de cuero, grupos en vaqueros, un grupo todo de chicas en minifalda. Un bar auxiliar se extendía más allá de los percheros; sin taburetes, solo una barra donde se podía beber algo mientras esperabas a alguien o porque el bar interior estuviera a reventar. Un solitario cartel brillaba por encima de las botellas ordenadas: BUDWEISER.

Te gusta Bud, a Bud le gustas tú, pensó Tess.

Se quitó las gafas oscuras para poder andar sin tropezar con algo y cruzó el vestíbulo para echar un vistazo a la sala principal. Era una superficie amplia de donde emanaba olor a cerveza. Del techo pendía una bola de espejos, ahora apagada e inmóvil. El piso de madera le recordó a la pista de patinaje sobre ruedas donde ella y sus amigas prácticamente habían vivido durante el verano anterior al inicio de la escuela secundaria. Los instrumentos aún en el escenario, sugiriendo que Los Panaderos Zombis regresarían esa noche para otra buena ración de rock’n’roll.

—¿Hola? —Su voz resonó en la sala.

—Estoy aquí mismo —contestó una voz susurrante a su espalda.