EPÍLOGO DEL AUTOR
Querido lector:
En sus manos tiene una novela histórica. Histórica, por la descripción de la época y sus acontecimientos y, en particular, las tensiones entre el Imperio otomano, la Rusia zarista y el Imperio británico en su afán por penetrar en el mundo asiático, algo que el escritor Rudyard Kipling, nacido en la India pocos años después de la gran aventura de Sarah Kincaid, llamaría con acierto la «Gran Partida». Pero también es histórica en la descripción del pensamiento de ese momento, del cual se han tomado los elementos fantásticos de la historia.
Existieron de verdad círculos y sociedades secretas consagrados a reinterpretar los mitos y a descifrar los secretos de la Antigüedad, y que tenían el firme convencimiento de desarrollar a partir de todo ello un futuro nuevo y prometedor. Se generó una confianza absoluta en las maravillas de la técnica, que creía ver en el magnetismo y en otras fuerzas de la física la respuesta a todos los retos futuros. Y también hubo escuelas de pensamiento que situaron el origen de la humanidad en legendarias razas superiores, una ideología cuestionable que contribuiría en parte a forjar las bases (seudo) mitológicas del fascismo del siglo XX. En este sentido, la cuarta y última aventura de Sarah Kincaid proporciona un retrato tremendamente preciso de una época presa entre el pasado y la modernidad, entre los mitos y la realidad, y cuyas tensiones internas desembocaron finalmente en dos sangrientas guerras mundiales.
En la recreación concreta de las vivencias de Sarah me he permitido de nuevo algunas licencias, que aunque he tomado de la tradición victoriana tienen también algún que otro guiño que el lector me disculpará. Mi empeño principal era volver a entretenerle a usted, que ha leído los cuatro volúmenes de las memorias de Sarah, así como responder a todas las cuestiones que se habían ido planteando a lo largo de la serie.
Cuando miro atrás me cuesta creer que he pasado cinco años de mi vida con lady Kincaid, sus amigos y sus enemigos. Por una parte, porque siento gran aprecio por todos mis personajes y siempre me ha hecho feliz darles vida. Por otra, porque también me lo he pasado en grande siguiendo la historia de Sarah y su apasionante búsqueda en ese mundo imaginario entre la mitología y la historia. Ahora la búsqueda ha tocado a su fin, y solo me queda dar las gracias a mis leales compañeros de viaje: ante todo a mi familia, por su amor y su apoyo incansable; a mis amigos, dentro y fuera del ámbito editorial, así como aquellos que me han ayudado con su saber y sus conocimientos en la creación de esta novela (y además, en distintos idiomas). Doy las gracias al grupo editorial Lübbe; a mi editor, Stefan Bauer, y también a la colaboradora en prácticas Judith Mandt, por su especial implicación; también me gustaría expresar mi agradecimiento a mi agente, Peter Molden, así como al ilustrador (de la edición original) Daniel Ernle.
Y, como no podía ser de otro modo, le doy las gracias a usted, amable lector, porque sin lectores los autores estamos tan desvalidos como un pez fuera del agua. Gracias por habernos acompañado a mí y a Sarah en este apasionante viaje. Le invito de todo corazón a seguirme en nuevos horizontes históricos, en una nueva aventura épica.
MICHAEL PEINKOFER
Julio de 2009