Para David Luhn.
En este mundo nuestro acosado por dragones, salió al
campo de batalla un poeta. Protegido por la brillante
armadura de su intelecto y con Henry James como su
valiente y leal escudero, entró en liza con un ejército a
su mando de palabras elocuentes y pensamientos
cuidadosamente elaborados. Se ganaran o se perdieran las
batallas, todas las noches nos sentábamos alrededor del
campamento telefónico y escuchábamos sus historias de guerra
hasta que asomaban las primeras luces del alba. Porque
así obran los guerreros, y también los amigos. Aunque
no pudimos tostar a la lumbre de la hoguera los dulces
de merengue y gelatina como se hace en cualquier otro campamento.
A partir de entonces, unos y otros formamos parte de
los recuerdos de los demás. Tampoco se borrarán de
nuestra memoria las facturas del teléfono.