15. Malas noticias


Rothen acababa de ponerse una túnica limpia cuando oyó que se abría la puerta de sus aposentos.

—¿Lord Rothen? —lo llamó Tania.

Al percibir la urgencia en la voz de su sirvienta, el mago se dirigió a toda prisa a la puerta del dormitorio. Tania estaba de pie en el centro de la habitación, retorciéndose las manos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Rothen.

Tania fijó en él una mirada de aflicción.

—El Gran Lord y Sonea fueron detenidos anoche.

Rothen inspiró, y sintió que lo invadían la esperanza y el alivio. ¡Por fin habían detenido a Akkarin! Seguramente el Gremio había descubierto su delito, le había plantado cara… ¡y había vencido!

Pero ¿por qué habían apresado también a Sonea?

En efecto, ¿por qué? La euforia se extinguió y cedió el paso a aquel miedo acuciante que conocía bien.

—¿Por qué los detuvieron? —se obligó a preguntar.

Tania parecía indecisa.

—Es información de tercera o quinta mano, lord Rothen. Podría no ser correcta.

—¿Por qué? —repitió él.

La mujer hizo una mueca.

—El Gran Lord fue detenido por asesinar a lord Jolen, su familia y sus sirvientes, y por haber aprendido algún tipo de magia. ¿Magia negra, se dice? ¿Qué es eso?

—La magia más perversa de todas —respondió Rothen con gravedad—. Pero ¿y Sonea? ¿Por qué la apresaron a ella?

Tania abrió las manos hacia los lados.

—No estoy segura. Por ser su cómplice, tal vez.

Rothen se sentó en uno de los sillones de la sala de invitados, y respiró larga y profundamente. El Gremio tendría que contemplar la posibilidad de que Sonea estuviera implicada. Eso no significaba que ella fuera culpable.

—No le he traído nada de comer —se disculpó Tania—. Sabía que querría conocer la noticia lo antes posible.

—No te preocupes —dijo él—. De todos modos, parece que no tendré tiempo de ingerir nada —se puso de pie y dio un paso hacia la puerta—. Creo que más vale que tenga una pequeña conversación con Sonea.

Tania forzó una sonrisa.

—Me lo imaginaba. Infórmeme de lo que ella le cuente.

El joven que iba sentado frente a Dannyl en el carruaje estaba tan delgado que daba lástima. Aunque Farand había recuperado suficientes fuerzas para caminar durante la semana siguiente a su envenenamiento, todavía tardaría un tiempo en recobrarse del todo. Pero estaba vivo y agradecido por ello.

Dannyl había cuidado del joven noche y día durante todo el viaje. Le había resultado fácil combatir el sueño y el cansancio con sus poderes sanadores, pero eso le había costado caro. Al cabo de una semana, su estado era casi tan delicado como el aspecto de Farand.

El coche atravesó las puertas del Gremio. Farand se quedó boquiabierto cuando la universidad apareció ante él.

—Es preciosa —dijo jadeando.

—Sí —Dannyl sonrió y miró por la ventana. Había tres magos al pie de la escalera: el administrador Lorlen, el administrador expatriado Kito y lady Vinara.

Dannyl sintió una punzada de ansiedad y decepción. Había esperado que lo recibiese el Gran Lord. «Pero probablemente querrá hablar de todo en privado.»

Cuando el carruaje se detuvo frente a la escalinata, Dannyl se apeó y Farand lo siguió. Los tres magos superiores lo contemplaron con una mezcla de curiosidad y recelo.

—Embajador Dannyl —dijo Lorlen—. Bienvenido a casa.

—Gracias, administrador Lorlen. Administrador Kito, lady Vinara —saludó Dannyl, inclinando la cabeza—. Les presento a Farand de Darellas.

—Bienvenido, joven Darellas —dijo Lorlen—. Me temo que ha surgido otro asunto que requerirá nuestra atención durante unos días. Procuraremos que estés lo más cómodo posible y nos encargaremos de tu excepcional situación en cuanto hayamos resuelto esa otra cuestión.

—Gracias, administrador —respondió Farand un tanto cohibido.

Lorlen asintió, dio media vuelta y comenzó a subir la escalinata de entrada a la universidad. Dannyl frunció el entrecejo. Había algo raro en el comportamiento de Lorlen. Parecía incluso más agobiado que de costumbre.

—Ven conmigo, Farand —indicó Vinara al joven. Cuando miró a Dannyl, su expresión se ensombreció—. Duerma un poco, embajador. Tiene que subsanar lo que ha perdido.

—Sí, lady Vinara —convino Dannyl.

Mientras Farand se alejaba tras Vinara, dirigió a Kito una mirada inquisitiva.

—¿Cuál es ese otro asunto del que hablaba el administrador Lorlen?

Kito exhaló un hondo suspiro.

—Anoche asesinaron a lord Jolen.

—¿Lo asesinaron? —Dannyl lo miró fijamente—. ¿Cómo?

El mago hizo una mueca.

—Con magia negra.

Dannyl se notó palidecer. Se volvió fugazmente hacia el carruaje en el que estaba el libro, bien guardado dentro de su baúl de viaje.

—¿Magia negra? ¿Quién…?

—El Gran Lord ha sido detenido —añadió Kito.

—¡Akkarin! —Dannyl sintió que la pérdida de color y el frío se extendían por todo su cuerpo—. ¡Él no!

—Me temo que sí. Todas las pruebas apuntan a él. Ha accedido a colaborar en nuestra investigación. Mañana se celebrará una Vista.

Dannyl apenas lo escuchaba. Intentaba ordenar en su mente las coincidencias y los sucesos extraños. Pensó en la investigación que Lorlen le había pedido que iniciara y luego que interrumpiera. Pensó en el interés que Rothen había mostrado de pronto por la misma información, justo después de que Sonea se convirtiera en la predilecta de Akkarin. Pensó en lo que revelaba el libro del Dem. La magia ancestral, la magia superior… era magia negra.

Había supuesto que Akkarin había concluido su búsqueda sin haber hecho ese descubrimiento.

Por lo visto, estaba equivocado.

¿Lo sospechaban Lorlen o Rothen? ¿Era aquel el motivo de la investigación?

«¡Y pensar que iba a entregar ese libro a Akkarin!»

—Hablaremos del descarriado después de la Vista —dijo Kito.

Dannyl pestañeó y luego movió afirmativamente la cabeza.

—Por supuesto. Bueno, más vale que obedezca las órdenes de lady Vinara.

El mago vindeano sonrió.

—Que descanse.

Dannyl asintió y echó a andar hacia el alojamiento de los magos. ¿Dormir? ¿Cómo iba a dormir después de lo que acababa de escuchar?

«Continué esa investigación con el beneplácito de Akkarin, y llevo un libro de magia negra en mi equipaje. ¿Bastaría con eso para que me creyeran culpable de los mismos delitos? Podría esconder el libro. Desde luego no pienso dárselo a Akkarin… ni comentar con él nada de esto.»

Se le aceleró la respiración cuando se dio cuenta de lo que ello significaba para él desde el punto de vista personal. ¿Quién creería ahora a Akkarin cuando explicara que la relación entre Dannyl y Tayend solo era una artimaña para capturar a los rebeldes?

La última vez que Sonea había estado bajo la Cúpula había sido cuando se entrenaba para el desafío con Regin. Era una esfera de piedra enorme y hueca en la que antiguamente se ejercitaban los guerreros. El Gremio la había abandonado cuando se había construido la Arena, pero ella la había usado para preparar su combate con Regin sin que él o sus seguidores pudieran espiarla. Akkarin había reforzado las paredes a fin de cerciorarse de que Sonea no las dañara. Irónicamente, su magia ahora contribuía a mantenerla aprisionada.

No es que hiciera el menor intento de fugarse. Había asegurado a Akkarin que seguiría sus instrucciones al pie de la letra. Él solo le había dicho que debían proteger a Takan y a Lorlen. Después la había intercambiado por Takan, lo que significaba que quería que estuviese allí.

O eso, o el Gran Lord estaba dispuesto a sacrificarla en aras de la promesa que había hecho a su sirviente.

«No —pensó—. Me necesita para corroborar su testimonio.» Takan estaba demasiado unido a Akkarin. Nadie le creería.

Sonea empezó a caminar de un lado a otro de la habitación. La puerta hermética permanecía abierta para que circulase el aire. Al otro lado había un par de magos que la vigilaban cuando se quedaba sola.

Pero no la habían dejado sola durante demasiado tiempo. Vinara, Balkan y Sarrin la habían interrogado por separado sobre las actividades de Akkarin. Ella no quería arriesgarse a revelar nada hasta que su tutor estuviese preparado, de modo que se había negado a contestar. Al final los tres magos se habían dado por vencidos.

Cuando se encontró por fin a solas, descubrió que no le gustaba. No dejaba de preguntarse dónde estaba Akkarin y si, al no soltar prenda, estaba obrando según sus planes. No tenía forma de saber qué hora era, si bien supuso que ya hacía rato que había amanecido. No había dormido en toda la noche, pero dudaba que hubiese podido pegar ojo aunque hubiera estado tendida en una mullida cama en vez de en el suelo de tierra.

Un movimiento al otro lado de la puerta captó su atención. Alzó la vista y sintió que algo se le clavaba en el corazón.

Rothen.

Entró en la Cúpula, con la preocupación reflejada en el rostro. Cuando sus miradas se encontraron, él intentó sonreír, y a ella se le hizo un nudo en el estómago a causa de los remordimientos.

—Sonea —dijo Rothen—. ¿Cómo estás?

La chica meneó la cabeza.

—Es una pregunta un poco tonta, Rothen.

Él echó un vistazo al interior de la Cúpula y asintió.

—Sí, supongo que sí —suspiró y miró a Sonea de nuevo—. Aún no han decidido qué hacer contigo. Lorlen me ha dicho que han encontrado libros de magia negra en tu habitación. ¿Los pusieron allí Akkarin o su sirviente para incriminarte?

—No —respondió Sonea dejando escapar un suspiro—. Yo los estaba leyendo.

—¿Por qué?

—Para entender al enemigo.

Rothen parecía contrariado.

—Sabes que el mero hecho de leer sobre magia negra es delito.

—Sí, lo sé.

—¿Y aun así has leído esos libros?

La joven lo miró a los ojos.

—Algunos riesgos valen la pena.

—¿Esperabas que esa información te sirviese para derrotarlo?

Ella bajó la vista.

—No exactamente.

Rothen guardó silencio por unos instantes.

—Entonces ¿por qué, Sonea?

—No puedo decírtelo. Aún no.

Rothen dio un paso hacia ella.

—¿Por qué? ¿Qué te ha dicho él para convertirte en su cómplice? Hemos localizado a tus tíos, Jonna y Ranel. Tanto ellos como sus hijos están sanos y a salvo. Dorrien vive y se encuentra perfectamente. ¿Estás protegiendo a alguien más?

Sonea exhaló un suspiro. «A toda Kyralia.»

—No puedo decírtelo, Rothen, por el momento. No sé lo que Akkarin le ha contado a nadie, ni lo que quiere que yo revele. Tendré que esperar a que se celebre la Vista.

Un destello de ira asomó a los ojos de Rothen.

—¿Desde cuándo te importa lo que él quiere?

—Desde que me enteré de por qué hace lo que hace —contestó Sonea, sosteniéndole la mirada—. Pero esa es su historia, no la mía. Lo entenderás todo cuando se decida a contarla.

Él la miró con escepticismo.

—Me cuesta creer eso, pero lo intentaré. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

La chica negó con la cabeza, pero luego recapacitó. Rothen sabía que hacía más de dos años que Lorlen estaba enterado del delito de Akkarin. ¿Qué ocurriría si se lo revelaba al Gremio? Alzó la vista hacia él.

—Sí —dijo en voz baja—. Protege a Lorlen.

Savara deslizó la mano sobre la sábana y sonrió.

—Qué agradable.

Cery soltó una risita.

—Un buen ladrón debe hacer que sus invitados se sientan cómodos.

—Tú no eres como los otros ladrones —comentó Savara—. Él está detrás de todo esto, ¿verdad?

—¿Quién?

—El Gran Lord.

Cery resopló con indignación.

—No fue solo por él.

—¿No?

—En parte fue por Sonea. Farén accedió a esconderla para que el Gremio no la encontrara, pero los otros ladrones lo obligaron a entregarla, de modo que para algunos Farén no cumplió su parte del trato.

—¿Y…?

—Si yo estaba dispuesto a tratar con Farén, otras personas también lo estarían. Así que me echó una mano con algunas cosas.

—¿De modo que Akkarin no tuvo nada que ver?

—Bueno, un poco —admitió Cery—. Tal vez yo no habría tenido agallas para hacerlo si él no me hubiese dado un empujoncito. Me facilitó la información justa sobre cada uno de los ladrones para garantizar que no intentaran detenerme. Es difícil decir que no a alguien que conoce muchos de tus secretos.

Savara se quedó pensativa.

—Da la impresión de que lo tenía todo planeado desde hacía tiempo.

—Es lo que pensé —Cery se encogió de hombros—. Cuando el asesino empezó a tocar las narices a los otros ladrones, me ofrecí a buscarlo. Eso les gustó. No sabían que ya llevaba meses en ello. Parecen un poco mosqueados porque no lo he encontrado, pero ellos no han tenido mejor suerte.

—Pero si has encontrado a varios…

—Ellos creen que solo hay uno.

—Ah.

—Al menos me parece que eso creen —añadió Cery.

—Y ahora lo saben, porque el último era una mujer.

—Seguramente.

Cery paseó la vista por los muebles de la habitación. Eran piezas de calidad, pero no excesivamente lujosas. No quería pensar que todo se lo debía a la ayuda de Akkarin.

—He intentado buscarme la vida por otros medios —dijo—. Si el mercado de localización de asesinos para los magos se agota, quiero poder seguir a flote.

Ella le dirigió una sonrisa irónica y deslizó el dedo por su pecho.

—Definitivamente prefiero que sigas a flote.

Cery le cogió la mano y la atrajo hacia sí.

—¿Ah, sí? ¿A qué clase de negocios te dedicas?

—Entablo contacto con aliados potenciales —respondió Savara, y movió sinuosamente el brazo hasta rodearlo con él—. Y preferiblemente un contacto muy estrecho con uno de ellos en concreto.

Lo besó de forma firme y tentadora. Cery sintió que se le aceleraba el pulso de nuevo.

Entonces alguien llamó a la puerta. Cery se apartó e hizo una mueca, como disculpándose.

—Tengo que ir a abrir.

—¿De verdad? —preguntó la joven, haciendo pucheros.

Él asintió.

—Gol no llamaría si no fuera importante.

—Más vale que lo sea.

Cery se levantó, se puso los pantalones y una camisa, y salió de la habitación. Gol caminaba de un lado a otro del recibidor de Cery, con una expresión muy distinta de la sonrisa bobalicona que este último esperaba.

—El Gremio ha apresado al Gran Lord —le informó Gol—. Y también a Sonea.

Cery miró fijamente a su segundo.

—¿Por qué?

—Un mago del Gremio fue asesinado anoche, junto con un montón de gente que había en su casa. Creen que lo hizo el Gran Lord —tras unos instantes, agregó—: Toda la ciudad está enterada.

Cery se dirigió a la silla más cercana y se sentó. ¿Akkarin detenido? ¿Por asesinato? ¿Y Sonea también? Oyó que la puerta de su dormitorio se abría. Savara asomó la cabeza, vestida del todo. Cuando sus miradas se encontraron, ella frunció el entrecejo.

—¿Puedes contármelo?

Cery sonrió brevemente, divertido por la pregunta.

—Han detenido al Gran Lord. El Gremio cree que anoche asesinó a un mago del Gremio.

Ella abrió mucho los ojos y salió al recibidor.

—¿Cuándo?

Gol se encogió de hombros.

—No lo sé. A toda la gente que estaba en casa de ese mago la mataron también, con algún tipo de magia mala. Magia negra. Sí, eso es.

Savara tomó aire.

—O sea, que es verdad.

—¿Qué es verdad? —preguntó Cery.

—Algunos ichanis aseguran que el Gremio no sabe magia negra y que la considera maligna. Como Akkarin la practica, creíamos que eso no era cierto —hizo una pausa—. Así que por esa razón actúa en secreto. Yo creía que no quería que los demás supieran que sus acciones del pasado habían contribuido a esta situación.

—¿Qué acciones del pasado? —preguntó Cery, perplejo.

Ella lo miró y sonrió.

—Ah, hay cosas de tu Gran Lord que no sabes.

—¿Como cuáles?

—Eso no me corresponde a mí decirlo —respondió la joven—. Pero sí puedo decirte que…

Calló de pronto al oír un golpe en la pared. Cery hizo un gesto afirmativo con la cabeza a Gol. El hombretón se acercó a la pared, echó un vistazo por la mirilla y apartó un cuadro. Apareció uno de los chicos que hacía recados a Cery.

—Hay un hombre que quiere verte, Ceryni. Ha dado una contraseña muy larga y dice que tiene malas noticias sobre una de tus amistades. Afirma que es urgente.

Cery asintió y miró a Savara.

—Será mejor que lo reciba para saber de qué se trata.

Ella se encogió de hombros y regresó al dormitorio.

—Pues entonces me daré un baño.

Cuando se volvió, Cery vio a Gol con una sonrisa de oreja a oreja.

—Ya puedes ir borrando esa expresión de tu cara —le advirtió Cery.

—Sí, Ceryni —respondió el hombre con humildad, aunque siguió sonriendo mientras enfilaba el pasadizo seguido por Cery.

Su despacho no estaba lejos. Había varias maneras de entrar y salir de él. Gol eligió el camino habitual, de modo que Cery dispuso de unos instantes para observar al visitante que estaba en la sala de espera a través de una mirilla.

Para su consternación, Cery se percató de que el hombre era sachakano. Luego reconoció la chaqueta y el corazón le dio un vuelco.

¿Por qué se había puesto ese hombre la chaqueta que Akkarin llevaba la noche anterior?

Cuando el hombre se volvió, la chaqueta se abrió para revelar un uniforme de sirviente del Gremio.

—Creo que sé quién es —susurró Cery, y se acercó a la puerta de su despacho—. Hazlo pasar en cuanto yo me haya sentado.

Unos minutos después, Cery se encontraba sentado ante su escritorio. La puerta de su despacho se abrió y el hombre entró.

—Bueno —dijo Cery—. Dice usted que tiene malas noticias sobre una de mis amistades.

—Así es —respondió el hombre—. Soy Takan, sirviente del Gran Lord. Lo han detenido por el asesinato de un mago del Gremio. Me ha enviado a ayudarle.

—¿A ayudarme? ¿Cómo?

—Puedo comunicarme telepáticamente con él —explicó Takan, tocándose la frente.

—¿Es usted mago?

Takan negó con la cabeza.

—Tenemos un vínculo, creado por él hace mucho tiempo.

Cery asintió.

—Entonces cuénteme algo que solo él y yo sepamos.

La mirada de Takan se perdió en la lejanía.

—La última vez que se reunió con usted, dijo que no volvería a traer a Sonea consigo.

—Cierto.

—Lamenta no haber podido mantener ese propósito.

—Más lo debe de lamentar Sonea. ¿Por qué la han detenido a ella?

—Por informarse sobre la magia negra —Takan suspiró—. Encontraron libros en su habitación.

—¿La magia negra está…?

—Prohibida —dijo Takan—. Es posible que el Gremio la expulse.

—¿Y el Gran Lord?

Takan pareció afligido de verdad.

—Lo han acusado de asesinato y de usar magia negra. Si lo declaran culpable tanto de lo uno como de lo otro, lo condenarán a muerte.

Lentamente, Cery movió la cabeza en un gesto afirmativo.

—¿Cuándo tomará el Gremio su decisión?

—Mañana celebrarán una Vista para examinar las pruebas y determinar si es culpable o no.

—¿Lo es?

Takan levantó la mirada, y sus ojos relampaguearon con ira.

—Él no asesinó a lord Jolen.

—¿Y qué hay de la acusación de usar magia negra?

El sirviente asintió.

—Sí, es culpable de eso. Si no la hubiera utilizado, no habría podido detectar a los asesinos.

—¿Y Sonea? ¿Es culpable?

Takan asintió de nuevo.

—El Gremio solo la ha acusado de informarse sobre la magia negra. Por eso se enfrenta a una pena más leve. Si supieran la verdad, le imputarían los mismos cargos que a Akkarin.

—Ella empleó magia negra para matar a la mujer, ¿verdad?

Aquello pareció sorprender a Takan.

—Sí. ¿Cómo lo sabe?

—He acertado por casualidad. ¿Debería asistir yo a esa Vista como testigo?

El hombre guardó silencio, y su mirada volvió a perderse en la distancia.

—No. Él le agradece el ofrecimiento. No debe dar a conocer su implicación en el asunto. Si todo sale bien, tal vez él le pida su ayuda en el futuro. Por ahora, solo tiene un favor que pedirle.

—¿Sí?

—Que se asegure de que la Guardia encuentra el cadáver de la asesina. Y de que lleve la daga encima.

Cery sonrió.

—Eso puedo hacerlo.

Desde la ventana de su despacho, Lorlen vio que Akkarin seguía en la misma postura que antes. Sacudió la cabeza. De alguna manera, Akkarin se las arreglaba para presentar un aspecto digno e imperturbable aun estando sentado en el suelo de la Arena, con la espalda apoyada en uno de los soportes y vigilado por veinte magos que rodeaban la palestra.

Lorlen apartó la mirada de él y la dirigió al interior de su despacho. En el centro, Balkan se paseaba. Lorlen nunca había visto tan inquieto al guerrero. Hacía un rato había oído a Balkan farfullar algo sobre la traición. Eso era comprensible. Lorlen sabía que el guerrero tenía en alta estima a Akkarin.

Sarrin estaba sentado en uno de los sillones y hojeaba uno de los libros procedentes del arcón de Akkarin. Habían decidido que uno de ellos debía tener autorización para leerlos, aunque en rigor era delito. La expresión de Sarrin era una mezcla de espanto y fascinación. De vez en cuando murmuraba algo para sí.

Vinara estaba callada, de pie frente a la estantería. Unas horas antes había tildado a Akkarin de monstruo. Balkan le había recordado que no podían estar seguros de que el Gran Lord hubiese hecho algo más que leer sobre magia negra. No la había convencido. Cuando se tocaba el tema de Sonea, sin embargo, Vinara parecía angustiada y dudosa.

Lorlen contempló los objetos que había sobre su escritorio: vidrios rotos, un tenedor de plata medio fundido y un plato con restos de sangre ya seca. Los demás seguían desconcertados respecto a esas cosas. La pequeña esfera de vidrio que habían encontrado en la mesa confirmaba la suposición de Lorlen. ¿Estaba Akkarin fabricando otro anillo como el de Lorlen, o enseñando a Sonea a hacerlos?

Al igual que Sonea, Akkarin se había negado a responder preguntas. Estaba decidido a esperar a que el Gremio al completo se reuniese para la Vista antes de explicarse. A eso había quedado reducida la colaboración que había prometido.

«Es injusto», se dijo Lorlen. Pensó en el anillo que llevaba en el bolsillo. El Gran Lord le había indicado que se lo quitara y lo tuviera a mano. Si Sarrin continuaba leyendo, sabría de la existencia de esos anillos y reconocería el de Lorlen. Este había contemplado la posibilidad de deshacerse de él, pero era consciente de las ventajas de mantener el vínculo con Akkarin. Su «amigo» aún parecía inclinado a confiarse a él. El único inconveniente era que Akkarin podía escuchar conversaciones ajenas cuando Lorlen lo llevaba puesto, pero eso ya no era un problema tan importante ya que, para impedir que el Gran Lord lo escuchase, le bastaba con quitarse el anillo.

Akkarin no quería que saliese a la luz que Lorlen conocía con anterioridad su interés por la magia negra.

El Gremio necesita a un líder en quien pueda confiar, le había enviado Akkarin. Un exceso de cambios y de incertidumbre podrían debilitarlo.

Rothen y Sonea eran las únicas personas que lo sabían, aparte de él. La chica no había dicho una palabra, y Rothen había accedido a callar lo que sabía sobre la implicación de Lorlen siempre y cuando ello no acarrease más problemas. A cambio, Lorlen había permitido al mago visitar a Sonea.

Todos alzaron la mirada al oír unos tímidos golpes en la puerta. Lorlen la abrió por medio de la voluntad, y el capitán Barran entró, seguido por lord Osen. El guardia hizo una reverencia, los saludó formalmente y se volvió hacia Lorlen.

—He visitado la tienda en la que trabaja la testigo —informó—. Según sus patronos, ella no se ha presentado en toda la mañana. Hemos ido a su domicilio, y su familia nos ha dicho que no regresó a casa anoche.

Los líderes de las disciplinas se miraron entre sí.

—Gracias, capitán —dijo Lorlen—. ¿Alguna cosa más?

El joven negó con la cabeza.

—No. Volveré mañana por la mañana, como me ha pedido, a menos que descubra algo más.

—Gracias. Puede retirarse.

Cuando la puerta se cerró, Vinara exhaló un suspiro.

—No me cabe duda de que el guardia encontrará su cadáver en cuestión de días. Desde luego, él no perdió el tiempo anoche.

Balkan sacudió la cabeza.

—Pero no tiene sentido. ¿Cómo sabe lo de la testigo? Si la hubiera sorprendido mirando, se habría asegurado de que esa mujer no llegara hasta el cuartel de la Guardia.

Sarrin se encogió de hombros.

—Tal vez no logró darle alcance. Luego, cuando ella salió del cuartel, se encargó de que no pudiera volver a testificar contra él.

—No es el comportamiento que yo esperaría de un mago negro —comentó Balkan—. Si tan preocupado está por ocultar las pruebas, ¿por qué fue tan descuidado unas horas antes, esa noche? ¿Por qué no se disfrazó? ¿Por qué…? —Se interrumpió al oír que alguien llamaba de nuevo a la puerta.

Lorlen suspiró y la abrió por medio de la voluntad. Para su sorpresa, Dannyl entró en el despacho. Había unas sombras oscuras bajo los ojos del embajador.

—Administrador —dijo Dannyl—. ¿Puedo hablar con usted, en privado?

Lorlen frunció el entrecejo, irritado.

—¿Es para tratar el tema del descarriado, embajador?

—En parte —Dannyl miró fugazmente a los demás y habló despacio, como eligiendo las palabras con cuidado—. Pero no únicamente. No vendría a verle si no creyera que tenemos un asunto urgente que discutir.

Vinara se levantó.

—De todos modos, ya estaba hartándome de tantas conjeturas —declaró, dirigiendo una mirada directa y significativa a Sarrin y a Balkan—. Si nos necesita, administrador, no tiene más que llamar.

Dannyl se apartó a un lado e inclinó la cabeza en un gesto cortés mientras los tres magos salían de la habitación. Cuando cerraron la puerta tras sí, Lorlen fue hasta su escritorio y se sentó.

—¿De qué asunto urgente quería hablarme?

Dannyl se acercó.

—No sé muy bien por dónde empezar, administrador. Estoy en una situación incómoda. En dos situaciones incómodas, si tal cosa es posible —aguardó un instante y volvió a hablar—. Aunque usted dijo que ya no necesitaban de mi ayuda, yo continué con mis investigaciones sobre la magia por interés personal. Cuando el Gran Lord se enteró, me animó a seguir adelante, pero para entonces ya quedaba poco por descubrir en Elyne. O eso creía yo.

Lorlen arrugó el ceño. ¿Akkarin había animado a Dannyl a seguir adelante?

—Después, cuando mi ayudante y yo estábamos ganándonos la confianza de los rebeldes, descubrimos un libro que obraba en poder de Dem Marane —Dannyl se llevó la mano al interior de la túnica y sacó un volumen deteriorado que depositó sobre la mesa de Lorlen—. Despejaba muchas de nuestras dudas sobre la magia ancestral. Al parecer, la modalidad de magia ancestral conocida como «magia superior» es en realidad magia negra. Este libro contiene instrucciones sobre su uso.

Lorlen fijó la vista en el libro. ¿Se trataba de una casualidad, o sabía Akkarin que los rebeldes lo tenían? ¿Estaba colaborando con ellos, tal vez? Contuvo el aliento. ¿Era así como había aprendido magia negra?

En ese caso, ¿por qué los había entregado?

—Ya lo ve —dijo Dannyl—. Estoy en una situación incómoda. Algunos podrían suponer que he investigado la magia negra con el permiso del Gran Lord, y que las órdenes de este de capturar a los rebeldes eran un intento de adquirir más conocimientos al respecto —hizo una mueca—. A decir verdad, he leído parte de ese libro, lo que significa que he infringido la ley que prohíbe informarse sobre la magia negra. Pero no conocía su contenido hasta que empecé a leerlo.

Lorlen sacudió la cabeza. No era de extrañar que Dannyl se viese angustiado.

—Entiendo su preocupación. No podía saber adónde lo llevaría su investigación. Yo mismo tampoco lo sabía. Si a alguien se le ocurriese sospechar de usted, tendría que sospechar también de mí.

—¿Conviene que lo explique todo en la Vista?

—Lo hablaré con los magos superiores, pero no creo que sea necesario —respondió Lorlen.

Dannyl pareció aliviado.

—Hay un asunto más —añadió en voz baja.

¿Otro? Lorlen reprimió un gruñido.

—¿Sí?

Dannyl bajó la vista al suelo.

—Cuando el Gran Lord me pidió que encontrara a los rebeldes, sugirió que mi ayudante y yo les diésemos a entender algo que ellos pudieran utilizar para obligarnos a colaborar por medio del chantaje. Akkarin prometió asegurarse de que el Gremio supiera que dicha información era solo un engaño urdido para ganarnos la confianza de los rebeldes —Dannyl levantó la mirada—. Pero, obviamente, Akkarin ya no está en condiciones de hacer eso.

De pronto, a Lorlen le vino a la cabeza una conversación que había mantenido con Akkarin junto a la Arena, mientras veían luchar a Sonea.

«El Gremio perderá su interés por el asesino una vez que el embajador Dannyl llegue con el descarriado, Lorlen.»

¿Se estaba refiriendo a algo más que a la existencia de los rebeldes? ¿En qué consistía esa información que Dannyl había ideado para ganarse la confianza de los rebeldes?

Miró al embajador, quien desvió la vista, claramente avergonzado. Poco a poco, Lorlen comenzó a encajar como piezas de un rompecabezas los rumores que había oído, hasta que dedujo lo que Dannyl había hecho creer a los rebeldes.

«Interesante —pensó—. Y una decisión audaz, teniendo en cuenta los problemas a los que Dannyl tuvo que enfrentarse cuando era aprendiz.»

—O sea, que teme que nadie crea lo que Akkarin diga sobre usted, porque su integridad está en entredicho.

—Sí.

—¿Es más sólida la integridad de los rebeldes? —Lorlen negó con la cabeza—. Lo dudo. Si le preocupa que nadie crea a Akkarin, convenza a la gente de que la idea la tuvo usted.

Dannyl abrió bien los ojos. Enderezó la espalda y asintió.

—Por supuesto. Gracias, administrador.

Lorlen se encogió de hombros y miró a Dannyl con mayor detenimiento.

—Tiene aspecto de no haber dormido en una semana.

—Y así es. No quería que todo el esfuerzo que me había costado salvar la vida a Farand resultase inútil.

Lorlen frunció el entrecejo.

—Entonces más vale que regrese a sus aposentos y descanse. Le necesitaremos mañana.

El joven mago consiguió esbozar una sonrisa cansina. Señaló con la cabeza el libro que había sobre el escritorio de Lorlen.

—Ahora que me he quitado eso de encima, creo que ya no tendré problemas para dormir. Le reitero mi agradecimiento, administrador.

Cuando se marchó, Lorlen suspiró. «Al menos alguien pegará ojo.»