[1] El titulo del primer relato en el volumen publicado en 1934 tenía el defecto, como asimismo los de las otras dos novelas cortas, de presentar estas tres narraciones como una imitación sistemática de la obra de los tres pintores, lo que no era cierto. Escogí el título de A la manera de Durero a causa de la ilustre Melancholia, en la que vemos a un sombrío personaje, que sin duda representa al genio humano, meditando amargamente entre sus instrumentos; pero un lector de talento literario me hizo notar que la historia de Zenón era más flamenca que alemana. La observación es más certera hoy que antaño, pues la segunda y tercera partes, entonces inexistentes, transcurren por entero en Flandes, y los temas boschianos y breughelianos de desorden y horror en el mundo abundan en la obra, cosa que no hacían en el antiguo ensayo.<<
[2] No me corresponde discutir aquí las razones de esta actitud, admirablemente analizada por Léon Blanchel, Campanella, París, 1920, en lo que concierne a un gran número de filósofos del siglo XVI. El libro de J. Huizinga sobre Erasmo, partiendo de un punto de vista muy diferente, muestra en un caso particular los mismos efectos de las mismas causas. Digamos tan sólo que el prior de los Franciscanos tiene razón al discernir, en las críticas que Zenón dirige a Lutero, un ataque encubierto contra el cristianismo mismo.<<
[3] Para los experimentos médicos y quirúrgicos de Zenón, véase: Les Dissections anatomiques de Léonard de Vinci, por E. Belt, y Léonard de Vinci et l’expérience scientifique au seizème siècle, Presses Universitaires de France, 1953. Para el enunciado de la teoría de Cesalpin y, en general, para las investigaciones botánicas del Renacimiento, léase, entre otras, la primera parte de la obra de E. Guyenot, Les Sciences de la vie aux dix-septième et dix-huitième siècles, Paris, 1941. <<
[4] En lo que concierne al «fuego líquido», que fue durante mucho tiempo el arma secreta de Bizancio y que luego contribuyó a la conquista mongol, la prohibición que de ella hizo el Concilio de Letrán en Occidente (1139) fue respetada en parte porque la nafta, materia prima indispensable, se hallaba casi fuera del alcance de los ingenieros militares occidentales; la pólvora de cañón la relegó después, hasta nuestros días, al cajón de los «progresos» olvidados. El invento de Zenón consistía, pues, en recuperar la vieja fórmula bizantina y asociarla a unos nuevos procedimientos balísticos. Véase al respecto: R. J. Forbes, Studies in Ancient Technology, vol. 1, Leiden, 1964. <<
[5] Paracelso, Das Buch Meteororum, ed. de Colonia, 1566, citado por B. de Telepnef, Paracelsus, Saint-Gall, 1945. <<
[6] El fragmento 99 de Petronio, tal como lo cita Henri-Maximilien, se ha visto aumentado en unas cuantas líneas inauténticas que aquí se suponen compuestas, por necesidades del argumento, por algún apasionado humanista del Renacimiento, puede que por el mismo Henri-Maximilien. In summa serenitate es un noble apócrifo. <<
[7] Véase, para estas complejas cuestiones de derecho mitad canónico, mitad civil, los inmensos expedientes reunidos por Luigi Amabile, Fra Tommaso Campanella, Nápoles, 1882, 3 vols. <<
[8] Desclée de Brouwer, Brujas, y A. G. Berry, Londres, 1926. <<
[9] Para este asunto, así como para varios de los incidentes mencionados en el párrafo anterior, véase: Mémories anonymes sur les troubles des Pays-Bas, editadas por J. B. Blaes, Bruselas, Heussner, 1859-1860, 2 vols. <<