Como a todo el mundo, y en este caso no tengo el menor reparo en generalizar, me costó descubrir el sentido sagrado del sexo. Mi juventud coincidió con una época de extrema libertad, con descubrimientos importantes y muchos excesos, seguida de un período conservador, represivo, el precio que había que pagar por los abusos que realmente dejaron secuelas un poco duras.

En la década de los excesos (hablamos de los años setenta), el escritor Irving Wallace escribió un libro sobre la censura norteamericana, utilizando para ello las maniobras jurídicas que pretendían impedir la publicación de un texto sobre sexo: Los siete minutos.