A las afueras de Draguan, en un terreno despejado, las tropas encabezadas por Aymard de la Gran Cilla se reunieron con las que Jorge Aja había traído desde Passier. Juntas, formaban un contingente de cincuenta hombres.
El obispo Aja recibió a Aymard y Gilbert de Lorris en cuanto se apearon de los caballos. Les explicó el objetivo de la expedición contra la aldea, pintando a los supervivientes de Heurteloup como peligrosos herejes. Con todo lujo de detalles, inventó supuestas ofensas a la Cruz, relató el asesinato de tres inocentes y les imputó la muerte de Haquin. El discurso hizo su efecto sobre los dos hombres; la voluntad de obedecer de Aymard seguía tan intacta como al salir de las manos de Drona y Gilbert aún estaba en edad de dejarse impresionar por una buena arenga guerrera.
Aja sostenía un viejo pergamino en sus manos enguantadas. Era un detallado mapa de Heurteloup, con sus contornos y sus puntos de repliegue. Parecía haber servido a menudo…