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El lunes a primera hora, Linda Martinez informó a Toivonen del estado de sus averiguaciones sobre los hermanos Ibrahim y su primo Hassan Talib.

Todo iba según lo previsto, e incluso un poco mejor de lo que cabía esperar. Ya habían colocado emisores en tres de los vehículos que se le conocían a la familia Ibrahim. Habían encontrado un Mercedes, del que antes no tenían noticia y que al parecer usaba Hassan Talib. Y si el dios de los investigadores, con su vista de halcón, les era propicio, Martinez contaba con poder localizar dos de sus números de móvil aquel mismo día.

—Andan de acá para allá, cada uno por su lado. Talib ha estado ligando con una chica en el Café Opera, y se ha ido en taxi a su casa. Vive en Flemingsberg. Farshad y Afsan se han ido del Café poco después, rumbo a la casa de Sollentuna. Al salir del taxi delante de la casa de la chica, Talib ha hecho una llamada y, unos segundos después, le ha sonado el móvil a Farshad, que ya había llegado a la casa. Los chicos de localización telefónica están extrayendo los datos; como tienen sus posiciones y la hora exacta, creen que funcionará.

—Pues claro que funcionará —dijo Toivonen. Si estuviéramos en guerra, tendría que funcionar—. ¿Tienes algo más? —preguntó.

—Puede que un problema —dijo Linda Martinez—. Echa un vistazo a estas fotos y comprenderás a qué me refiero —añadió entregándole una funda de plástico con las fotografías que habían hecho durante la vigilancia.

Le bastó con una rápida ojeada a la primera del montón. A ese enano seboso lo mato yo, pensó Toivonen.

—Cuéntame —dijo.

Farshad y Afsan habían salido de la casa de Sollentuna hacia las once. Veinte minutos después, recogieron a Talib en el centro, en la calle Regeringsgatan. Luego se fueron los tres al Café Opera.

—A las once y media en punto entraron en el restaurante —dijo Linda Martinez—. Dos de los míos los siguen. Una vez dentro, descubren que el colega Bäckström está en la barra con una mujer. Los hermanos Ibrahim y Talib se encuentran a unos metros y, según mi novio que, por cierto, es Frank Motoele, es obvio que están vigilando a Bäckström. Además, Motoele tiene la impresión de que, por lo menos Farshad, trata de tener contacto visual con la mujer que está con Bäckström. Sin embargo, no hay nada que indique ningún contacto entre Bäckström y nuestros tres objetivos, sino que el colega parece completamente absorbido por la acompañante femenina.

Seis fotos de Bäckström y la acompañante. Varias más de los tres objetivos. Dos fotos donde Bäckström y la mujer aparecen en el fondo y Farshad Ibrahim en primer plano. De espaldas a la cámara.

Bäckström, apoyado en la barra. Sonrisas y gestos elocuentes para la hermosa mujer que tiene a su lado. Ella le corresponde con una sonrisa amplia, con risas, se diría que el acompañante la tiene fascinada.

—¿Sabemos quién es? —preguntó Toivonen.

—Sí —dijo Martinez—. Sandra Kovac la reconoció enseguida de sus días en los servicios de inteligencia en cuanto la vio entrar en el restaurante. Se llama Tatiana Thorén. De origen polaco, ciudadana sueca, Thorén por matrimonio, apellido que ha conservado tras la separación. De profesión, dama de compañía. Una de las más caras, según dicen. Entre diez mil y veinticinco mil por noche. Piso en la calle Jungfrugatan, en Östermalm. Rara vez lleva allí a los clientes. Casi siempre va a un hotel.

—¿Y qué pasó después?

—Poco después, Thorén y Bäckström se van del Café. Cogen un taxi en la puerta. Se van a casa de Thorén, donde pasan la noche. Bäckström no salió de su domicilio hasta las diez de la mañana siguiente. Un minuto después de que Bäckström y Thorén salgan del Café, abandonan también el local los hermanos Ibrahim. Se van derechos a la casa de Sollentuna. En el coche de Farshad. El Lexus negro. Y, como de costumbre, conduce Afsan. No hay el menor intento de seguir a Bäckström. Talib sale media hora después. Y lo hace acompañado de una joven. Coge un taxi y van a casa de la mujer, como ya he dicho. A ella también la hemos identificado, Josefine Weber, de veintitrés años, trabaja en una tienda de ropa vaquera de Drottninggatan. Sin mayores méritos. Se pasa la vida en los bares y sale con tíos como Talib. Sería pérfect que pudiéramos localizar su número de móvil. Tengo la sensación de que no debe de ser muy difícil.

—¿A ti qué te parece? —preguntó Toivonen.

—Que han ido al Café para echarle un ojo a Bäckström. Que Thorén ha ido a camelárselo y les ha dicho a los dos hermanos dónde estaba. Tiene toda la pinta de un intento normal y corriente de reclutarlo y, si quieres saber mi opinión, creo que ya se tienen medio ganado al supuesto colega Evert Bäckström. No puede ser casualidad que lo hayan elegido a él, teniendo en cuenta la reputación de ese hombre.

—Opino como tú —dijo Toivonen. A ese enano seboso lo mato yo, pensó.