¿De dónde coño salen?, pensó Bäckström tras despedir a la visita y cerrar la puerta. ¿De dónde sale tanta tía chiflada, a cuál más ida?, se preguntó.
Aproximadamente al mismo tiempo que Bäckström le decía adiós a su colega Annika Carlsson, Hanna y Axel buscaron consuelo en la mutua compañía y acabaron en la cama de Hanna.
Axel eyaculó en cuanto la penetró. No porque fuese la primera vez y Hanna fuese por lo menos una tía de notable, sin duda. Esa parte de la vida la aprendió Axel ya a la edad de trece años. La razón era mucho más compleja. Aunque era la primera vez que lo hacía con Hanna, lo único que Axel había tenido en la cabeza las últimas horas era a una joven policía que se llamaba Magda Hernandez. La primera matrícula cum laude de toda su vida, a pesar de que la escala solo tenía hasta matrícula.
Luego trató de reanimarse e hizo un nuevo intento, pero la imagen de Magda Hernandez y tener a Hanna allí al lado lo devolvieron de nuevo a la situación del agujero en el hielo.
—No lo entiendo. No me había ocurrido nunca —dijo Axel, que solo tenía ganas de echarse a llorar y salir corriendo.
—No es nada —dijo Hanna, y le pasó las uñas por la espalda cubierta de un sudor frío—. Seguro que todavía estás conmocionado.
Pobrecillo, pensó, porque tampoco era su primera vez.
—¿Sabes qué? —continuó—. Vamos a dormir, lo otro lo arreglamos mañana. No tiene ninguna importancia. —Me pregunto cuántas veces se habrá dicho esa frase, pensó.
Axel fingió que dormía y, en cuanto Hanna se durmió, se levantó despacio, se vistió sin hacer ruido y se deslizó hacia la calle.
Puede que sea lo mejor, pensó Hanna cuando oyó que cerraba la puerta. La vida seguía con o sin Axel y, además, dentro de unas cuantas horas, empezaría a ocuparse de los estudios.
Tengo que hablar con Magda, pensó antes de dormirse. Tenemos que hablar del briefing al que me dijo que asistiera.