Capítulo 26

Freyja abrazó a Nanna con fuerza. La valkyria miraba a Noah como si, de repente, se hubiera dado cuenta de que le habían salido veinte cabezas.

—¿Cómo que «hijo mío»? —preguntó estupefacta buscando respuestas en los ojos de la diosa.

Noah tragó saliva, frunciendo el ceño y negando con la cabeza. Pero aceptó la mano del dios.

—Puede que no entendáis nada de lo que está pasando —explicó Odín con tono de disculpa— pero será un honor que dejéis que me explique.

—¿Qué te expliques? —Noah miró a su alrededor, tan perdido que hasta tenía miedo. Echaba de menos el Midgard, su Black Country, a sus amigos, Noruega—. ¡Qué hay que explicar! ¡¿Por qué me llamas hijo?! ¡Mi padre es As Landin! ¡El único que cuidó de mí!

Nanna intentó tranquilizarle.

—Noah, espera… No puedes hablarle así. Es el dios padre. El Alfather.

—¡¿Y qué?! —rugió Noah—. ¡Loki me ha matado! ¡He fracasado! ¡He muerto en mi viaje! ¡Me importa un bledo que el pirata éste me diga que soy su hijo cuando he estado trescientos años perdido en el Midgard! ¡Eso no cambia nada! ¡Los demás están en peligro, preparados para luchar, y yo estoy aquí, viviendo una especie de capítulo de Juego de Tronos! Así que, o me haces volver abajo —señaló la barca—, o me matas de una vez por todas, porque no estoy interesado en recuperar vínculos familiares.

Freyja medio rio, y después carraspeó disimulando. Sin duda, tenía el carácter de Odín.

Éste levantó una mano para apaciguarlo.

—Siempre tuviste las ideas muy claras. Pero nunca me hablaste así. Eras muy comprensivo y te gustaba dialogar. Supongo que el Midgard te ha forjado.

—Supones bien. Ahora dime quién coño soy y acaba con esta pantomima de una vez.

Nanna abrió los ojos como platos y desvió la mirada hacia Freyja, que parecía entretenida y divertida con la situación.

—De acuerdo —aceptó Odín mirando el sol, que se ponía en el horizonte, tras Yggdrasil—. No tenemos mucho tiempo. —Odín tocó a la diosa, que abrazaba a Nanna, y a Noah, y los tres se desmaterializaron.

Aparecieron de nuevo en el interior del árbol, junto a las tres nornas.

Las tejedoras de los telares detuvieron un momento los hilos del destino. Miraron a Noah como si no se creyeran lo que veían.

—¡Era él! —dijo la dísir del pasado, Urdr.

—¡Es él! —exclamó Verdandi.

—¡Será él! —gritó Skuld señalándole con sus dedos. El telar de ésta se medio lio, por lo que corrió a corregirlo.

El interior del árbol poseía un lago con cisnes. Las tres dísir trabajaban allí, entre las raíces de Yggdrasil. El árbol del destino.

—Urdr —ordenó Odín—, necesito que me enseñes el telar del pasado, justo en el momento en que nació mi bien amado hijo.

La dísir de pelo rojo y marcas tribales en el rostro asintió, obediente. Buscó en una especie de cofre lleno de los anales de la historia de los dioses. Telares ordenados por tiempo. De repente, sacó uno y se lo lanzó a Odín.

Noah pensó que debía cogerlo, pero el telar se deshizo hilo por hilo. Una imagen congelada se dibujó ante sus ojos. La imagen adquiría movimiento. Odín le explicó qué estaban viendo.

—Cuando naciste, todos los dioses sintieron un amor inmediato por ti. Eras un bebé de pelo dorado y unos ojos azules llenos de bondad.

—Noah tiene los ojos amarillos —dijo Nanna, interrumpiendo al dios.

—Chis, valkyria —la interrumpió la diosa.

Odín prosiguió.

—Todos sabíamos que eras especial. Tú eras el mejor de los dioses, por tu bondad, por tu compasión, por tu empatía. En todos los reinos te adoraban. Así que, pensé, que el mejor de mis hijos, el más especial de todos, debía vincularse con los humanos para ayudarlos a ser mejores. Debías crear una estirpe de futuros dioses benévolos que enseñaran al humano a valorar el interior y el desarrollo espiritual, en vez del material y las posesiones. Porque la mayoría de dioses de nuestro panteón son demasiado violentos y vengativos…

—Esto es una locura. —Noah se quería ir de allí. No comprendía lo que veía.

—No. —Odín lo detuvo por la nuca y le obligó a mirar el telar en movimiento—. Tú te quedas aquí. Ésta es tu historia. Asúmela. Mi hijo debía conocer a alguien especial, que amara la Tierra y que respetara sus normas. Por eso, la elegida sería la hija de Nepr. —Miró a Nanna.

La valkyria palideció y parpadeó.

—¿Hija de quién?

—Nanna, la hija de Nepr fue la elegida por ti. Pero también fue elegida por Höðr, tu hermano ciego.

Nanna y Noah se miraron el uno al otro, intentando asimilar toda esa información. Empezaban a entender todo lo que habían soñado.

—Os enamorasteis —dijo Odín—. En todo el Asgard no había una pareja mejor avenida que vosotros. Sin embargo, Höðr sentía envidia de tu felicidad. Estaba celoso de que Nanna se enamorara de ti y no de él.

Freyja achicó los ojos. Ella también desconocía esa parte de la historia. El telar seguía mostrando imágenes de Höðr y de su odio hacia su hermano dorado. Los celos, la rabia de ser el ciego y el simplón podían con él.

Nunca había visto a Höðr a través del prisma imparcial que daba el telar. Al parecer, no era muy bueno.

—Sin embargo, tú y Nanna os casasteis y tuvisteis una vida feliz en el Asgard. Incluso concebisteis un hijo.

Nanna tenía los ojos llenos de lágrimas. Se tocaba el vientre con las dos manos, ante la atenta y compasiva mirada de Freyja. La diosa le acarició las trenzas, pero la valkyria se apartó, arisca.

—¿Un hijo? —repitió Noah.

—Sí. Tuvisteis a Forseti.

El berserker no se lo podía creer. Nanna tampoco. Ambos entrelazaron los dedos de sus manos.

—Pero mi hijo dorado empezó a tener sueños proféticos donde veía su muerte. Exactamente como te ha sucedido a ti ahora —resumió Odín—. Se lo contó a mi amada Frigg, su madre, y ésta, temerosa porque él muriese, conjuró una reunión de dioses en Gladsheim. Allí, todos los dioses hicieron una posible lista de todas las cosas que podrían dañar a su hijo…

—Estás narrando la historia de… —gruñó Noah, con los ojos rojos y tristes por la emoción—. Conozco perfectamente la historia.

—¿Ah sí? —preguntó Odín—. Entonces, si la conoces… ¿Quién eres, Noah? Atrévete a decirlo y a asumir el papel que has de jugar en nuestro destino.

El berserker y el dios se midieron el uno al otro, pero no dijo una palabra.

—Es Balder —repuso Nanna cubriéndose los labios con los dedos—. Noah es Balder. El dios dorado de la profecía.

Noah temblaba de rabia. ¿Cómo iba a ser él Balder? Eso era imposible.

—Mientes —le dijo.

—No. No miento —respondió Odín—. Tu madre, Frigg, obligó a toda criatura viviente de los nueve mundos a jurar que jamás te haría daño. Sin embargo, Loki, que estaba en contra de que tú te hibridaras con los humanos y compartieras tu sabiduría con una raza inferior, se disfrazó de muérdago y no hizo el juramento.

—Y además —puntualizó Freyja— sentía cierto resquemor, pues habíamos encerrado a sus hijos, Hela, Fenrir y Jörmundgander, para que dejaran de maltratarnos y de lastimar a los humanos.

—Así que —recordó Odín, con angustia, siguiendo las imágenes del telar—, Loki le dijo a Höðr que, si quería, él podía ayudarle a que Nanna se quedara libre y se casara con él. Para ello tenía que enviudar. Höðr, te odiaba, Balder…

—¡No me llames así! —gritó, y estuvo a punto de mutar allí mismo.

—Höðr decidió hacer caso a Loki. Éste le ofreció una flecha creada con la rama de muérdago que no había jurado ante Frigg y te disparó con su arco, siguiendo las directrices del Timador. De este modo, la profecía de la völva se cumplía. Balder había muerto y nosotros nos habíamos quedado huérfanos de dioses puramente buenos. En tu entierro, en tu pira funeraria, Nanna, que se había colado sin avisar a nadie, se quiso quitar la vida junto a ti, pues no podía vivir si tú no estabas a su lado.

—¿Y qué pasó con Höðr? —preguntó Nanna, secándose las lágrimas con despecho.

Odín se encogió de hombros.

—Höðr no sabía que tú te ibas a sacrificar, así que su alma oscureció y se tornó una especie de ermitaño arisco. Yo concebí a Vali, que lo mató. Si Höðr había asesinado a su hermano, él no tenía ningún derecho a vivir.

El telar desapareció ante sus ojos. Urdr hizo ademán de sacar otro y continuar con la historia, pero Odín la detuvo con un gesto de su mano.

—Ya es suficiente —dijo el Aesir—. El resto se lo cuento yo.

—Si morí una vez junto a Nanna, ¿qué hacemos vivos de nuevo? —se preguntó Noah, mirando de frente a su padre—. ¿Por qué tenemos recuerdos de una vida que no vivimos?

—Después de lo que pasó, cazamos a Loki, pues sabíamos que había sido el culpable. Lo encarcelé para toda la eternidad, pero él ya había hecho sus propias manipulaciones. A través de un hechizo había hecho revivir al cuerpo de Höðr, que ya no tenía recuerdos de quién era. Se lo llevó al Midgard, donde Loki trasladó su cárcel, en las entrañas de la Tierra. Era una cárcel que no podíamos detectar. Una cárcel —dijo, con misterio— que solo podría abrirse si Loki mataba de nuevo a uno de mis hijos —lamentó—. Pero pequé de soberbia. No me imaginé que Loki lo lograra. Hummus era Höðr, y trabajó para Loki durante muchísimo tiempo. Le enseñó toda su magia y lo adoptó como a un hijo.

—¿Y yo? ¿Y Nanna? ¿Qué pasó con nosotros?

—Cuando la völva nos narró la profecía del ocaso de los dioses, yo quería estar seguro de saber lo que iba a pasar. Me fui a la fuente de Mimir, y entregué mi ojo para ver con claridad qué sucedería con todos los mundos. El agua de la fuente me habló y decidí cambiar ese destino. La völva hablaba de que, al final, el dios dorado regresaría, y yo vi a la perfección cómo iba a regresar, por qué motivo. Así que hice lo que tenía que hacer. Viajé al pasado y, con la sangre de mi hijo Balder recién nacido y la magia seidr que me ilustró Freyja, creé una réplica de él. La original la llevé al Midgard para que As Landin cuidara de él, hasta que fuera el tiempo señalado. Después, volví a bajar al Midgard e hice la misma manipulación con Nanna.

Freyja miró a su valkyria de reojo.

—¿Yo soy una réplica de Nanna?

—No, tú eres la Nanna original. Hice una excepción contigo después de que Odín se arrodillara, y te convertí en valkyria. La réplica hizo tu papel de hija de Nep y mujer de Balder en el Asgard. Tú no venías de madres alcanzadas por truenos ni nada por el estilo, pero, de algún modo, sabía que eras especial. Te mantuve en el Valhall con todas mis guerreras e hice que fueras única. Nadie podía tocarte. Solo tu einherjar.

—Y no pude tocar a Noah hasta el momento idóneo en la cueva de Nerthus. Porque, si lo hacía antes de tiempo y perdía mi don —cavilaba Nanna a punto de sufrir un soponcio—, la energía que desprenden una valkyria y un berserker al hacer el amor no hubiera abierto la puerta de Nerthus y ella no habría podido preparar a sus guerreros.

—Exacto, trencitas. —Freyja volvió a acariciarle las trenzas—. Debía ser entonces, y no antes.

—¡¿Y cómo se suponía que yo debía descubrir quién era?! ¡¿Cómo se suponía que íbamos a reconocernos?! —gritó Noah con los puños apretados.

—Nanna te vio en el entierro de Gabriel, y tú la viste a ella. Allí os enamorasteis. De algún modo, os reconocisteis —explicó Freyja intentando hacerle entender la situación.

Noah recordaba ese momento. Para él supuso todo un impacto. Nanna entonces tenía el pelo corto y llevaba una capa. Estaba guapísima.

—¿Y mis pesadillas?

—Tú debías empezar a despertar en cuanto recibieras la puñalada del arma de Nanna. Un puñal guddine. Ése fue el catalizador —reconoció Odín—. Yo jamás había pensado en eso. Pero Freyja —la miró de reojo, contrito— fue más rápida que yo.

—Infinitamente más inteligente —reconoció la diosa—. No te morirás por reconocerlo, tuerto.

—Las runas —continuó Odín— le comunicaron a As que debía decirte la verdad para que emprendieras este viaje. Por eso te fue revelado tu origen. Nunca antes. Solo en el momento justo.

—¿Y si algo de todo eso hubiera fallado? —preguntó, incrédulo—. Es como una cadena de fichas de dominó. Si una falla, todo acaba. Os habéis arriesgado demasiado.

—Lo sé —asintió Odín—. Sin embargo, confiaba plenamente en vosotros y en vuestra actitud. Sabía que no me fallaríais.

—Pero te he fallado. —Noah se pasó las manos por el pelo—. Te he fallado a ti y a Nanna. Estoy muerto. Y, con mi muerte, la he matado a ella. A ella. —La tomó del rostro y lamentó su situación.

—Eso es porque Gibo os unió. La infusión de mi madre es muy poderosa —concedió Freyja—. Nanna se sacrificó cuando te quemaron. Lo justo es que Gibo os uniera del mismo modo. Por ejemplo: vuestros objetos no harían nada si estabais separados. En cambio, si estáis juntos, el collar y la llave funcionan. Es más, no podíais abrir la cueva en la que se ocultaba el barco si no estabais juntos. Pero todo esto es solo palabrería… Solo Odín sabe si de verdad le has fallado o no.

—Tú no me has fallado —anunció el dios—. Tú no. He sido yo quien se ha equivocado. Obviamente, te tenía en el Midgard porque estaba convencido de que tú descubrirías quién eras mucho antes de que Loki saliera. Y pensaba que tú le matarías. Pero nunca imaginé que él saliera mucho antes de lo previsto. Lo de Höðr me ha dejado bastante descolocado, fui un resabido. Y me equivoqué.

—¿Y en qué cambia eso el destino? —Nanna miró a las nornas y a sus telares, pero éstas la ignoraron.

—Cambia en el hecho de que Loki podrá abrir las puertas de su reino y estos arrasarán el Midgard. No dejarán nada en pie. Y nosotros no podremos salir de aquí y ayudaros hasta que alguien abra nuestra puerta.

—Pero… —repuso Noah—. Nosotros estamos aquí.

—No. No lo estáis —explicó Odín, paciente—. Son vuestras almas las que han venido a nosotros, allí donde yo os ordené. Pero vuestros cuerpos físicos permanecen bajo el hielo.

—¿Y qué carambola nueva esperáis? ¿Qué debe suceder ahora? —Noah estaba perdiendo la paciencia.

—Por ahora, tú estás aquí, junto a Nanna. El barco que viste abajo es el Hringhorni, la mayor nave del Asgard. Fue un regalo mío.

—¿Y para qué sirve?

—Para luchar. Es un barco invencible, nada lo puede demoler. Mientras sigáis en él, os mantendréis con vida. Pero solo se activa con esto. —Odín se sacó un anillo de su dedo pulgar—. Es mi anillo, Draupnir.

—Entonces… —Noah lo tomó entre sus dedos—. ¿Se supone que yo debía morir para recoger este anillo y manipular la nave?

—No. Tú no mueres, porque ya has muerto. La profecía ya lo ha dicho. Balder murió a manos de Höðr, por culpa de Loki. Por eso se origina todo el Ragnarök. De ahí la venganza de Loki en el Midgard… No puedes morir otra vez.

—Pero, Odín…, he muerto. Si era invencible y solo me podía matar el muérdago, ¿por qué Loki acabó conmigo?

—Porque el tótem de Loki es el Lævateinn: su extremo es parecido a una estaca y está hecho con la madera de las ramas del muérdago. Lo hizo así a propósito. Para recordarse que él acabó con mi hijo. Para recordárselo a todos —añadió con desgana.

—Puto muérdago —refunfuñó—. Soy un inmortal, un berserker… ¿Cómo es posible que una planta me mate? ¿Y cómo se supone que voy a regresar? Necesitáis que regrese, ¿no? ¿Cómo?

Aquélla era la gran pregunta que Freyja se hacía.

Odín estaba convencido de que Balder podría regresar, pero ella lo dudaba, porque, de hecho, había muerto de nuevo bajo la ley de Loki.

¿Qué otra ficha había preparado Odín?

—Creo que mi hombre está al llegar. Sé que hará lo que tenga que hacer.

—¿De quién hablas?

—Balder, mírame —le dijo Odín, con algo de súplica en la voz.

Noah lo encaró a regañadientes.

¿Quién era ese hombre que tenía ante sí con un parche en el ojo? ¿De verdad era su padre? ¿Y su madre? ¿Dónde estaba?

—Te mandé al Midgard para que tuvieras otro futuro y otro destino. Tú eres nuestra esperanza. En ti deposito mi fe en el cambio. Loki cuenta con mucha ventaja y yo no podré luchar a tu lado hasta que se den las circunstancias apropiadas.

—¿Qué circunstancias? Te haces llamar el dios de esas personas. Dices que ellos son tu experimento, ¿y así luchas en su nombre? Ellos necesitan vuestra protección —atravesó con la mirada amarillenta a Freyja y a Odín—. Y os estáis refugiando cobardemente tras los muros de estos reinos. No tendrán oportunidad de salvarse. Así no —aseguró apasionado.

—Todavía hay una oportunidad. Heimdal cerró todos los accesos para que nosotros no pudiéramos entrar a vuestro mundo. Del mismo modo, nadie puede entrar ni salir del nuestro. El destino de las nornas, el ocaso de los dioses, no llegará mientras nosotros permanezcamos aquí esperando esa oportunidad.

—Pero el Midgard sucumbirá a la destrucción. Tal vez Loki no consiga acabar con vosotros, pero… ¿y la Tierra? —preguntó, decepcionado—. ¿Qué será de ella?

—La Tierra vivirá hasta el último hálito de vida. Y, mientras haya vida, puede haber salvación. Ahora escucha bien lo que te voy a decir: en tu barco vive un enano llamado Litr. Él sabe cómo se activan los motores. Te hará una pregunta. Y solo tú sabrás la respuesta. Si es la misma que yo le rebelé, Litr te ayudará a poner en marcha el Hringhorni con la ayuda de Hyrrokin.

—¿Quién es Hyrrokin? —preguntó Nanna.

—Cuando te quemaron, necesitamos ayuda de una giganta para poder mover el barco, pues era demasiado pesado —explicó Odín. El sol se ponía entre las montañas. Ya no quedaba casi nada. Si Noah seguía ahí cuando se hubiera ocultado por completo, Hela se lo llevaría al Inframundo. Igual que a Nanna—. Su nombre es Hyrrokin, es una jotun que está en contra de Loki.

—¿Es posible?

—Sí. Ella le dará el empujón que el barco necesita para partir. —Odín cerró los ojos y sonrió—. Él ya está ahí.

—¿Quién?

—Él —repitió Odín—. Te ayudará a vivir. Acepta su regalo, Balder. Y acepta mis disculpas por todo lo que te he ocultado hasta ahora.

Un músculo palpitó en la mandíbula de Noah.

—Un padre —convino Odín con humildad— es capaz de hacer de todo por vengar la muerte de su hijo. Sigo queriendo que lideres el Midgard. Creo que sigo teniendo mucho que aprender de ellos. Así que regresa, dios dorado. Pronto nos volveremos a ver. Toma a Nanna y vuelve al lago de Yggdrasil. —El paisaje desapareció y regresaron al lago en el que reposaba la pira de madera en la que habían llegado los muertos—. Meteos ahí los dos. Y nunca, nunca desesperéis, incluso cuando creáis que llega el fin. Alzad los ojos, mirad hacia el cielo oscuro y hallaréis la única estrella en pie. Allí estaremos. Por ahí llegaremos.

Noah no estaba dispuesto a decirle nada más. Ni abrazos ni largas charlas sobre cómo había sido su vida… No tenía ganas de conversar con Odín, fuera o no su padre.

Nanna entrelazó los dedos con los suyos y se dejó guiar hasta la orilla.

—Vamos, Nanni.

—¡¿Sigo siendo valkyria?! —gritó ella, que estudió la reacción de Freyja. Había tenido un hijo, había sido humana… Freyja la convirtió en valkyria porque era lo que tenía que hacer. Pero era la esposa de un dios y había sido madre. ¿Dónde estaba su hijo Farbauti?

—Sí. Y eso es lo que te salva. Mientras haya guerra, Nanni, sigues siendo mi valkyria.

Ella miró al suelo y entró en el agua con Noah. Avanzaron hasta que les cubrió a media altura. Se miraron el uno al otro.

Eran eternos. Se habían enamorado en sus otras vidas. Y se habían vuelto a enamorar en ésta. Si había dos almas destinadas a estar juntos, ésas eran las suyas. Noah la abrazó y ella arrancó a llorar sobre su pecho. Y, súbitamente, justo cuando el sol se ponía entre las montañas por completo, Noah y Nanna vieron aparecer un nuevo barquito a lo lejos.

—Llegan dos nuevos guerreros en ese barco —dijo Freyja sin comprender—. ¿Odín, qué has hecho?

Él sorbió por la nariz. Freyja lo miró de reojo, consternada. El dios se había emocionado por volver a ver a su querido hijo. Ya casi no habían secretos entre ellos. Eran los dioses más fuertes y más poderosos del Asgard, y dependían de lo que hicieran sus creaciones para poder participar en la guerra o quedarse allí para siempre. Pero Noah había revivido… ¿Qué quería decir aquello?

—Tengo una pregunta para ti, Odín. ¿Serás sincero conmigo?

—Mi hijo va a revivir. No tengas ninguna duda.

—No, no es eso… Aunque siento mucha curiosidad al respecto. De hecho, no tengo ni idea de quiénes ocupan esa nueva pira funeraria. Sinceramente, no sé qué has podido orquestar para que Balder regrese, otra vez. —Puso los ojos en blanco—. Mi pregunta no va por ahí.

Odín tomó aire y lo soltó por la boca. Parecía tenso y cansado.

—Dime, Freyja.

—De acuerdo. Tú —le señaló con el índice e hizo circulitos con él— entregaste tu ojo para ver con absoluta claridad lo que iba a suceder de verdad, sin interpretaciones subjetivas de la völva.

—Sí, así es.

—Entregaste tu ojo para eso. Pero conozco el funcionamiento de la fuente de Mimir, así que sé con toda certeza que tuviste que entregar algo más a cambio para poder modificar el futuro. Cambiaste la realidad. ¿Qué te pidió Mimir a cambio?

Odín se frotó los labios con los dedos y se limpió una lágrima con el antebrazo.

—Lo más valioso para mí —respondió. Se dio la vuelta para llegar hasta Yggdrasil.

Freyja lo cogió por la muñeca y lo obligó a detenerse.

—¿Qué fue, Odín? Tienes dos piernas, dos brazos, un miembro… Estás completo. Si no fue algo físico, ¿qué diste para poder cambiar las cosas? Dímelo.

—Eso quedará para siempre entre Mimir y yo. No debe importarte.

—¿Crees que no puedo preguntarle a esa cabeza parlante? —le increpó—. Es mejor que me lo digas tú a que lo descubra yo.

—Nunca sabrás la verdad. —Sonrió—. Ahora debemos preparar a nuestros clanes. —Se soltó—. Necesitamos estar listos para cuando Heimdal toque su cuerno.

—¿Y cómo crees que lo tocará? —preguntó Freyja. Miró hacia el lago y se quedó boquiabierta por lo que vio: Noah y Nanna se estaban abrazando a las dos personas que acababan de llegar del otro lado. ¡Por todos los dioses!—. Loki va a abrir el portal. Va a clavar su puto bastón y entonces los suyos vendrán, y… todos los portales de la Tierra se cerrarán. Así pues, ¿cómo demonios Heimdal va a tocar el cuerno de los mundos si nadie podrá abrirlos? ¡Alguien tiene que venir de fuera y hacerlo! ¡Y el druida ya no puede! —protestó, nerviosa.

Odín se encogió de hombros.

—Dímelo tú, Vanir. Me has estado dando la réplica perfectamente en todo lo que yo hilaba en el Midgard. Sin tu ayuda, nada hubiera salido bien.

Freyja se quedó atónita al escuchar que Odín reconocía su labor.

—Y tengo la sensación de que solo tú tienes esa ficha escondida. Y no me vas a fallar en eso. En cuestiones de estrategia, nunca lo has hecho. En otros aspectos —la miró de arriba abajo, sonrojándola— sí, porque nunca cumples lo que prometes.

—Yo nunca prometo nada. Tus deseos te juegan malas pasadas, Odín. —Sonrió sin ganas.

—Me tenéis muy harta —repuso Hela, que estaba sentada sobre una de las raíces del árboles de los nueve reinos—. Dadme a mis almas. Las quiero. —Se pasó la lengua por los dientes puntiagudos.

—Es obvio que ya no están aquí, Hela. Están en el lago, regresando a casa. —Odín sonrió, abrió los brazos y dio una vuelta sobre sí mismo, abarcando todo a su alrededor—. ¿Y eso qué querrá decir?

—Que me la has jugado. ¿Y por qué no puedo ver a las dos nuevas que están entrando? —Estiró el cuello y achicó los ojos.

—Porque son almas de muerte honorable y ejemplar. Nunca podrían ser tuyas. Ni estas ni las otras. Los míos no van a tu casa.

—Dámelos —ordenó, repelente y mandona.

—No —contestó con severidad—. Mira al horizonte, tras las montañas de Yggdrasil… ¿Lo ves? Todavía queda sol. Has perdido.

—Sí, lo veo mejor que tú, Tuerto —contestó Hela.

—Ahora —le habló como una niña pequeña— intenta taparlo con un dedo.

Hela arqueó las cejas, pensando que le tomaba el pelo.

—Hazlo, Hela.

La hija de Loki levantó una de sus delgadas manos y cubrió el sol a lo lejos.

—Todavía ilumina el Asgard, ¿verdad? —preguntó Odín.

Ella dejó caer la mano y asintió.

—¿Sabes por qué?

—Ilumíname —contestó con desgana la guardiana del Inframundo.

—Por una simple razón que ni tú ni los de tu linaje comprenderéis jamás. Porque no se puede tapar al sol con un solo dedo.