Stinger’s Creek, centro-norte de Texas, 1990
Donnie miró un portapapeles imaginario.
—Busco a un ama de casa —dijo—: A una tal señorita Susie.
—Más gracioso que la mierda. —Duke estaba en el patio de adelante con pantalones de gimnasia grises y un par de guantes amarillos de goma. Estaba retorciendo el agua sucia de un trapo de la cocina.
—¡Mierda! —insultó Donnie—. Tu casa era toda blanca.
—Esta mañana está hecho una furia.
Donnie esquivó un cubo de agua para acercarse más a la casa de listones de madera. La parte izquierda era de un gris pálido amarronado y la derecha estaba lavada y había quedado lo más blanca que podía quedar. La pintura era barata y se estaba descascarillando y los delgados ríos de agua sucia se habían secado en la superficie.
—Tienes que lavar esto con el chorro de la manguera —le indicó Donnie.
—Sí, eso después de que haga una pequeña danza de la lluvia aquí en el patio —ironizó Duke.
Donnie amagó con sentarse en el escalón.
—Ni siquiera lo pienses —gritó Duke, al tiempo que le arrojaba con fuerza una esponja mojada contra el pecho desnudo.
—Hijo de puta —lo insultó Donnie. Cogió la esponja, la metió en el cubo de agua que había a su lado y se la lanzó de vuelta.
Duke rió, luego corrió detrás de él y lo agarró por detrás. Donnie se retorció.
—Oh, vamos —Duke le aplastó la esponja sucia en la cara de Donnie hasta que no pudo más de la risa.
Donnie se apartó inclinándose hacia delante y escupiendo tierra.
—A quemarropa —meneó la cabeza. Entró en la casa y metió la cabeza debajo del grifo de agua fría—. ¿No es extraño no tener a Wanda aquí? —comentó. No obtuvo respuesta—. Dije —gritó, sacando la cabeza por la ventana—, ¿no es extraño…?
—Te he escuchado la primera vez —aclaró Duke.
Donnie volvió a salir, cogió la esponja del cubo y comenzó a lavar la madera. Cada cinco minutos, se detenía y decía:
—Detesto esta mierda.
Duke lo ignoraba.
—De veras —decía Donnie—. Detesto esta mierda.
—Eso es —continuó Duke—. Echa un vistazo, entra y saca un poco de basura. ¿Crees poder encargarte de esa tarea?
—Aleluya. —Donnie arrojó la esponja a un lado y fue hasta una enorme caja de cartón marcada con una X.
—Déjame aclarar esto —dijo—. Nos desharemos de todo lo que tenga una X.
—Sí —coincidió Duke—. Como dije.
Donnie miró alrededor del patio y vio X por todas partes.
—¿No has dejado nada dentro?
Él se inclinó hacia una de las cajas.
—La misteriosa caja que había en el armario. Reconozco el cartel de NO ENTRAR. Se supone que eso es para la puerta del cuarto.
La rodeó con los brazos y la levantó hasta la cintura. Pero apretó demasiado y el fondo se desprendió. Él miró fijamente con la boca abierta.
—¿De dónde has sacado toda esta mierda? —le preguntó. Se volvió hacia Duke para escuchar una respuesta, pero él estaba mirando al vacío. Donnie se arrodilló y comenzó a escoger entre la pila de juguetes, todos cerrados. Héroes de acción originales detrás de las ventanas de plástico, camiones de basura, aviones de combate, guantes de boxeo, un pez dispenser, un juego de herramientas mecánicas. Los colores primarios brillaban bajo el sol.
—¿Siempre has tenido los Invasores del Espacio? —preguntó Donnie sin querer, señalando otra de las cajas—. Eh, mira a este pequeñito —comentó mientras tomaba un oso amarillo pálido con una etiqueta que decía «Benton».
—¿Cómo has podido ocultar al pobre Benton en este armario oscuro… —cogió un muñeco alto y negro—… junto con Dark Vader? A menos que sea… —bajó la voz hasta un tono dramático— …su padre.
rió nerviosamente. Miró a Duke. Él esperaba en silencio, luego se puso de pie y comenzó a recoger los juguetes en una caja vacía que había al lado, sosteniéndolos un momento más de lo necesario.
—Tal vez… digo, ¿no deberían ir a algún hogar de niños o algo así?
—¿Estás ciego? Hay una X en cada caja. Una enorme X de mierda.
Duke llevó un bote de pintura roja a su cuarto. Las paredes eran grises con rayas beis. Wanda jamás había terminado el empapelado que había comenzado cuando se mudaron allí.
—Muy bien. ¿Y ahora qué sigue? —preguntó Donnie, al entrar detrás de él. Miró alrededor del cuarto, frotándose la barriga desnuda con la mano—. ¿El tocador?
—Estoy pensando en pintar una pared de rojo y otra de negro —anunció Duke, señalando—. ¿Qué opinas?
—Qué bien. ¿Nos llevamos el tocador? —preguntó, golpeando la parte de arriba.
—Sí —le respondió.
Se inclinaron y lo levantaron de cada extremo, inclinándolo hacia atrás para que no se deslizaran los cajones. Cuando iban saliendo Donnie se golpeó el hombro con el marco de la puerta.
—Maldición —gritó. Soltó el extremo de su lado y se fijó en la herida que se había hecho—. Se me ha levantado un pedazo de piel.
—Enseguida te traigo un ungüento —ofreció Duke—. Ahora levanta esto y sigamos.
—¿La subimos a la camioneta? —preguntó Donnie retrocediendo por la escalera.
—Sí —respondió Duke.
La levantaron y regresaron hacia casa.
—Eso es todo, salvo la cama —aclaró Donnie.
—Yo me encargaré de eso —afirmó Duke.
—Tú solo no, no lo harás.
—Ve a traer un cigarrillo —le dijo subiendo los escalones de dos en dos.
Donnie se encogió de hombros, sacó un paquete de Marlboro de los pantalones vaqueros y se dirigió hacia un rincón del patio con sombra. Alcanzó a ver la silueta de Duke en la ventana, luchando por mantener el colchón de forma vertical.
—Puedo entrar y ayudarte cuando termine esto —le gritó.
—Yo puedo —le respondió dejando que el colchón volviera a caer en la cama. Desapareció y luego apareció un momento después con una sierra.
—Probablemente eso sea lo apropiado —comentó Donnie cuando volvió a entrar al cuarto. Echó una mirada a los trozos de madera y de colchón—. No creo que todo hubiera entrado por la puerta.
Duke arrojó la sierra.
—El ungüento —pidió Donnie.
—Ah, sí. En el baño.
Duke abrió el armario y sacó un tubo achatado y enrollado casi hasta la punta. Apretó para sacar un poco de ungüento con la yema de los dedos y le dio la vuelta a los hombros hacia la luz. Donnie captó su propia imagen en el espejo de la puerta.
—¿Ya lo has hecho? —le preguntó, tratando de doblar el cuello.
—Lo estoy haciendo en este momento —respondió Duke, mientras le frotaba el ungüento con caricias suaves sobre la piel rota. Volvió a coger el tubo y le extrajo más. Donnie movió apenas los pies. Duke se apartó. Su mano buscó a tientas, temblorosa, en la base de la espalda de Donnie.