CAPÍTULO 14

Stinger’s Creek, centro-norte de Texas, 1984

—¡Ojos que no ven, corazón que no siente! —rió el tío Bill al ver a Duke parado en la entrada de atrás buscándolo. Duke trató de seguir la voz.

—¡Estoy aquí arriba! —Bill le ofreció una amplia sonrisa.

—Me has engañado —dijo Duke sonriendo—. ¿Ropa camuflada nueva?

—Sí, señor —respondió Bill—. El último equipo ya casi estaba blanco. No puedo permitir que esos ciervos me identifiquen como a un bobo. Y también tengo un Baker tree stand[9] nuevo —contó dándole una palmada en el costado—. Poderoso en las alturas —comentó riendo—. No sabrán quién les dio.

—¿Tienes planes? —preguntó Duke.

—Sí. En un par de semanas iré conduciendo hasta Uvalde para la apertura de la temporada de ciervos. —Bajó y le palmeó la espalda a Duke—. Antes de partir necesito saber si todo está funcionando en orden. ¿Cómo está tu madre?

—Mamá está bien. Ella… ella está bien.

—Me alegra saberlo —dijo Bill, agachando la cabeza para examinar el arco.

—¿Crees que podrías enseñarme a disparar?

Bill alzó la vista.

—¿Hablas en serio, hijo?

—Claro que sí, señor —respondió Duke—. ¿Ya soy lo bastante mayor?

—Mientras sepas escuchar, sostener el arco y tener cuidado…

Duke hizo una venia.

—Entonces está bien. Comencemos con cómo se sostiene el arco. Éste es un arco compuesto. Una belleza. Mayor potencia, menor esfuerzo. Ahora necesitamos descubrir qué mano usarás para sostener el arco y cuál…

—Yo escribo con esta mano —aclaró Duke, levantando la mano derecha.

—Eso no tiene demasiada importancia —comentó Bill—. Todo está en los ojos —dijo señalándolos con dos dedos—, cuál de tus ojos es el dominante.

Duke movió la cabeza.

—Muy bien. Haz lo siguiente —le pidió Bill—. Escoge algunos objetos a lo lejos.

—¿Ese viejo cubo de basura? —preguntó Duke.

—Perfecto. Ahora apúntale y luego cierra el ojo izquierdo. ¿Está bien? Luego cierra el ojo derecho. Ahora, al tener un ojo cerrado, tu dedo parece desplazarse a un lado. ¿Para ti cuál es, Duke?

—El ojo derecho —respondió Duke.

—Entonces tu ojo derecho es el dominante, igual que tu tío Bill.

—¿Y eso qué significa? —preguntó Duke.

—Significa que debes sostener el arco con la mano izquierda y tirar de la cuerda del arco con la derecha. Así que —empezó a decir al tiempo que apoyaba una mano en el hombro de Duke y le daba la vuelta en dirección a los árboles—, ponte derecho, con los pies separados. ¿Estás cómodo?

—Sí, señor.

—Muy bien. Ahora sostenlo. —Le entregó el arco, riendo cuando el niño se balanceó hacia adelante por el peso.

—Pesado, ¿verdad? —preguntó Bill. Duke sonrió—. Probablemente tú uses algo un poco más ligero. De todos modos, lo que sigue es anclar la flecha, lo que quiere decir que colocas esta parte de aquí en la cuerda, donde veas esto. —Tomó el arco que tenía Duke y colocó la flecha en el arco—. El astil queda aquí. —Señaló el punto de anclaje—. Será mejor que observes el resto.

—Está bien —aceptó Duke, desilusionado.

—¿Qué? —dijo Bill—. ¿Crees que estoy loco para dejar que un niño se largue a usar solo un arma peligrosa? —sonrió—. Ahora pones el dedo de señalar en la cuerda del arco por encima de la flecha y los otros dos debajo, pero no toques el punto. Relajas el dorso de la mano y tiras solo un poco hacia atrás.

Él subió levemente el arco, aferrándolo entre el pulgar y el índice, haciendo un gesto de cabeza para indicarle a Duke que observara cómo lo sostenía.

—Ahora extiendes el brazo del arco y levantas el brazo de dibujar, manteniendo alto el codo. Luego sujetas atrás la mano de dibujar contra el mentón, manteniendo el cuerpo inmóvil en todo momento. Ahora colocas la mira en el centro del blanco. Le estoy apuntando a la lata que está allá junto a ese árbol. Alineas todo: la cuerda, el arco y la mira, manteniéndolo todo en sentido vertical. ¿Has entendido?

—Sí —respondió Duke, frustrado por la interrupción—. ¡Hazlo! ¡Dispara! —Saltaba de un pie a otro.

—Controla tus nervios —le pidió Bill con los dientes apretados, manteniendo el mentón rígido—. Y disparas —indicó. La flecha voló en línea recta y alcanzó el blanco, moviéndose apenas hacia ambos lados por el impacto.

—Genial —dijo Duke.

Bill le enganchó un brazo alrededor de los hombros y atrajo al niño hacia sí.

—¿Quieres probar?

—¡Sí, señor! —respondió Duke radiante.

—Lo que hay que tener en cuenta en todo momento es el blanco —aclaró Bill—. Quédate quieto y concentrado. Piensa en el blanco, obsérvalo, todo el trayecto. Jamás lo pierdas de vista.

El arco volvió a balancear a Duke, pero él se movió hasta que logró estabilizar el peso manteniendo las piernas bien separadas. Bill se quedó quieto detrás de él y sonrió cuando el niño se esforzó por subir el arco a la altura del hombro.

—Para mí las cosas van a ser un poco más rápidas, tío Bill, porque no lograré sostener el arco mucho tiempo.

Bill lanzó una carcajada fuerte, esa profunda carcajada amigable. Luego observó a Duke asombrado de cómo seguía cada paso. La flecha se detuvo a escasa distancia del objetivo, pero solo porque en el último momento el peso del arco lo inclinó hacia delante. Duke pateó la tierra.

—Maldición —dijo retorciendo el pie—. Maldición.

—No te castigues, hijo. Lo único malo fue el peso del arco. Una vez que te consiga uno para ti, creo que te irá muy bien.

—¿Conseguirme uno para mí? —preguntó Duke.

—Claro. Te conseguiré un arco.

—Gracias, tío Bill —dijo Duke. Pero se alejó indiferente, frío ante la distancia entre el cazador y la presa.