Prólogo a la tercera edición

Me entristece afirmar que ni alabanza ni elogio merece el pueblo irlandés —al menos las personas de alcurnia adineradas, o peces gordos (como ellos se consideran)— por haber dejado que una parábola como La boca pobre permanezca agotada durante años, sin que hayan podido verla pequeños ni mayores, y lo que es más, sin posibilidad de que hayan adquirido sabiduría, prudencia y coraje de las andanzas de esas gentes peculiares que viven al oeste en Corca Dorcha, raza de fuertes y flor y nata de los pobres.

Allí viven todavía hoy, pero no aumenta su número, y no progresa sino que se va apagando como enmohecido el dulce idioma gaélico, que está con más frecuencia en sus bocas que un poco de comida. Además, la emigración está dejando vacíos los distritos más apartados: la gente joven pone la vista en Siberia esperando de ella un clima más benigno que los libre del frío y las tempestades que siempre han conocido.

Propongo que este libro esté en cuantas viviendas y casas se aman las tradiciones de nuestra patria en esta hora en la que (como dice Standish Hayes O’Grady) «el día se acerca a su fin y casi ha declinado la pequeña y dulce lengua materna».

El editor

Día del Juicio, 1964