Buenos Aires, 12 de enero de 1958.
Queridísimo padre Castelnuovo:
Los jesuitas tienen razón: Labor omnia vincit. Esta carta entre sus manos lo confirma. Su tenacidad postal es una sólida prueba de amistad, que me conmueve y le agradezco.
Espero que no lo hayan vuelto a trasladar y esta líneas caigan otra vez en manos de algún sacristán, alcahuete del arzobispo. Casi todas sus conjeturas han sido exactas. Cuando el «amable terrorista» me hizo saber, mucho después, que Ud. había respondido a Tánger, le envié otra carta a Paysandú. El arzobispo debe haber disfrutado esta vez de mis andanzas entre la hez de Hamburgo.
Su condiscípulo me buscó por todo Buenos Aires con una tenacidad pedestre que no le va en zaga a la de su correspondencia. Y aunque ya no bebo salvia ni frecuento a Nicolaos, en El Partenón le dieron mi pista. Poco antes había reaparecido por allí, como vendedor de refrigeradores.
Otros vientos soplan en mi vida y mi historia reciente es larga. Puedo decir que toqué fondo. Durante dos años tuve que luchar duramente para librarme de la droga. Me curé durante los meses en el ballenero y gracias en parte a los Ejercicios Espirituales.
Como le informara Benigno Vera, los ahorros que hice me permitieron desembarcar con el propósito de casarme y tener hijos. Ya tengo treinta años y espero afincar mis amarras. Me casé hace dos meses y desde hace siete trabajo en Kraft-Imesa, una firma que ofrece artículos domésticos. Ingresé como vendedor raso, pero al primer mes me hicieron jefe de un equipo de ventas que cojeaba por falta de dirección. Comencé a reunir al personal a las siete de la mañana para hacer Ejercicios Espirituales. Mi objetivo no era Dios, por supuesto, sino vender cacharros. En esencia, Ignacio de Loyola descubrió varios siglos antes que Mesmer y Charcot, el magnetismo animal y la hipnosis. Y mis reuniones con el grupo de vendedores son pura hipnosis. Salen a la calle con el espíritu de los cruzados, persuadidos de ser estrellas de la venta y benefactores de la humanidad. Y al cuarto mes ocupamos el primer lugar de ventas en la Capital Federal. Provoqué un nuevo revuelo en la empresa y me ascendieron a gerente de promoción. Desde entonces me dedico a aplicar los Ejercicios Espirituales a los jefes de equipo. El dinero por un lado y lo novedoso del experimento me entusiasman. Y me divierte muchísimo. Me entusiasma también la perspectiva de un hijo, que espero para dentro de tres meses. Espero también, y con gran curiosidad, mi Diario de un cura de aldea y las minutas de su actividad entre la feligresía de Piedra Sola.
Un gran abrazo,
Bernardo.