CAUTIVO

Con el libro en las rodillas, Lou ubica los trebejos en el tablero para el problema Nº 18: «Juegan las blancas y dan mate en dos».

Al iniciar su sexto día de cautiverio ya ha resuelto diecisiete problemas. Se muerde pensativo el labio inferior y mueve un alfil.

¿Se habrán llevado los microfilms del Salvaje?

Ya no puede concentrarse en el problema. Desde lasseis de la mañana ha matado casi cinco horas con los dos anteriores; pero la ansiedad creciente no lo deja concentrarse en el nuevo.

Se levanta del sillón, pone a calentar agua, se prepara un café instantáneo y enciende un cigarro.

¿Qué habrá pasado con el Salvaje? Y si cuando lo suelten comprueba que los microfilms han desaparecido ¿qué le dirá a Gainsborough? El inglés lo someterá a un interrogatorio exhaustivo.

Bebe un sorbo y se sienta con la vista fija en el tablero. Su mayor preocupación y principal causa de insomnio vuelve a asediarlo: ¿sospecharán de él?, ¿podrán Geneen y Gainsborough imaginarse algún turbio manejo suyo en relación con los planos del localizador?

¿Y si les dice la verdad? ¿Toda la verdad?

Mmmm: lo grave es que una verdad tan insólita como su relación con las mujeres dentro del bunker, los uniformes, el cuadro, sólo es creíble si refiere la historia con todos sus detalles… ¿Y cómo lo tomará el puritano de Geneen? Durante aquellos seis días, alternativamente, Lou ha decidido y luego desistido de enfrentar a Gainsborough con el relato de la pura verdad.

¿Qué hacer?

Es evidente que los secuestradores conocían su afición al ajedrez, su verdadero nombre italiano, y lo más sorprendente, sabían también que en el bunker existía una copia de El tránsito de la Virgen.

Lo del ajedrez y el nombre italiano podía saberlo cualquiera, pero lo del cuadro lo ha hecho sospechar inmediatamente de Rita Alegría, su segunda esposa.

Vamos a ver: es perfectamente explicable que te hicieran caer en la trampa con la historia de la subasta. Eso, cualquiera lo entiende. Pero ¿cómo explicas que te dejaste sacar la clave de la caja fuerte, si era un secreto tuyo que jamás comentaras con nadie? Y nadie entenderá para qué querían entrar en el bunker, correr riesgos, cuando ya te tenían capturado… Aunque los secuestradores no los habían mencionado al pedirte las llaves, quizá les interesaran justamente los microfilms; pero nadie podía saber que tú los habías situado allí la noche antes. Fuera del Salvaje, Geneen, Gainsborough y tú, nadie en el mundo sabía que los microfilms estaban aquel día en tu casa. Y ninguno de los tres conocía la existencia del bunker. De modo que era absurdo atribuir a los secuestradores un interés inicial por los microfilms. Y ese absurdo era lo que más sospechoso te haría ante Gainsborough y Geneen. Tampoco parecía lógico que los secuestradores se arriesgaran a penetrar en tu casa en busca de dinero u otros valores, comprometiendo una operación bastante segura, que razonablemente podía aportarles más de un millón de dólares.

Insistió unos segundos con la jugada del alfil y cuando vio que no prosperaba, lo volvió a su posición inicial y probó a adelantar un peón para dar un jaque descubierto de torre.

Al bunker sólo habían entrado mujeres: Rita fue la primera… Levanta la vista del tablero y se pone a contar con los dedos: luego Emily, Liz, Paquita, Ann, Jane y Diana.

Pero sólo Rita pudo darles la pista. A todas las demás, se había cuidado de mostrarles que el bunker no guardaba valores. El dinero estaba en los bancos y no había joyas. Les había explicado la historia de cómo se hiciera, por pura casualidad, del bunker; y que allí guardaba el maniquí y los uniformes para que no los viera la criada. Y ninguna, ni siquiera Rita, supo cómo se llamaba el cuadro ni su autor…

Desde el primer día de encierro, la reflexión incesante, compulsiva, arrojó como conjetura probabilísima, que quienquiera hubiese organizado el secuestro, obtuvo la información de Rita Alegría. Sólo ella sabía que dentro del bunker había un cofre exclusivo para El tránsito. Las demás, al entrar lo veían ya colgado. En los preparativos de sus lances, Lou siempre lo sacaba de su escondite antes de que las mujeres llegaran, para concentrarse en él a solas, reclinado en el diván.

Si salía con vida de aquel secuestro, aunque sólo fuera por curiosidad, pagaría a algún detective para que averiguase quiénes fueron los amantes de Rita durante los últimos trece años. Sólo a una persona de mucha confianza, sí, a un amante, por ejemplo, podía ella haberle referido la historia de sus relaciones íntimas con Lou.

Sí, sólo Rita pudo darles la pista del cuadro. Aunque… había detalles oscuros. Indudablemente, ella conocía el cuadro; pero lo vio sólo unas pocas veces; y no era probable que lo recordara. ¿De dónde iba a sacar una analfabeta en arte como ella, que se llamaba El tránsito de la Virgen y era obra del Mantegna? Él nunca se lo dijo… Sí, pero ella pudo retener la escena y encontrarse después alguna reproducción donde se mencionara el nombre del pintor…

Miró el reloj. Eran las once de la mañana. Encendió la radio pero volvió a apagarla. Necesitaba una ducha fría. Se sentía aturdido, le ardían las orejas. Tenía calor, una sensación como de fiebre.

Cuando ya se había quitado la chaqueta del pijama y se estaba bajando los pantalones, se abrió la puerta y penetró Gainsborough. Quedaron mirándose.