¡BUEN VIAJE, MÍSTER STEVENSON!

En la mañana del 15 de abril a las 08:45, en la portería del edificio de la ITT en Park Avenue, un mensajero había entregado el maletín de cuero y un sobre lacrado, a nombre de míster Thomas Gainsborough. El sobre contenía las llaves del maletín y una carta. En el interior del maletín había un pasaporte, una prensa manual para cuños en relieve y un pasaje de Branniff, New York-Bogota-New York.

El pasaporte se había expedido en marzo de 1976 a favor de Peter Stevenson, comerciante. Evidentemente, no se había usado nunca. Podía verse que habían desencolado una foto. Contenía solamente una visa turística para Colombia, expedida el día 13 de abril.

El pasaje, en primera clase, también a nombre de Peter Stevenson, aparecía asignado al vuelo 703 de Branniff, que salía de New York el viernes 16 a las 07:30 rumbo a Bogotá, Quito, Lima y Santiago de Chile.

La carta estaba escrita por las mismas letras de molde, muy uniformes, en que enviaran la anterior.

Estimado señor Gainsborough:

En la tarde de ayer observamos la tela roja en su ventana. Nos complace la prontitud con que ha actuado. Y para no irle en zaga nos apresuramos a enviarle los materiales adjuntos. El maletín, como usted puede ver, dispone de suficiente espacio para el dinero. Al pasaporte, sólo deberá añadirle la foto de quien usted haya escogido. Imprímale encima el cuño que encontrará en el maletín.

Esa persona deberá situarse a la 1:00 p.m. en Park Avenue frente a la entrada del Waldorf Astoria. A la 1:05, sin abandonar esa acera, comenzará a pasearse lentamente hasta la esquina de la calle 50, y regresar al punto de partida. Debe repetir ese recorrido cinco veces. Que vaya vestido con el mismo atuendo con que descenderá del avión en Colombia. Debe llevar el maletín en la mano derecha. Necesitamos conocerlo para evitar errores.

Si Branniff es puntual, su míster Stevenson llegará al aeropuerto Eldorado, en la capital colombiana, mañana a las 10:15 a.m. Garantizamos que la aduana no le abrirá el maletín. Se dirigirá a la barbería del primer piso, donde un taxista lo estará aguardando para trasladarlo al hotel Tequendama. Luego quedará a su disposición, durante veinticuatro horas diarias, por todo el tiempo que míster Stevenson permanezca en Bogotá. Por ese servicio, el señor Stevenson deberá abonarle ochenta dólares diarios. El chofer ignora, por supuesto, que míster Stevenson porta más de un millón en su maletín. Lo supone un executive de la Sears Roebuck, en viaje de auditorías. Por lo demás, puede confiar en él. Lo garantizamos.

Al llegar al Tequendama, el señor Stevenson reclamará la habitación 637, reservada desde hoy a su nombre por cinco días. Espere allí instrucciones para formalizar la entrega del dinero.

En nombre de míster Capote agradecemos su eficiente cooperación. Trasmita por favor a míster Stevenson nuestros deseos de éxito y buen viaje.

Cuando le recomendaron a alguien capaz de hablar español y libre de cardiopatías, Gainsborough pensó que cobrarían el rescate en la Ciudad de México, cuya gran altura exigía personas aptas.

Se había equivocado; but not too much, pensó.

Buscó un Atlas y comprobó que Bogotá era algo más alta que México. Estaba a 2 640 metros sobre el nivel del mar.

Nada recomendable para hipertensos, indeed.

Envuelto en una humarada de Dunhill, mordió la boquilla dela pipa y meneó la cabeza: tanta precaución de los secuestradores no le hacía ninguna gracia.