Para Fray Jerónimo de las Muñecas:
Las comedidas palabras de Vuestra Merced y el hospitalario ofrecimiento de posar en el convento de Santo Domingo, en el entretanto que pongo mi confesión por escrito, llénanme de gratitud por su persona y la del Prior.
Aun bien que Vuestra Merced no me conoce, yo sí, de luengos tiempos acá, he sabido que amén de licenciado por Salamanca, teólogo y erudito en Letras Humanas, es también Vuestra Merced, como natural de Palos de Moguer, aficionadísimo de las cosas del mar y diestro compositor de derroteros y cartas marinas en Indias.
Mucho me huelgo de todo ello, siendo que nadie podría estar en potencia más propincua que Vuestra Merced, para confesar a quien, como este su criado, ha oído cátedras en dos universidades de España, y surcado, con más adversa que próspera fortuna, casi todos los mares deste mundo. Sin embargo, por lo que más adelante se le alcanzará a Vuestra Merced, no he sido yo, sino la Divina Providencia, quien le escogiera para confesor de mis muchos pecados.
He de anticipar también a Vuestra Merced, que a buen seguro, en toda su ejecutoria confesional, nunca ha oído de boca de ningún pecador tantos horrores y demasías como saldrán de mi pluma.
Es tarde ya; vénceme la fatiga del largo viaje y he menester del reposo a que me convida el recogimiento desta celda donde vuestras mercedes me han alojado. En el día de mañana, Deo volente, he de escribir la primera jornada de mi confesión. ¡Qué Dios se apiade de mi alma!
Álvaro de Mendoza.