Capítulo 15

La vida de una vaca lechera

Cuando le digo a la gente que no tomo productos lácteos para evitar sufrimiento a las vacas, a menudo me dicen: «Pero obtener la leche no hace daño a la vaca».

Teóricamente, no hay que dañar a un animal ni siquiera para comer su carne —puedes esperar a que el animal muera de causas naturales.

Pero todos sabemos que esto no es lo que sucede. De forma similar, que las vacas vivan agradablemente y mueran de viejas tampoco es algo que suceda en la realidad.

Jack Norris, Vegan Outreach

Los consumidores que evitan la carne por razones éticas a menudo siguen considerando los alimentos lácteos como compasivos, porque en principio no hay que matar al animal. Pero los productos obtenidos de la leche de vaca son cualquier cosa menos compasivos para las vacas y sus terneros.

De la misma forma que la gallina se ha convertido en una máquina de hacer huevos, las vacas se han transformado en fuentes de hacer leche de cuatro patas. Y cuanto más produzcan, mejor.

Lejos de la creencia popular de que se crían alegremente en los verdes prados de la campiña, gran parte de las vacas lecheras son criadas en unas lamentables condiciones: hacinamiento, suciedad, ordeño intensivo, mala alimentación, embarazos forzados, administración de hormonas, antibióticos y tranquilizantes, etc. El productor busca obtener lo que podría llamarse una “Super Vaca". La vaca lechera moderna es criada, alimentada, medicada, inseminada y manipulada para un solo fin: producir más leche.

La producción media de una vaca de granja intensiva es de 4000 a 6000 litros anuales, y los ganaderos/científicos siguen buscando procedimientos para aumentar esta cifra. Pero la búsqueda de una mayor producción no beneficia precisamente a la vaca.

El ordeño mecánico sustituyó al manual, y permite ordeñar a los animales 2 ó 3 veces al día. Este sistema excesivo, además de ser molesto, provoca heridas, inflamación e infecciones en las ubres, que además de dolorosas para los animales exigen la administración de medicamentos y antibióticos.

Algunas personas aún creen que las vacas “dan” leche del mismo modo que el agua sale del grifo, siendo incapaces de comprender que las vacas tienen que parir para producir leche. Para mantener elevada la producción de leche, es necesario que la vaca tenga un embarazo cada año. Tras el parto, la producción es máxima, y durante 10 meses podrá ser ordeñada hasta el siguiente embarazo. Esto se hace mediante inseminación artificial o por implante de embrión.

Los terneros nacidos y no deseados abastecen a la industria de la carne de ternera, la más cruel de toda la ganadería intensiva.

La ternera es encerrada en naves especiales, con suelo de cemento o metal. Sus jaulas sólo les permiten estar de pie o estiradas, ni siquiera pueden darse la vuelta. Este tratamiento tiene un fin específico: la más tierna carne de ternera proviene de un animal malnutrido, anémico, cuya alimentación y movimiento han sido severamente restringidos. Si se le permitiera moverse o hacer ejercicio y se la alimentara con hierba, grano o paja, la carne de la ternera se tornaría más oscura y dura, y esto es lo último que desearía el productor. Su deseo es conseguir un animal gordo y débil en el menor tiempo posible. Para lograrlo alimentará a la ternerita con una dieta líquida deficiente en hierro basada en una combinación de leche en polvo y aditivos. Abandonarán sus celdas únicamente para ir al matadero.

Cuando desciende la productividad lechera de la vaca y por tanto deja de ser rentable para el ganadero (tras 4 ó 5 lactancias, por término medio, en contraposición a su esperanza de vida de 20-25 años), será enviada al matadero para transformar los maltrechos despojos de su cuerpo agotado en las populares hamburguesas y salchichas baratas, que degustarán los aficionados a estas nutritivas delicias.

La intensificación en la ganadería

Hace 50 años, una vaca normal producía unos 900 litros de leche al año. Hoy en día, las más productivas llegan a dar 22.000 litros. ¿Cómo se ha podido conseguir esto? Pues a base de medicamentos, antibióticos, hormonas, alimentación forzada y selección de razas [290].

La intensificación de la industria lechera ha más que duplicado el tamaño medio de los rebaños en toda la Unión Europea desde mediados de la década de 1970, y ha aumentado enormemente la producción de leche por vaca. Actualmente se espera que una vaca produzca 35-50 litros de leche al día. Esto ha precisado tanto la selección reproductiva en busca de ubres mayores y muy altas producciones de leche como el aporte de grandes cantidades de piensos de alta calidad para cebar los requisitos metabólicos de los embarazos y lactancias ininterrumpidas [366].

Por otro lado, esta selección reproductiva en busca de razas con una mayor producción de leche ha sido la causa esencial del descenso de su longevidad, la reducción de la fertilidad y una mayor incidencia de enfermedades, con unos niveles inaceptables de cojeras, mastitis y enfermedades metabólicas [462].

En las vacas, como en todos los demás mamíferos incluido el ser humano, la lactancia sólo se produce durante el período que sigue al nacimiento de un ternero. Una vaca “da” leche para amamantar a su cría, pero se la usurpamos para consumo nuestro. La vaca transforma en leche sólo alrededor de una décima parte de las proteínas que come, aportadas por un pienso concentrado artificial. Para que una vaca lechera produzca 35 litros diarios de leche debe comer 4700 kilos de forraje y 1600 kilos de piensos concentrados por año [366].

Pero, paradójicamente, hay un exceso de producción lechera. Cada país de la Unión Europea tiene asignada una cuota de producción, y la leche que excede la cuota contemplada por ley, por lo tanto, queda fuera del control de la Administración. Es la que se denomina leche negra, que se tiene que destruir (para mantener los precios de mercado) o vender a precios más bajos, y en ocasiones no cumple las condiciones higiénico-sanitarias [285]. Los métodos de la industria lechera moderna son una forma muy cara de obtener un producto del que en realidad hay excedentes.

Según un comunicado de SEO/BirdLife publicado en el boletín Pharus [242], el 84% de la producción lechera en Europa depende de sistemas ganaderos muy intensivos. Esta intensificación ha hecho que el sector lácteo sea en gran medida responsable de las mayores contaminaciones de origen agrario de los suelos y las aguas en el territorio de la Unión Europea. Por ejemplo, la necesidad de producir grandes cantidades de alimento para una cabaña ganadera cada vez más numerosa, ha provocado que muchos pastos naturales sean sustituidos por otros cultivos más productivos. Esto ha ocasionado problemas de erosión y contaminación por fertilizantes y pesticidas, así como pérdida de la biodiversidad asociada a los pastizales naturales. El sector lácteo genera cerca del 4% de todas las emisiones antropogénicas mundiales de gases de efecto invernadero, según un informe de la FAO publicado en 2010 [587]. Otro estudio suyo de 2006 ya cuantificó en un 18% las emisiones generadas por el sector ganadero en conjunto.

Por el contrario, los sistemas extensivos de producción lechera constituyen un elemento característico de las áreas montañosas del norte y oeste peninsular. Desafortunadamente, en la actualidad, estos sistemas extensivos ganaderos generan tan solo el 6% de la producción lechera de la Unión Europea.

Según las estadísticas del INE, el número de vacas lecheras en nuestro país era de 1.254.000 en 1997, pero se ha ido reduciendo en los últimos años hasta llegar a las 852.100 vacas en 2009; sin embargo, la producción total de leche se ha mantenido alrededor de los 6000 millones de litros (incluso se ha incrementado ligeramente, desde los 6017 millones de litros en 1995 a los 6157 en 2008)[463]. Con todo, nuestro país es un importador neto de leche, quesos, yogures y otros derivados, especialmente de Francia, Alemania y Holanda. En las mismas estadísticas es curioso observar que el rendimiento medio por vaca (litros/año) se ha más que duplicado entre 1965 y 1995 (de 2173 a 4628 litros), pero todavía era bastante inferior al registrado en los Estados Unidos (7462 litros), donde el uso de hormonas para incrementar la producción está al orden del día. Esto nos puede dar una idea de hacia dónde se dirigen los avances de esta industria en un futuro inmediato.

Una vaca lechera “produce” también 57 litros diarios de excrementos, que incluyen el 80% del nitrógeno y el 40% del fósforo contenidos en su dieta cotidiana [366]. Los nutrientes excedentes actúan como contaminantes. El nitrógeno y el fosfato son arrastrados hacia las aguas superficiales por la lluvia y los excedentes de nutrientes se filtran a través del suelo hasta las aguas subterráneas, contaminándolas.

Terminaremos este capítulo citando un extracto del libro “Liberación animal” de Peter Singer [367], sobre las prácticas que aplica la industria láctea sobre las vacas:

«La industria de la ternera es una rama de la industria lechera. Los productores deben asegurarse de que las vacas lecheras se preñan cada año con el fin de mantenerlas produciendo leche. Se les apartan los hijos cuando nacen, experiencia ésta que es tan doloroso para la madre como aterrorizante para el ternero. La madre demuestra frecuentemente sus sentimientos con llamadas y bramidos constantes durante días después de ser apartada de su cría. Algunas terneras (hembras) serán criadas con sustitutos lácteos para reemplazar a las vacas lecheras cuando lleguen a la edad, en torno a los dos años, en que pueden producir leche. Otros terneros se venderán cuando tengan entre una y dos semanas de edad para criarlos para vacuno en establos o parcelas de engorde. Los restantes serán vendidos a los productores de carne de ternera, quienes también dependen de la industria lechera para conseguir la dieta láctea que se les suministra a los terneros para mantenerlos anémicos. Incluso si no se le envía a una unidad de terneros, como ha escrito el profesor John Webster, del departamento de producción animal de la Universidad de Bristol:

“El ternero nacido de una vaca lechera sufre rutinariamente más desprecios al desarrollo normal que cualquier otro animal de granja. Se le arranca de su madre al poco tiempo de nacer, se le priva de su comida natural —leche entera de vaca— y se le alimenta con diversos sustitutos líquidos más baratos”.

La vaca lechera que antaño recorría las colinas pacíficamente, incluso idílicamente, es ahora una máquina de fabricar leche sometida a un control y un ajuste extremos. La imagen bucólica de la vaca lechera que juega con su ternero en la pradera no tiene lugar alguno en la producción comercial de leche. Muchas vacas lecheras se crían en interiores. Algunas viven en establos individuales con el espacio justo para ponerse de pie o tumbarse. Su entorno está completamente controlado: se les alimenta con cantidades medidas de pienso, las temperaturas se ajustan para maximizar el rendimiento de leche y la iluminación es artificial. Algunos granjeros han comprobado que un ciclo de 16 horas de luz y sólo 8 horas de oscuridad proporciona un mayor rendimiento.

Después de que le retiren su primer ternero, comienza el ciclo de producción de la vaca. Se le ordeña dos veces al día, en ocasiones tres, durante diez meses. Después del tercer mes, será preñada de nuevo. Será ordeñada hasta unas seis o siete semanas antes del siguiente parto, y otra vez de nuevo tan pronto como se le priva del ternero. Normalmente, este ciclo intensivo de gestación e hiperlactación puede durar tan sólo unos cinco años, tras los cuales la vaca «gastada» se envía al matadero para convertirse en hamburguesa o comida para perros.

Con el fin de obtener la máxima producción, los productores alimentan a las vacas con concentrados muy energéticos tales como la soja, la harina de pescado, los subproductos de destilería e incluso estiércol avícola. El peculiar sistema digestivo de las vacas no puede procesar adecuadamente esta comida. El objetivo de la rumia es digerir hierba que fermenta lentamente. En el momento de mayor producción, unas pocas semanas después de haber parido, la vaca suele gastar más energía que la que es capaz de ingerir. Puesto que su capacidad de producir sobrepasa su habilidad de metabolizar su alimento, la vaca empieza a descontrolarse y usa sus propios tejidos; comienza a «ordeñarse a sí misma».

Las vacas lecheras son animales sensibles que manifiestan desajustes psicológicos y fisiológicos como resultado del estrés. Tienen una gran necesidad de identificarse con sus «cuidadores». En el sistema actual de producción láctea no se permite al granjero estar más de cinco minutos al día con cada animal. En un artículo llamado «Granjas lecheras que no necesitan praderas», una de las mayores «industrias lecheras» presume de un adelanto que «permite a un trabajador alimentar a 88 terneros en 45 minutos —una tarea que normalmente costaría todo el día a varios hombres»”.