Capítulo 8

Enfermedades autoinmunes

«Cuando me llegan pacientes con artritis reumatoide o con asma, la primera maniobra dietética que les receto es pedirles que eliminen los productos lácteos de su dieta. Repetidamente me sorprendo al observar lo deprisa que tantos de esos síntomas se resuelven aplicando esa sencilla restricción con la leche de vaca».

Dr. Michael Klaper

La diabetes

El páncreas es una glándula situada en la parte superior izquierda del abdomen, detrás del estómago, que tiene una doble función: por un lado fabrica jugos para digerir las proteínas, grasas y carbohidratos, de modo que puedan ser absorbidos por el intestino; por otro lado produce hormonas, como la insulina, que regula el uso y almacenamiento de las principales fuentes energéticas del organismo, que son la glucosa (azúcar) y las grasas. Esta hormona, que navega por el flujo sanguíneo, es elaborada en unos grupos de células pancreáticas muy específicas (llamados islotes).

La diabetes es una enfermedad en la cual el páncreas deja de producir la cantidad necesaria de insulina, y como consecuencia el azúcar se acumula en el flujo sanguíneo, pudiendo provocar complicaciones muy serias. Hay dos tipos de diabetes: el tipo 1 ó juvenil y el tipo 2 ó de adultos. Los pacientes afectados por la diabetes tipo 1 necesitan inyecciones diarias de insulina para el resto de su vida. El tipo 2, mucho más frecuente, es resultado de la dieta occidental rica en grasas [258], y aunque sobre este segundo tipo pueden influir también los productos lácteos, lo que más nos interesa aquí es su relación con la diabetes tipo 1.

La diabetes insulino-dependiente o tipo 1 (diabetes juvenil) es un desorden del páncreas que se registra en ciertos niños y jóvenes que presentan cierta susceptibilidad hereditaria. Sin embargo, aunque de un 20 a un 30% de la población posee una cierta predisposición genética hacia la diabetes, tan sólo unas 3 personas de cada 1000 realmente desarrollan la enfermedad [259]. Pero esta susceptibilidad es sólo una tendencia, y realmente la mayoría de las personas (90%) que desarrollan esta enfermedad no tienen parientes cercanos que estén también afectados. En gemelos idénticos, sólo en alrededor del 30% de los casos ambos adquieren la diabetes. Esta enfermedad es una de las que más deprisa han crecido en el mundo. En Europa se ha producido un incremento rápido en las últimas décadas (más de 10 veces), especialmente en niños menores de 5 años. Este aumento apunta claramente hacia alguna causa ambiental, más que genética. Y las evidencias acumuladas durante los últimos 20 años revelan la tendencia a suceder en familias donde se ha fomentado mucho el consumo de productos lácteos [258].

A mediados de los años 1980 los investigadores empezaron a encontrar pistas que sugerían que algo presente en la leche de vaca podría estar relacionado con la diabetes juvenil. Uno de los primeros descubrimientos fue que, en estudios poblacionales (epidemiología), se observa que la diabetes juvenil crece a medida que crece el consumo de leche, a nivel mundial. Por ejemplo, el consumo anual medio de leche de vaca en Japón es de unos 38 litros por persona, y al año se diagnostica diabetes juvenil a menos de 2 niños por cada 100.000 personas. En marcado contraste, se observa que en Finlandia, donde el consumo anual de leche ronda los 229 litros por persona, se diagnostica la enfermedad a 29 niños por cada 100.000 personas [47]. Una relación similar se observó dentro de un mismo país, por ejemplo, entre 9 regiones de Italia —las regiones con mayor consumo de leche tienen las mayores tasas de diabetes [258]. Sorprendentemente, en determinados países se observan algunas curiosas excepciones que se cree deben estar debidas a una variación en el tipo de las proteínas de la leche de vaca (distintas proporciones de variantes de caseína [575]).

Por otra parte, la relación con un factor ambiental queda confirmada cuando se estudia a los emigrantes. Las personas que emigran de una zona de baja incidencia a otra de incidencia elevada muestran un incremento en su riesgo de desarrollar la enfermedad. Estos fenómenos de migración se han comprobado, por ejemplo, cuando los niños de Samoa se trasladan a Nueva Zelanda y cuando los asiáticos se trasladan a Inglaterra [258].

Otros hallazgos —como el hecho de que los bebés alimentados al pecho parecían menos propensos a hacerse diabéticos— apuntaban en la misma dirección: la teoría de la leche de vaca. Investigaciones más recientes han establecido un posible vínculo. Un equipo de científicos finlandeses y canadienses observó que las muestras de sangre de varios centenares de niños recién diagnosticados como diabéticos contenían anticuerpos a un fragmento de proteína láctea [48].

Este fragmento, compuesto por 17 aminoácidos, tiene un asombroso parecido con otra proteína, conocida como “p69”, que es producida por el páncreas de forma natural. Se produce un fenómeno conocido como mimetismo molecular. La hipótesis es que los bebés con una cierta susceptibilidad genética hacia la diabetes desarrollan en su flujo sanguíneo anticuerpos frente al fragmento de proteína láctea, cuando reciben leche de vaca antes de cumplir los 5 ó 6 meses de edad. Como parte de otro proceso totalmente independiente, cada vez que los bebés sufren una infección vírica la proteína natural p69 se concentra en la superficie de las células pancreáticas para protegerlas frente al ataque viral. El sistema inmunitario, confundiendo la p69 como si fuese proteína de leche de vaca, ataca esas células destruyendo así un fragmento del páncreas. Al cabo de pocos años, tras repetidas infecciones, el páncreas puede estar tan dañado como para darse la diabetes [258].

Ahora bien, se desconoce la razón por la cual esto sólo sucede en algunas personas y no en todas. Una posible explicación sería que depende del grado de permeabilidad del intestino, que no es igual en todos los bebés; cuanto mayor sea, mayor sería el influjo de las proteínas extrañas sobre el organismo.

Un equipo de la Universidad de Tampere, en Finlandia, ha encontrado que los niños que tienen un hermano con diabetes (y que por tanto son genéticamente susceptibles a esta patología) presentan un riesgo cinco veces mayor de desarrollar esta enfermedad si beben más de medio litro de leche al día [208].

Desde luego la interacción entre factores genéticos y factores dietéticos (en relación con la leche) debe ser determinante en la aparición de la diabetes tipo 1, como apuntan los hallazgos de investigadores finlandeses, más recientemente[455].

En definitiva, esta hipótesis de la relación leche-diabetes no está demostrada del todo todavía y sigue despertando controversias, pero las evidencias científicas que la respaldan se acumulan. En este sentido, tras analizar un conjunto de estudios publicados en la literatura científica, se elaboró en 1994 un metaanálisis que resumía las pruebas de la conexión entre la temprana exposición a la leche de vaca y la diabetes insulino-dependiente [205]. La conclusión fue que esta exposición temprana puede ser un determinante destacado en la posterior aparición de diabetes tipo 1, y que puede incrementar el riesgo en aproximadamente 1’5 veces.

Las pruebas que incriminaban al consumo de leche de vaca eran suficientes como para obligar a la American Academy of Pediatrics a convocar una comisión para examinar el problema en 1994. Tras analizar más de 90 estudios sobre la cuestión, llegaron a la conclusión de que, en efecto, las sospechas estaban bien fundadas, emitiendo las siguientes advertencias: «La exposición temprana de los bebés a la proteína de la leche de vaca puede ser un factor importante en la génesis del proceso destructivo de las células pancreáticas en ciertos individuos», y «Evitar la proteína de leche de vaca durante los primeros meses de vida puede reducir el riesgo de desarrollo posterior de diabetes juvenil o demorar su aparición en personas susceptibles» [382].

Otro estudio de 1996 publicado en la revista TheLancet de nuevo apoyaba la teoría de que la leche contribuye a la aparición de diabetes infantil, concretamente por la respuesta inmune a un tipo de caseína de la leche, la beta-caseína.[383]

El seguimiento de 2949 bebés con riesgo genético de diabetes en un estudio finlandés publicado en 2001 comprobó que la lactancia corta y la introducción temprana de fórmulas a base de leche de vaca predisponían a los niños susceptibles hacia la diabetes [456].

Otros dos estudios de 2008 determinaron que los niños con diabetes tipo 1 tenían niveles superiores de anticuerpos a la fórmula de leche de vaca o a componentes de la leche de vaca, como la beta-lactoglobulina o la insulina bovina, por la exposición temprana del bebé [550][551]. Otros estudios anteriores habían hablado ya de los anticuerpos a la insulina bovina en niños que desarrollan diabetes tipo 1. Dichos anticuerpos atacarían también a la propia insulina humana y podrían ser el desencadenante de la respuesta autoinmune que causa la diabetes [260].

Evitar la leche de vaca mediante la lactancia materna exclusiva previene el desarrollo de anticuerpos a la proteína de leche de vaca. Sólo los bebés alimentados con biberón muestran reacciones a esa proteína, y aquellos que tienen diabetes tipo 1 presentan niveles superiores de anticuerpos de tales proteínas. Ahora bien, aunque se sabe que las proteínas de vaca también alcanzan al bebé a través de la leche materna cuando la madre toma leche de vaca, no se ha demostrado si este hecho puede causar también la diabetes tipo 1. De todos modos, sería prudente para las madres evitar la leche de vaca en su dieta igualmente [258].

Puesto que la proteína sería la culpable de activar la reacción inmune, en el caso de la diabetes los lácteos desnatados son igual de dañinos como los enteros[258].

Esclerosis múltiple

La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica implacablemente progresiva que provoca alteraciones en el habla, la visión y la función muscular. Sus víctimas finalmente se quedan inválidas, condenadas a la silla de ruedas en el plazo de unos 10 años probablemente.

La esclerosis múltiple tiene una distribución geográfica muy peculiar que nunca ha podido ser explicada satisfactoriamente. Dentro de un gran país como es los Estados Unidos, la esclerosis múltiple es mucho más frecuente en los climas más fríos. Las pruebas existentes en todo el mundo sugieren que la esclerosis múltiple rara vez se produce en las proximidades del ecuador. Diversos investigadores han sugerido que la esclerosis múltiple podría estar provocada por un virus y que atacaría a individuos con una alteración en su sistema inmunológico [1].

Debido a dicha distribución geográfica tan poco lógica, dos científicos de la Universidad de Michigan empezaron a buscar alguna conexión entre la geografía y otros factores que pudieran proporcionar pistas sobre cómo se contrae esta enfermedad. Tras estudiar la distribución de 26.000 muertes de personas con esclerosis múltiple en los Estados Unidos, algunos estados sólo presentaban la mitad de los casos que serían de esperar en función de sus cifras de población. Según los resultados, no se observaba ninguna correlación entre la incidencia de esclerosis múltiple y el nivel económico, la educación, el número de médicos, de hospitales, de camas hospitalarias o de centros de acogida. Pero la incidencia de esclerosis múltiple se correlacionaba de forma sorprendente con el consumo de leche per cápita [27].

Ante este hallazgo, los investigadores buscaron relaciones similares en otros países. La esclerosis múltiple es frecuente en Canadá, los Estados Unidos y el norte de Europa. Sin embargo, es rara en África, Japón y otros países asiáticos. Esta diferencia refleja con toda certeza la influencia de la riqueza de la dieta de esas poblaciones (Japón, a pesar de ser un país industrializado, conserva una dieta tradicional basada en el arroz más cercana a la de los países pobres). De nuevo, los científicos encontraron una correlación positiva muy fuerte entre consumo de leche de vaca e incidencia de esclerosis múltiple [71][72]. Cuando la gente emigra de un país con baja incidencia de esclerosis múltiple a otro de alta incidencia, sus posibilidades de desarrollar esta enfermedad aumentan, al tiempo que adquieren nuevos hábitos de vida y de alimentación [154].

Lo que parece no estar claro todavía es cómo el consumo de leche puede tender a incrementar el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple. Los investigadores han planteado diversas hipótesis al respecto [64], que vamos a detallar brevemente.

Una teoría propone que la leche de vaca consumida en la infancia sentaría los cimientos para el deterioro del sistema nervioso que se produce posteriormente a lo largo de la vida [27]. La leche de vaca contiene sólo la quinta parte de un ácido graso esencial, el ácido linoleico, que la leche humana. Los bebés criados con una dieta deficiente en ácido linoleico y rica en grasas animales (como es el caso de la mayoría de los niños de las sociedades modernas) están con bastante probabilidad empezando la vida con un sistema nervioso dañado, susceptible a lesiones más adelante. Los posibles orígenes de lesión que se sospecha puedan precipitar los ataques de esclerosis múltiple son algún virus, reacciones alérgicas y/o alteraciones del flujo de sangre al cerebro provocadas por una dieta rica en grasa, que afectarían a los capilares sanguíneos (este tipo de lesiones vasculares son típicas de la esclerosis múltiple) [64].

Otra teoría propone una base autoinmune para esta enfermedad. La esclerosis múltiple tiene mucho en común con la diabetes tipo 1, incluyendo una distribución geográfica y étnica casi idéntica, y también factores genéticos 73 74. La lesión del sistema nervioso puede producirse mediante el proceso conocido como mimetismo molecular. En las personas susceptibles, la proteína de la leche de vaca puede pasar al flujo sanguíneo desde el intestino. El cuerpo la reconoce como una proteína extraña, como un virus o una bacteria, y fabrica anticuerpos contra ella. Desafortunadamente, estos anticuerpos no son específicos sólo para la proteína láctea y encontrarían proteínas similares en el sistema nervioso (la mielina). Los anticuerpos atacarían estos tejidos, destruyéndolos. En el caso de la diabetes, como hemos visto antes, los anticuerpos atacan a las células productoras de insulina del páncreas. Este tipo de enfermedades se conocen colectivamente como enfermedades autoinmunes y también incluyen la artritis reumatoide, la nefritis, el lupus, el pénfigo, la arteritis y muchas otras.

El Dr. Roy Swank, fallecido en 2008 a la edad de 99 años, dedicó gran parte de su vida a investigar la esclerosis múltiple. Durante 22 años ocupó la jefatura de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oregon, y publicó numerosos trabajos sobre esta enfermedad en las más destacadas publicaciones científicas [66][67][68][69]. Desarrolló un tratamiento exitoso para la esclerosis múltiple basado en un programa dietético bajo en grasas, que describe en varios de sus libros, de los cuales el más reciente fue publicado en 1987[65]. Su labor está siendo continuada en la actualidad por una fundación que lleva su nombre, la Swank MS Foundation [451].

Desde los años 1950, el Dr. Swank pudo observar que una dieta baja en grasas reducía la frecuencia de los ataques. Analizando los datos obtenidos durante la Segunda Guerra Mundial, comprobó que los enfermos de esclerosis múltiple habían sufrido menos ataques cuando la comida escaseaba, consumiendo alimentos vegetales y con la consiguiente reducción de las grasas animales ingeridas. También en un estudio realizado en Noruega, se observó una elevada incidencia de la enfermedad en zonas lecheras de montaña, donde la ingesta de grasa era alta [64].

En base a estas observaciones, el Dr. Swank empezó a tratar a sus pacientes con una dieta baja en grasas. Durante 35 años de experiencia aplicando este sistema en más de 3000 pacientes, demostró unos resultados muy positivos: los pacientes que adoptan una dieta baja en grasas tras un diagnóstico precoz de esclerosis múlitple, tienen un 95% de probabilidades de evitar una mayor incapacidad física e incluso de mejorar. Al comparar a sus pacientes, tras 35 años, el grupo que había seguido estrictamente la dieta marcada redujo la tasa de mortalidad hasta el 31%. No sólo evitaron la muerte por esclerosis múltiple, sino también por problemas cardíacos y otras enfermedades. Aquellos que siguieron una dieta rica en grasas presentaron una tasa de mortalidad de alrededor del 80% [64].

Cualquier incremento en la ingesta de grasas saturadas (grasa animal) está asociado con el correspondiente aumento en la frecuencia de los ataques.

Para detener el avance de la enfermedad, la dieta debe contener la menor cantidad de grasa posible, aproximadamente un 7% de grasas[68]. La dieta se debe seguir de forma muy estricta, porque incluso pequeñas cantidades de grasa implican una gran diferencia. Se llegó a determinar que una diferencia de tan sólo 8 gramos diarios de grasa saturada resultaba en el triple de posibilidades de morir por esclerosis múltiple [66].

El ejercicio sin excesos también se ha mostrado de gran utilidad en los pacientes de esclerosis múltiple, así como realizar un descanso o siesta de una hora al menos, en la mitad del día [64].

Algunos estudios han confirmado también que la esclerosis múltiple abunda más en regiones del mundo donde se cría a los niños más con leches de sustitución que con leche materna [27][63][155].

El boletín del Dr. Michael Greger correspondiente al mes de abril de 2004 se hacía eco de un descubrimiento publicado en los círculos científicos, que echaba algo de luz sobre las incógnitas que rodean a esta enfermedad. En dicho boletín, encontramos lo siguiente:

«La Esclerosis Múltiple es una enfermedad devastadora en la cual el sistema inmunitario ataca al recubrimiento de las propias células nerviosas, provocando una especie de cortocircuitos impredecibles en el sistema nervioso, que generalmente interfieren con la visión, el habla y la movilidad.

Pero ¿por qué haría el sistema inmunitario una cosa semejante? Sabemos que otras enfermedades llamadas “auto-inmunes” pueden estar causadas por un fenómeno denominado “mimetismo molecular", en el cual una proteína ajena tiene similitud con alguna de las proteínas propias. Entonces, cuando el organismo elabora anticuerpos contra la invasora extraña, también sin querer está formando anticuerpos contra su propia proteína.

Por ejemplo, existe una proteína en la leche de vaca que es similar a una proteína del páncreas humano, y así los bebés humanos expuestos a la leche de vaca intentan defenderse ante la proteína bovina y al hacerlo destruyen la capacidad de su páncreas de producir insulina, conduciendo a la diabetes tipo 1.

Numerosos estudios poblacionales de todo el mundo han relacionado la esclerosis múltiple con el consumo de productos lácteos [72][487], pero jamás se consiguió demostrar la relación causa-efecto. Así que un prestigioso equipo de investigación, formado por científicos alemanes, suecos, británicos y norteamericanos, se propuso estudiar las proteínas de la leche de vaca y comprobar si podían encontrar alguna de ellas que reaccionase con las proteínas humanas de las cubiertas de los nervios. Y ahora, por primera vez en la historia, la han encontrado [488].

Si alguna proteína láctea está causando o contribuyendo a la esclerosis múltiple, ¿por qué no hay más gente que contrae la enfermedad? Como todas las enfermedades, la susceptibilidad tiene tanto un componente genético como ambiental. No sabemos por qué en algunas personas la proteína de la leche bovina es capaz de atravesar la barrera hemato-encefálica hasta alcanzar el sistema nervioso central y potencialmente desencadenar una respuesta inflamatoria que termina con un daño colateral sobre los propios nervios.

Esta investigación se encuentra todavía en una fase preliminar, y culpar de la esclerosis múltiple a los lácteos todavía es algo hipotético, pero las pruebas apuntan a que esta enfermedad invalidante podría ser una vez más un problema inherente al hecho de que los humanos ingieran los cuerpos y los fluidos corporales de sus semejantes mamíferos».

Puede ser también algo más que simple casualidad que un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de Houston, Texas, Estados Unidos, identificasen el consumo de leche como factor relacionado con otro trastorno neurológico poco conocido. Esta enfermedad es la esclerosis lateral amiotrófica —también conocida popularmente como enfermedad de Lou Gehrig por el famoso jugador de béisbol estadounidense que fue víctima de ella. Aquellos neurólogos analizaron muchas variables en un grupo de 25 pacientes y compararon sus historiales con otros 25 individuos sanos del mismo sexo, edad, rasgos raciales, nivel económico y educación. Los factores que diferenciaban a los enfermos de los sanos fueron que los enfermos mostraban una incidencia superior de exposición al plomo y al mercurio, participaban más en deportes y consumían mayores cantidades de leche de vaca. La lactoferrina podría ser una de las causas de la excesiva acumulación de hierro en el cerebro en las enfermedades neurodegenerativas como esta, y también el Parkinson, el Alzheimer o el Huntington [510].

Artritis reumatoide

Otro caso digno de atención es el de la artritis reumatoide. En su libro el Dr. Oski nos habla de la experiencia de un pediatra, el Dr. J. Dan Baggett, que a partir de la observación de sus pacientes opina que existe una conexión entre el consumo de leche de vaca y el desarrollo de la artritis reumatoide juvenil [1].

Al tratar varios casos de niños con síntomas de esta enfermedad, observó su retorno a una buena salud simplemente eliminando todos los productos lácteos de su dieta. Esta experiencia, confirmada por otros investigadores [31][310]3I1) parece indicar que el dolor y la inflamación articular de la artritis reumatoide podrían ser una manifestación más de alergia a la leche —una alergia que adopta formas muy sutiles y desconcertantes. Las personas afectadas de artritis reumatoide pueden presentar sensibilización a diversos alimentos, aparte de la leche, como el maíz, las carnes, el trigo (y otros cereales con gluten), los huevos, los cítricos, las patatas, los tomates, los frutos secos o el café [312].

El Dr. Daniel A. Twogood es un quiropráctico estadounidense, autor del libro “No Milk: A Revolutionary Solution to Back Pain & Headaches” (Sin Leche: una Solución Revolucionaria para el Dolor de Espalda y de Cabeza) [542]. En su libro afirma que la artritis reumatoide está relacionada con la alergia a la caseína de la leche, y que es la causa número uno de los dolores de cuello, espalda y cabeza, proponiendo un programa exento de leche para curar esos problemas.

El Dr. McDougall recuerda que la artritis inflamatoria es mucho más común en los países occidentales, donde se consumen alimentos ricos. En los países donde se consume poca carne y pocos productos lácteos, la artritis reumatoide, así como la espondilitis anquilosante, la artritis psoriásica y el lupus, son muy raros[313]. Con los cambios dietéticos unidos a las migraciones, estas dolencias pasan a ser comunes también en las personas emigrantes.

La osteoartritis, o artritis degenerativa, se considera como algo normal del envejecimiento. Pero de nuevo en los países subdesarrollados, a pesar de que las gentes trabajan duro durante toda la vida, sus articulaciones suelen mantenerse libres de este problema [313].

Durante el proceso digestivo, el intestino actúa como barrera para separar los contenidos intestinales del interior del organismo. Normalmente, sólo deja pasar a las moléculas pequeñas (digeridas) a través de sus paredes. Pero diversos factores pueden alterar esta barrera y permitir que moléculas grandes pasen a la sangre. Es lo que se llama síndrome del intestino permeable. En pacientes con artritis reumatoide, se ha observado que presentan una inflamación del tracto intestinal que ocasiona permeabilidad aumentada[313]. Como consecuencia, esas sustancias no digeridas que pasan a la sangre van a ser consideradas como antígenos por el sistema inmunitario, que fabricará anticuerpos contra ellas. El Dr. McDougall sugiere que el mecanismo por el que se genera la artritis estaría relacionado con la formación de complejos inmunes persistentes. Las proteínas animales que atraviesan el intestino, especialmente las de los lácteos, se combinan con anticuerpos específicos formando los “complejos inmunes” o “complejos antígeno-anticuerpo”, que han de ser expulsados del organismo. Estos complejos no serían eliminados eficazmente en los pacientes artríticos, y se depositarían en los tejidos de las articulaciones, provocando la reacción inflamatoria [313].

El fenómeno de mimetismo molecular que se comentaba en el caso de la diabetes y de la esclerosis múltiple, también ha sido identificado en la artritis reumatoide en relación con la leche de vaca. Un análisis mostró que los residuos de aminoácidos 141-157 de la albúmina bovina eran esencialmente los mismos que los aminoácidos del colágeno de las articulaciones. Los anticuerpos sintetizados para atacar las proteínas lácteas extrañas, terminarían por atacar los tejidos de las articulaciones porque tanto el cartílago como las proteínas lácteas comparten secuencias de aminoácidos idénticas, degenerándolos [313].

Como hemos visto, uno de los factores que provoca la inflamación del intestino y el consecuente aumento de permeabilidad es la dieta rica en proteínas animales, aunque también se ha observado que las grasas en general provocan inflamación intestinal; por lo tanto cualquier enfoque nutricional debe abordar ambos factores[313].

El Dr. McDougall desarrolló en 2002 un estudio para evaluar la influencia de un plan dietético vegano (sin productos animales) y bajo en grasas durante cuatro semanas sobre 24 personas afectadas de artritis reumatoide. Se midieron sus sintomatologías antes y después de la intervención. El estudio mostró que los pacientes experimentaron importantes mejorías en sus síntomas de artritis reumatoide por efecto de la dieta aplicada [452].

La enfermedad de Crohn

En esta enfermedad, el sistema inmune empieza a atacar el recubrimiento del intestino, por razones desconocidas. Pero ahora se sospecha que una bacteria patógena presente en la leche podría ser la causante de la enfermedad. Profundizamos sobre este tema en el capítulo 14.

El autismo

Recientemente ha habido muchas especulaciones en torno a la posibilidad de que el autismo sea una enfermedad autoinmune. Siempre considerada como un trastorno mental o un trastorno que afecta al cerebro, verla como una enfermedad real abre nuevos horizontes en su tratamiento. Existe una nueva hipótesis acerca de la causa del autismo y del trastorno de déficit de atención que pretende explicar el porqué de las conductas inadecuadas y la incansable vida del niño hiperactivo.

Para la mayoría de las personas, la digestión de las proteínas (proceso que las convierte en partículas más pequeñas llamadas péptidos, y posteriormente en aminoácidos) es un proceso normal. Sin embargo, se ha encontrado que muchas personas con autismo tienen dificultad en digerir adecuadamente algunas proteínas, permitiendo que entren en la sangre en forma de péptidos. La razón de este mal funcionamiento suele ser una falta de enzimas que ayudan a la digestión, y una permeabilidad exagerada del intestino es lo que facilita que penetren en el torrente sanguíneo [166][167].

En el caso de proteínas como el gluten y la caseína, algunos de los compuestos que entran en el torrente sanguíneo y cruzan la barrera hemato-encefálica tienen propiedades opioides. Estos péptidos reaccionan con los receptores opioides del cerebro causando efectos similares a los que provocan las drogas opiáceas como la heroína y la morfina. Se ha observado que este fenómeno es más común en individuos con autismo o con esquizofrenia, cuyos síntomas a menudo mejoran al eliminar dichas sustancias de la dieta [326]. Los péptidos procedentes del gluten de los cereales se llaman gliadinomorfinas y los de la caseína de la leche se llaman casomorfinas.

Se ha observado que estos componentes reaccionan en ciertas áreas del cerebro tales como los lóbulos temporales que participan en los procesos de integración del lenguaje y la audición. La eliminación del gluten y la caseína de la dieta de muchos niños y adultos autistas (la dieta GFCF, exenta de gluten y de caseína) ha dado resultados muy positivos. Incluso, en algunos casos, se ha logrado la normalización completa del niño al combinar terapias nutricionales con terapias educacionales efectivas [167][169][533].

Esta teoría consigue conectar todos los aspectos relevantes. Por supuesto, la genética está también implicada en esta teoría, pues las enfermedades autoinmunes tienden a manifestarse en una misma familia. Generalmente encontramos un padre/madre con una enfermedad autoinmune que tiene un niño autista [166].

La posibilidad de que el autismo sea una enfermedad autoinmune está siendo investigada en diversos centros. Las investigaciones realizadas por Aristo Vojdani, profesor de neurobiología de la Universidad de California (UCLA), han sido presentadas en un estudio que describe una teoría sobre cómo una infección podría provocar los síntomas apreciados en niños autistas I68. El profesor Vojdani estudió la sangre de niños con y sin autismo, y descubrió que los autistas tenían anticuerpos que reaccionaban a las proteínas de la leche y a dos microbios comunes (estreptococo y Chlamydia pneumoniae). Sus resultados sugieren un mecanismo por el cual estos antígenos pueden modular respuestas autoinmunes en el autismo.

El problema es que los anticuerpos que reaccionan a estas proteínas e infecciones están posiblemente dañando la barrera hematoencefálica. En esta situación, los péptidos con efecto opiáceo y ciertas toxinas como el mercurio o el tiomersal pueden introducirse en el cerebro y provocar deterioro en sus tejidos. Muchos padres y madres están convencidos de que las vacunas, o más bien el tiomersal que está presente en algunas de las vacunas infantiles, provocó autismo en sus niños [166]. Aunque no hay certeza sobre la toxicidad debida a esta compuesto mercurial, las administraciones están solicitando a las empresas que producen vacunas que eliminen el tiomersal como conservante en las mismas. En España, las vacunas de calendario actuales que se administran en la infancia no contienen tiomersal y las que lo incluyen es tan sólo en cantidades ínfimas (trazas), aunque sí lo contienen los preparados multidosis frente a la gripe A [170].