Una llamada desde Roma

El insistente sonido del teléfono del padre Francesco Tognetto no cesaba en la madrugada de Nueva York. El sacerdote se levantó de la cama y se dirigió a la sala de estar. Descolgó el auricular y descubrió al otro lado la inconfundible voz que siempre escuchaba cuando le llamaban a horas intempestivas.

—Sí, monseñor. Estoy despierto… Le escucho perfectamente… Sí, eminencia. Puede hablar con tranquilidad, es una línea segura…

Desde el otro lado, una voz contundente le reclamaba información sobre Donato Cavalieri.

—Sí, él espera mis noticias sobre el comienzo del curso… No, monseñor, yo no sabía que se había suspendido, solo que se había retrasado el inicio —trataba de explicar Tognetto.

Desde Roma, su interlocutor le confirmaba que en la Santa Sede se había recibido una disculpa oficial de la CIA por la suspensión definitiva del curso de claves y comunicaciones.

—Monseñor, ya sé que tendría que haberme enterado antes que ustedes, pero no entiendo por qué no ha sido así —dijo, tratando de disculparse—. De cualquier manera, esta situación nos favorece…

Después de recibir un par de indicaciones, el desconcertado sacerdote colgó el teléfono.

Tognetto sabía lo que tenía que hacer después de la conversación telefónica. Se dirigió hacia el ordenador para esperar el mensaje cifrado que le enviarían desde Europa.

Siguiendo el procedimiento habitual, una vez recibido, leyó el texto en clave y se dispuso a descifrarlo. El código para los mensajes se cambiaba constantemente. Según el tipo de encabezamiento, se debía utilizar o bien el sistema alfanumérico, o bien el de símbolos para descifrarlo. Lo más extraño era que este mensaje no procedía del servicio de inteligencia y, por lo tanto, sus claves nada tenían que ver con las que normalmente adoptaba la Santa Sede. Tampoco lo había recibido por los canales habituales del Vaticano para este tipo de comunicaciones cifradas. El mensaje procedía de Austria y el servidor de internet estaba alojado en el Reino Unido.

A Tognetto le llevó varios minutos armar aquel rompecabezas. Fue conformando cada palabra y, cuando lo hubo descifrado por completo, eliminó el mensaje.

Las órdenes eran claras: debía dejar sin protección y sin ningún tipo de respaldo logístico a Donato Cavalieri, facilitando así que quienes querían acercarse a él no tuvieran impedimentos para actuar.

Incluso, como coartada, el mismo Tognetto debía aparecer como víctima de un supuesto ataque.

El plan del obispo John Benton comenzaba a gestarse. Tan solo habían pasado por alto un detalle: el padre Donato Cavalieri ya no se encontraba en la residencia de Yonkers.