Es realmente insólito que yo, Astinus, maestro historiador de Krynn, redacte una nota personal para incluirla en mis Crónicas. Sólo había hecho tal cosa en una ocasión, por cierto, reciente: cuando el mago Raistlin estuvo a punto de convertirse en una poderosa divinidad, con mayores prerrogativas incluso que Paladine y Takhisis. Fracasó, ya que de lo contrario ahora no tendría la oportunidad de escribir estas líneas, pero su hazaña merecía una mención especial.
Mientras comentaba el incidente, descubrí un lamentable error en mis antiguos volúmenes. Al observar la letra del autor de aquellos capítulos, deduje que se trataba de Paulus Warius, un ayudante mío que vivió hace tres siglos, más notorio por su torpeza que por sus dotes de recopilador. Sospecho que el citado Warius destruyó involuntariamente una parte de tres o cuatro tomos y sustituyó las páginas dañadas mediante las que él juzgó copias correctas. No lo eran.
El error afecta al período de transición comprendido entre las denominadas Era de la Luz y Era del Poder. Ergoth, por ejemplo, constituía un imperio mucho más viejo de lo que afirma la falsa historia, y Vinas Solamnus comandó sus ejércitos hacia el. C, no catorce centurias después, como afirma el relato inexacto. La Segunda Guerra de los Dragones, desdoblada en el texto equivocado en una segunda y tercera debido a su larga duración —más de cuarenta y cinco años—, concluyó en. C. Fue en estos últimos párrafos donde me apercibí de la gravedad de las inexactitudes, al consultar las páginas relativas a las últimas décadas del conflicto en busca de información sobre Huma, Caballero de Solamnia y hombre de carne y hueso que desafió y derrotó a Takhisis, diosa de la perversidad y Reina de los Dragones. Era mi intención evocar las proezas de Huma al término del segundo conflicto, pero hube de cambiar mis planes y entregarme a la ardua tarea de la reconstrucción.
He invertido en mi quehacer más tiempo del que en principio le asigné. Quizá se deba a que también yo he sentido cierto alivio después de la batalla y, sobre todo, después de haber estado al borde de cerrar el volumen final de la historia de mi mundo por imperativos del destino. Habría sido una lástima, ya que entonces mis Anales sólo contenían unos cientos de millares de tomos. Mi recuerdo pues, y mi agradecimiento, a Huma.
Por fortuna, ahora su vida se perpetuará y permanecerá intacta en estas páginas. Dejemos que ellas nos revelen su personalidad.
ASTINUS DE PALANTHAS, 360 d. C.