Desperté en una pequeña habitación de piedra con una ventanita por la que se veía el cielo (¿el amanecer?), un cielo donde flotaban grandes nubes blancas. Había tanta luz...
¿Dónde estaba mi Yungi? ¿Habría nacido ya? ¡Por supuesto, ya que de lo contrario no podía tener nombre! ¿Dónde estaba entonces? Recordé que el gordo Kushog había irrumpido en mi habitación, y que después se llevaron a mi Yungi para examinarla y ver si le había hecho daño... Pero, ¿cómo podía haberle hecho daño? ¿Con qué? El cuerpo de Kushog ya había sido calcinado, le habían metido los pies en la boca hasta que se evaporó..., ¡y no dejaron más que su mente corriendo en círculos, atrapada en un aro de barro! Sí, eran los niños de arcilla quienes le habían hecho todo eso: los niños de arcilla que vivían en la montaña. Se habían llevado a Yungi para convertirla en uno de ellos...
¡Y también se llevarían a Maimuna para meterla en un globo lleno de líquido dorado, un, globo que el ronroneante bosque se colgaría de la oreja...!
Y también se habían apoderado de mí: me habían sacado de África, robándome la magia de cuando encontré el coco de mar, los árboles color de llama, las reses de lomo giboso que pastaban en la playa, la belleza de aquella existencia alimentada por nuestra fe en nuestros Amigos Alienígenas.
Ahora yacía en un globo de piedra que flotaba en el cielo... La máscara de nubes se apartó del sol y la luz entró por la angosta abertura de la ventana, inundando la habitación. La cama se volvió fluorescente. Los mandalas se incendiaron y me enviaron sus reflejos desde las relucientes piedras curvadas de la pared; y volví a un claro perdido en una colina, y entré por la puerta del Mandala de la Consciencia Iluminada..., ¡el escondite de la Bestia Estelar, con su monstruoso conocimiento del todo y de la nada!
—¡No! —grité, tapándome los oídos con las manos. (¡Pero aun así había luz detrás de mis párpados! Igual que si me los hubieran arrancado...)
Oí ruido de pasos en la habitación. Un golpe seco: habían cerrado la ventana. Sentí que alguien se sentaba en mi cama.
La luz que ardía detrás de mis párpados se fue apagando y abrí los ojos. La habitación también estaba perdiendo claridad, y sus múltiples imágenes se fueron convirtiendo en una sola celda de piedra.
Ese alguien sentado en mi cama era Feng. Llevaba la cabeza vendada.
—¿Dónde está mi Yungi, Feng?
—En el Potala. En la guardería. Están cuidando de ella desde que te escapaste. —(Pero habló con voz suave, sin refirme.)
• • • • •
—¿Dónde estoy?
—Estás en el monasterio de Ga Dan..., en la cima de la montaña. El sitio al que querías llegar, ¿no?
La celda ya no brillaba: todo estaba calmado, sumido en la penumbra. Una tranquila y silenciosa caverna de piedra, una madriguera donde esconderse. Supe lo que debían de sentir los ratones que habían logrado escapar del gavilán y del sol para hundirse en un agujero. ¡Pero, justo cuando pensaba estar a salvo, la habitación volvió a temblar!
—¡Feng, todo flota! ¡No hay nada que se esté quieto, sólo el ser!
—Querida, te aseguro que te encuentras dentro de un edificio muy sólido. Fue construido en el año 1409 por un tal Zong Ka-Pa, quien fundó una secta conocida como la secta del Gorro Amarillo...
—Feng, tengo miedo. La habitación cobró vida. No, era mi mente la que estaba viva. Quiero decir que estaba más viva que antes... En mi mente no había más que espejos para reflejar mis pensamientos. Los espejos estaban allí para mostrármelos, pero no podía pensar en nada, sólo en espejos y más espejos, espejos vacíos... Feng, el universo carece de significado; existe, y eso es todo. Nada tiene significado. La vida consiste en estar vivo. Te golpeé, ¿verdad? Lo siento. Tenía que hacerlo...
—Para ver por ti misma. Y ahora ya lo has visto. Es decir, has visto un poco. Lo que viste sobrecargó tu cerebro porque no estás preparada para contemplar la realidad. ¡No olvides que tu mente es un nido de subsistemas separados, y que casi todos están ciegos y sordos, por lo que no pueden sentirse los unos a los otros! Y cómo vagas de una fase de la consciencia a otra, sostenida por esa feliz ilusión de que el mismo yo siempre está presente... Ah, sí, tu cabeza resuena con un continuo parloteo repetitivo, y su única función es tranquilizarte, hablarte de tu propia identidad y tu sabiduría. Cuando sea mayor, Yungi quizá pueda ver todo eso que tú eres incapaz de percibir. Será mejor que descanses un poco. Recupera el equilibrio.
Una campana resonó en la habitación contigua, o quizá en la de más allá. Feng se disculpó.
Me levanté pasado medio minuto, aunque la habitación no paraba de moverse y emitir chispazos de luz, y le seguí. En la habitación contigua sólo había una silla de madera tallada con el respaldo y los brazos llenos de dragones, un gran lámpara de aceite dorada y un televisor. Lo puse en marcha, movida por la curiosidad..., y la cabeza de carnero palpitante que tan familiar me resultaba ya cobró vida en la pantalla. Un rakshasa..., alias, el útero de alguna mujer, el criadero de los alienígenas cuyas mentes eran capaces de vérselas con la Bestia Estelar y aceptarla como universo. Puede que en este mismo edificio hubiera un niño tan diabólico como los seres de arcilla, tocando su música biológica, engañando a la humanidad para que se aventurase por el sendero que llevaba a la inhumanidad...
Oí la voz de Feng en el cuarto de al lado. Me volví hacia la puerta. La habitación era bastante grande, y en el suelo había un gran mandala que servía de alfombra y unos cuantos almohadones con borlas pegados a la pared del fondo y que se utilizaban como asientos. La alfombra se movía y me lanzaba miradas burlonas. Vino hacia mí: quería atraparme los pies. Cada hilo de lana era un zarcillo pegajoso en el que brillaban gotitas de saliva. La alfombra quería enroscarse alrededor de mis piernas y absorberme en su dibujo para crear más hebras venenosas.
Me escondí en la oscuridad de la antesala, pues quería oír lo que decían las dos personas plácidamente sentadas en los almohadones que reposaban sobre esa horrible alfombra dispuesta a devorarme. Una de esas personas, naturalmente, era Feng. La otra era una joven de rostro tan redondo y amarillo como un albaricoque, cuya negra cabellera estaba recogida en una cola de caballo tan larga que rozaba la alfombra: el extremo de la cola de caballo luchaba con los hilos de la alfombra, provocándoles a cada gesto de su cabeza. Era como si la joven tuviese una cola prensil en la nuca...
Feng parecía irritado.
—Llevarle la contraria a tus superiores no resulta fácil o agradable —estaba diciendo con cierta sequedad—. Aun— así, lo cierto es que ese experimento causó una gran inquietud entre nuestros «Hombres de Guerra» de la Embajada. ¿De quién fue la idea? Recuerda que los seres humanos corrientes siguen siendo mayoría. El Bardo debe pasar por lo menos dos siglos más ocupándose de la crianza.
—Pero..., Feng, aún no habíamos tenido ocasión de saber cuáles eran los resultados de usar la crisálida con humanos de la fase anterior.
—Y, gracias a eso, ahora tenemos a Kushog en estado catatónico. —El que pudiera hipnotizar al centinela demuestra que posee un gran control mental. Es posible que haya entrado en el estado de crisálida por sí solo. Cuando salga de él, dentro de unas semanas...
—No, sus ritmos cerebrales son idénticos a los de las víctimas de la encefalitis. Los ritmos del fracaso... Le habéis destrozado.
—Había que intentarlo. Si pudiéramos conseguir que los mejores especimenes de la fase anterior se convirtieran en crisálidas...
—Escúchame. Los aguijones del avispero siguen siendo lo bastante numerosos como para destruir al Bardo. Si algo saliera mal...
La joven le interrumpió:
—El Consejo piensa que deberíamos reducir el índice de nacimientos de la población a cero punto nueve por pareja. Eso hará que la población de humanos anteriores se extinga un poco más deprisa, pero, aun así, el proceso se realizaría con bastante suavidad. Digamos que el período necesario sería de quinientos años en vez de setecientos... Al mismo tiempo, eso quiere decir que cada vez tendremos un acervo genético más reducido que utilizar para conseguir nuestro propio nivel óptimo de población. Si pudiéramos provocar el cambio en la población normal, todo el proceso podría ser acelerado. Ésa es la razón de que hayamos llevado a cabo esa interferencia: queríamos averiguar si podía hacerse. Ahora sabemos mucho más sobre las estructuras mentales necesarias que al principio.
—¡Sigue habiendo mucha discusión acerca de mantener una población de humanos anteriores bastante grande! Ya lo sabes, ¿no? ¿Cuántos Grandes Adeptos puede soportar la Naturaleza? Necesitáis granjeros y técnicos. Necesitáis administradores y expertos en ciencias sociales...
—Sí, Feng, necesitamos gente como tú. Pero no es una solución que podamos seguir usando indefinidamente... No cuando la fase de crisálida es una crisis biológica general de la Humanidad tan inexorable como la pubertad en el individuo. Pasado un tiempo, descubrirás que el acervo genético común se ha quedado vacío, ¿no te das cuenta? Las características recesivas habrán quedado excesivamente diluidas en los residuos. Ya no quedará ninguna característica del Hombre Antiguo capaz de emerger... Sólo quedará ese inmenso residuo.
—Que, numéricamente hablando, seguirá siendo mayoría.
—Exacto. Por eso sería tan maravilloso poder provocar el Cambio en cualquier humano que tuviera un campo corporal prometedor.
—¿Y la discrepancia que hay en nosotros mismos después del Cambio? Seguimos comprendiendo una parte tan pequeña de lo que ocurre... ¿Se supone que todos nos convertiremos en Grandes Adeptos cuando hayan pasado mil años más? ¿O es que siempre habrá Adeptos Menores? ¿O ellos también acabarán desapareciendo?
—El tiempo y los Grandes Adeptos nos lo dirán. Creo que deberíamos seguir adelante con el proyecto, en beneficio de todos. Salí al pasillo, desafiando las ondulaciones de la alfombra y sus pegajosos zarcillos, clavé los ojos en aquel apacible rostro color albaricoque y le pregunté:
—¿Qué son los Grandes Adeptos? ¿Qué es todo eso de reducir la población a cero? ¿De qué estáis hablando?
• • • • •
—¡Ah, Lila! —dijo la mujer, sin alterarse—. Ése es tu nombre, ¿verdad? Creo que te encontraste con una de las Máquinas de Enseñanza cuando subías por la montaña, ¿no? Pero veo que sigues siendo capaz de moverte por ti misma... Felicidades. Eso nos anima a seguir adelante.
—¡Vuestra alfombra está intentando devorarme, pero no se lo permitiré!
—¡Oh, no se lo permitas! —Se rió y golpeó el suelo con la mano, haciendo que el tejido se agitase en una serie de olas que se lanzaron sobre mí—. Qué alfombra tan impertinente... Bueno, si quieres obtener respuesta a tus preguntas tendrás que pasar por encima de ella. —Ladeó la cabeza y esperó, mientras el extremo de su cola de caballo se agitaba lentamente como la punta de un látigo.
—No sé cuál es tu nombre. —Puse el pie sobre la alfombra. La tela se calmó y las zonas por donde caminaba se portaron igual que una auténtica alfombra, aunque las partes más alejadas de mí seguían agitándose, temblando y formando abismos.
—Me llamo Fatumeh.
Apenas llegué al centro de la alfombra —estaba protegido por elefantes azules que sostenían paraguas con la trompa, y dejé caer mi pie con fuerza sobre ellos, aplastándoles—, Fatumeh se levantó ágilmente del almohadón y me alargó la mano para llevarme a lugar seguro. Me hizo poner mi mano sobre su vientre, recalcando el hecho de que estaba embarazada. Su gesto era una mezcla de bendición y advertencia. Parecía totalmente inocente, como si no hubiera tenido ninguna participación en lo que le sucedió a Kushog, o como si nunca hubiese hablado con Feng de aquellos temas tan horribles.
—Lo que la gente nunca llegó a comprender, ni tan siquiera cuando la teoría de la evolución fue aceptada —me dijo con voz jovial, como si estuviera continuando una conversación iniciada hacía mucho tiempo..., y de hecho así era, aunque no hubiera sido ella quien la inició, sino Feng—, es que la Humanidad no ocupaba la posición de un observador externo. ¡Al contrario! Estaba claro que la Humanidad debería desaparecer, igual que desaparecieron los prehomínidos. Una nueva forma de vida iba a ocupar su sitio. Pero, ¿cuántas personas se daban cuenta de ello? ¿Cuántos de los viejos biólogos, antropólogos o científicos eran conscientes de esa verdad? No muchos.
—Si yo fuera un pez prehistórico y pudieras hacerme ver a mi descendiente, mil millones de generaciones después..., me lanzaría hacia la orilla desesperada, odiando mi ser actual. ¡Perdería todo el goce y el placer de vivir como hasta entonces!
—¡Bueno, si te lanzaras a la orilla quizás acabaras descubriendo que podías respirar el aire! —Sonrió—. Incluso el formar parte de un lento y prolongado proceso de cambio, y saberlo, debe de resultar emocionante, ¿no crees? Imagínate qué emocionante sería sentir cómo evolucionas en esta vida de ahora.
—Los individuos no pueden evolucionar. La epidemia de la Bestia Estelar lo demostró. ¡Si es que alguna vez hubo una epidemia de la Bestia Estelar!
—¿Crees que lo demostró? El hombre es un animal neoténico, Lila. Hubo un tiempo en el que habríamos definido tal cualidad diciendo que el Hombre permanece en una forma juvenil durante muchos años hasta que llega a la edad adulta, por lo que hay tiempo más que suficiente para que madure y llegue a convertirse en un ser altamente coordinado. Pero, en otro sentido del término, la neotenia es altamente común en la naturaleza. Los renacuajos y las orugas son las formas neoténicas de la rana y la mariposa. Entre las dos criaturas hay una fase de crisálida. Durante ella, los procesos de alimentación y locomoción se detienen, mientras la estructura del ser sufre grandes cambios. En cuanto la fase ha terminado, aparece un ser nuevo, distinto al anterior.
»¡Imagínate el contraste entre las formas de percibir el mundo de la oruga y de la mariposa, por muy pequeñas que sean las mentes de ambas criaturas! Intenta concebir la reorganización del sistema nervioso que debe producirse, al tiempo que se producen también cambios físicos tan considerables como el crecimiento de las alas... ¡Déjame decirte que hasta ahora los seres humanos han pasado toda su vida en una fase neoténica! Desde el nacimiento hasta la muerte no han sido más que larvas...
»El Bardo hace aparecer los genes sumergidos gracias a los que un nuevo ser humano brota del Viejo Humano. Y eso ocurre durante un estado de crisálida, una fase de pubertad del sistema nervioso y el campo corporal.
—Siempre que el ser humano se encuentre adecuadamente preparado para soportarlo —añadió Feng—. Hasta los hijos del Bardo podrían no darse cuenta del momento crítico si no se les preparase para ello..., si no fueran capaces de entrar en éxtasis mediante las botellas yidag o los aros de arcilla. Necesitamos eliminar todo el ruidoso parloteo de irrelevancias para que la mente pueda girar sobre sí misma, examinarse y crear nuevas conexiones internas. Pero, antes, la oruga humana necesita haber pasado unos cuantos años masticando el problema de la vida. Su mente debe contener el material necesario para que la metamorfosis pueda trabajar con él.
—Un cambio en la pauta del campo corporal nos indica cuándo ha llegado el momento —dijo Fatumeh, asintiendo con la cabeza—. Pero Feng tiene razón. El cambio debe ser producido desde el exterior, y el individuo debe ser aislado mediante la botella yidag o el aro de arcilla. No son simples ritos de iniciación ceremoniales; aunque también son eso. Son un medio ambiente para el cambio radical, una crisálida física que llevar mientras la mente se vuelve hacia dentro y las células nerviosas alteran su cableado anterior. Lo sé. He estado suspendida en el tanque de fluido, y he emergido de él siendo totalmente distinta de como era antes.
—Sigues sin parecerme una mariposa. No te han salido alas. Pareces un ser humano corriente.
—La mente cambia de forma, los senderos cerebrales forjan nuevas conexiones; los miembros no cambian. Aun así, si filmaras mi campo corporal usando el método de alto voltaje Kirlian, verías alas, ya que tanto necesitas verlas... ¡Las alas del campo corporal! Alas de energía que no podría haber desarrollado salvo dentro de la crisálida de un yidag... Yidag es mucho más que un mundo fantástico al que vuelan tus camaradas de Rusia. ¿Qué son esos alienígenas de Yidag? ¡Unos soberbios analistas de datos! Y engendran nuevos yidags.
—Mediante interferencias producidas con haces láser. Ya lo sé. —Comprendiendo conscientemente los datos genéticos. Comunican datos genéticos de una forma abierta, sin necesidad de utilizar el sistema de esconderlos en el código de un espermatozoide o empaquetarlos en el óvulo, como nos ocurre a nosotros. Verás, la estructura de la información es revelada durante el proceso de transmitir esa información, cuando dos yidags se «aparean»... Del mismo modo que el juego de los yidags sirve para producir la pauta adecuada del campo corporal durante los vuelos del Bardo para las viajeras rusas, también prepara a nuestros hijos para convertirse en la crisálida perfecta. ¿Ves de qué forma tan limpia se combinan los hechos del Bardo y su «mito»?
—Nuestros mundos alienígenas no contienen arbitrariedades —dijo Feng—. Cada mundo ha sido diseñado para imponer el sello del Bardo a la concepción de un nuevo niño, ¡arrancándole la nueva pauta a la pauta del Viejo Humano que la sumerge!, y, al mismo tiempo, le sirve de entrenamiento al niño que se encarga de dirigir el juego. Le prepara para soportar el cambio que se aproxima.
Me estremecí.
—¿El «Viejo Humano»? ¿Estás diciéndome que jamás hubo seres plenamente humanos..., hasta ahora?
—¡Exacto! —exclamó Fatumeh—. No había más que larvas de humanos. Niños con cuerpos adultos cuya capacidad para alcanzar el cambio de la crisálida iba aumentando lentamente sin hacerse perceptible en la superficie. ¡No me extraña que la especie actuara casi siempre de una forma tan estúpida! Si la capacidad llegó a emerger accidentalmente en el pasado —y supongo que así debió ocurrir, por las leyes del azar—, cualquier esperanza de entrar en éxtasis habría quedado rápidamente eliminada debido a la retroalimentación normalizadora y el lavado de cerebro de los Viejos Humanos. ¿Encefalitis? ¿Enfermedad del sueño? —Se rió—. Aquellas epidemias no eran sino atisbos de lo que ya era posible..., pero aún no había llegado el momento adecuado. El coma, en su forma madura, es algo positivo, no negativo. Naturalmente, lamentamos el accidente sufrido por Kushog... Es posible que sólo la minoría de los hijos del Bardo tenga cerebros «cableados» para aceptar esta complicada clase de cambio. Aun así, seguiremos intentándolo. Puede que nuestros Grandes Adeptos encuentren un camino...
—¡Entonces, el accidente de Kushog era un experimento para producir por la fuerza el cambio en lo que vosotros llamáis un «Viejo Humano»!
—Sí, eso era, y no me avergüenza haberlo intentado. Se le conectó a una grabación del campo corporal y las funciones ondulatorias cerebrales de un hijo del Bardo cuando estaba sufriendo el cambio..., en un decorado que creo ya has visto.
—Esa sucia costra de barro...
—Sigo sin estar de acuerdo con el experimento —dijo Feng en voz baja.
—Quizás el error fue hacerle percibir la experiencia de un Gran Adepto en vez de la de un Adepto Menor —admitió Fatumeh—. Deberíamos repetir el experimento con otro viajero, usando la grabación de un Adepto Menor. Y tendríamos que utilizar la botella, no el aro de barro.
—¡Por todos los cielos, pues entonces hacedlo en Rusia! En el contexto yidag habitual... ¡Haced lo que os dé la gana, siempre que mis dobdobs del Potala no tengan que volver a pasar por semejantes momentos de pánico! Insisto en ello. No podéis correr el riesgo de ir sembrando dudas sobre la Bestia Estelar. Si lo hacéis, acabaréis muertos. La vieja raza humana se cortará su propia cabeza.
—¡Grandes Adeptos, Adeptos Menores! —grité yo—. ¿Acaso también hay diferencias entre vosotros, los superseres? ¿Es que algunos no son lo bastante «súper»?
Fatumeh frunció el ceño durante un par de segundos.
—Los Adeptos Menores no emergen de la crisálida tan drásticamente cambiados como los Grandes Adeptos. Las entidades geométricas que sacan la vida de la no-vida, ¡y la consciencia de la materia viva, y una consciencia superior de la mera consciencia!, no son capaces de expresarse tan plenamente a sí mismas. Podemos usar los campos corporales de los niños para profetizar quiénes lograrán completar el salto que les lleva a ser Grandes Adeptos..., y quiénes sólo lograrán llegar hasta la mitad del trayecto. Yo misma soy una Adepta Menor.
—¿Y te preocupa serlo?
—Por supuesto que no. Ocupamos una posición intermedia entre los Grandes Adeptos y los viejos humanos como Feng o como tú misma, que a su vez ocupan una posición intermedia entre nosotros y la inmensa mayoría de la vieja humanidad. Somos una bisagra. Y no olvides que hemos saltado cierta distancia.
—¡Sí, habéis logrado dar medio salto!
—No te burles. Con eso sólo consigues degradarte a ti misma, Lila. ¡Vamos...! Todo esto es motivo de alegría y celebraciones, no de protestas y fruncimientos de ceño. Ven abajo y presenciarás el nacimiento de un Adepto. Hoy, como cada día, celebramos la rotura de otro aro de barro o el descorche de otra botella de cristal. Ser un Adepto Menor ya es bastante maravilloso, créeme. Me he pasado horas contemplando ese prisma de cristal, viendo las cosas tal y como son. Me dirigió una deslumbradora sonrisa.
—Cualquiera puede tener alucinaciones. Ese prisma no es más que un creador de alucinaciones.
—No se trata de tener alucinaciones, sino de ver.
—Yo vi el planeta Asura, pero en él sólo había mentiras e ilusiones.
—Yo vi a la chica que había sido —me contó ella con expresión absorta, sin dejar de sonreír—, esa larva nacida del Bardo antes de que fuera un ser humano, y vi a la anciana que seré mucho tiempo después, con la piel momificada pero, aun así, tensándose para contener a esa chica que no para de crecer... Pasé instantes eternos viviendo simultáneamente toda mi vida, hacia atrás y hacia delante, igual que hace el universo. Viví toda mi existencia desde el principio hasta el final, no con sus detalles exactos sino sintiendo la textura básica de toda mi vida, y fue una buena experiencia, aunque también resultara aterradora. Necesité un alto grado de indiferencia para vencer el terror y sacar provecho de todo aquello.
—¡Sí, necesitaste adquirir esa indiferencia tuya hacia los seres humanos!
—No, no es esa clase de indiferencia. Es un estado superior de la mente..., aceptar y existir. Era una simulación de Dios, consciencia y espacio puros, creando mi vida a partir de mí misma en un torbellino de probabilidades. Era la joven que se convertiría en la anciana, la anciana que envolvía a la joven... El Prisma me contenía y me hacía girar dentro de mí misma, igual que ocurre con el «giro de extrañeza» de una partícula atómica. Mis cien años de vida probable fueron reducidos a un punto y tensados igual que cables por todos mis nervios, cambiándome y preparándome para aceptar el Universo-Tiempo: el tiempo que simultáneamente es y no es, porque el fin del universo, su más alto nivel de coordinación, formará su propio comienzo. Ahora vivo en el Tiempo Absoluto, Lila. La muerte no significa nada para mí. Soy. Siempre. ¿Puedes comprender esto?
¡El horror de cuando había estado atrapada en el Prisma!
—Este universo no es más que una bombilla que se enciende para fundirse un instante después —dije yo—. ¡Y ni tan siquiera hay bombilla, interruptor o fuente de energía! No hay más que una especie de nudo en la nada, un nudo demasiado apretado que, durante un segundo, se convirtió en algo por puro accidente. ¿Es eso lo que viste? ¿Y eso te parece maravilloso?
—Lo vi. Y lo acepté. Es maravilloso. Porque el vacío en el que hay atado ese nudo es Dios..., y yo llegué a ese vacío. En cuanto a comprender cuál es la naturaleza del vacío, eso debe quedar reservado a otros, algo que los Grandes Adeptos descubrirán... algún día.
La alfombra volvía a moverse. Oro fundido fluía por los ríos del mandala, llevando consigo un rabioso torrente de energías. Fatumeh agitó su cola de caballo.
—¿Para qué sirve el Viejo Humano..., ahora que hemos visto eso? Ha triunfado. Ha hecho aquello para lo que estaba concebido. Dejémosle desaparecer.
—¿Y de qué servís vosotros..., si vuestro único deseo es ser un vacío? ¿Qué clase de existencia es ésa?
—Un día, cuando seamos una sola cosa con el vacío que hay detrás del mundo, podremos atar ese nudo en el vacío por nosotros mismos. Seremos Dios. Seremos capaces de crear a partir de la nada..., puede que este universo, puede que otro. O quizá varios universos. Un día, juntos...
Empezó a mover las manos trazando formas por el aire, copiando las ondulaciones y la trama de la alfombra con sus gestos. Las yemas de sus dedos reflejaban el sol. Sus uñas eran espejos. No importaba adónde fueran, allí se quedaban..., las líneas de luz quemaban mis retinas. Dejaban rastros indelebles conservados en el aire. El mandala de la alfombra fue creándose a sí mismo ante mis propios ojos, convirtiéndose en luz.
—Existo siempre, y este momento siempre es el momento —canturreó Fatumeh—. El bote se mueve sin cesar. ¡Por estos ríos dorados de luz! Nada que haya existido se pierde. No hay nada por lo que llorar. Puedo frenar un poco el tiempo para mostrarte esto. Puedo llevarte dos veces por el mismo río.
Siguió tejiendo hasta haber completado la alfombra. La dejó brillar ante mis ojos, suspendida en el aire. Y después, con un solo gesto de su mano, la hizo desaparecer.
En ese instante el sol se escondió tras el marco de la ventana. Era como si hubiese dado un salto, igual que la manecilla de un reloj cuando pasa de un minuto al siguiente.
Sentí que el corazón me daba un vuelco. ¡Lo único que había hecho era hipnotizarme con sus manos! Me había hipnotizado. Me había hecho soñar mi propia imagen de la alfombra suspendida en el aire. No era más que un truco de magia. Mi mente seguía siendo tan vulnerable...
No me había demostrado nada. ¡Nada!
—Cuando los derviches bailaban hasta caer en el trance, ¿cuál era la cantidad de tiempo que transcurría para ellos? —me preguntó con dulzura—. ¿Acaso no bailaban para detener el tiempo? Puedo tejer una silueta que detendrá el tiempo durante todo un día..., para mí. Para ti puedo crear una que detenga el tiempo durante unos minutos. La mente teje una crisálida para sí misma. Estando dentro de ella aprendes, conoces el nudo atado en la nada.
No sé qué habría visto Feng. Pero me miró y, con voz suplicante, me dijo:
—Ven y lo verás. Un hombre, una mujer. Hoy nacerán dos Adeptos. Uno de la arcilla, otro del líquido.
Les acompañé, aturdida, sin saber qué pensar.
• • • • •
Una muchedumbre de niños y jóvenes venía con nosotros, haciendo piruetas y golpeando tamboriles y címbalos, haciendo sonar trompetas hechas con huesos..., ¿huesos humanos? Iban a darle la bienvenida a los Adeptos, me dijo Feng. ¡Naturalmente! Sí, estaba claro que ser cocido dentro de una estatua de arcilla o ser metido en una botella cristalina llena de líquido eran ritos de iniciación..., ceremonias con que demostrar la fuerza de quienes iban a ostentar el poder. Una forma de elegir y perpetuar una clase dirigente secreta que parecía haber llegado a la decisión —de que, con el tiempo, podría vivir sin tener ninguna capa de hombres corrientes sobre los que gobernar. ¡Lo cual, naturalmente, era la forma más segura y más loca de conservar el poder eternamente! ¡Maimuna habría aceptado todo aquello con un terrible entusiasmo!
Mis ojos seguían gastándome bromas y, cuando avancé tambaleándome por entre los edificios del monasterio, la cima del monte Ga Dan me pareció una ciudad irreal: los edificios se movían y oscilaban igual que si fueran las construcciones elásticas de un sueño; pero, aun así, me fijé en una torre lisa equipada con grandes protuberancias y antenas que bien podría ser el sitio donde un mocoso creaba música del útero para transmitirla a Lhasa.
Pero..., ¿sería realmente cierto que toda la experiencia del Prisma era falsa? Un misterio tan burdo y tan barato... ¿Y no había más que eso?
¡No! No era verdad. Yo había visto la Gran Nada, la Gran Oscuridad que se oculta en la raíz de toda la Luz y el Ser. Había sido una visión auténtica..., y el horror era auténtico.
¡Sí! Era una mentira. Había tenido una alucinación, un ataque, igual que le ocurre a un epiléptico cuando contempla el parpadear de unas luces. Y, de todas formas, la experiencia no podía ofrecerme nada. No serviría para mejorar mi vida o para hacerme más humana.
—La Mezcla de Asura —estaba diciendo Fatumeh— es una forma excelente de adiestrar a los más jóvenes para que aprendan a desprenderse del yo y ganar acceso a una identidad nueva y más grande...
—¡Pero en Lhasa no se hacen vuelos a Asura!
Me señaló las inmensas antenas de los edificios.
—Estamos continuamente en contacto con Miami y Kazajstán. Podemos volar a cualquier sitio desde cualquier punto. Verás, los tres mundos alienígenas son juegos de aprendizaje muy importantes, así como optimizadores genéticos. Asura permite aprender cuáles son los estados mentales superiores e inferiores. Yidag prepara para el cambio mental de la «pubertad», la fase de crisálida, y coloca los cimientos de lo que luego será desarrollado por las máquinas de enseñanza como el Prisma. Necesitamos tener acceso a todos los mundos. Y, naturalmente, los Grandes Adeptos siempre están ocupados diseñando nuevos mundos alienígenas para incorporar nuevas técnicas e ideas... Nuestros niños encuentran muy divertido que el mundo exterior tome por realidades sus juegos de la mente...
—¡Oh, sí, apuesto a que les divierte mucho!
El primer edificio del monasterio era la terminal de un funicular. De él salía un cable que se perdía entre los primeros troncos del bosque. Subimos a un vehículo (cuyo interior imitaba un tramo de escalera) y empezamos a bajar. Miré hacia el sur y vi un lago de cristales rotos en ángulo: eran los paneles de energía para la comunidad de Ga Dan. Los árboles parpadeaban delante de los paneles, por lo que clavé los ojos en el suelo de madera, queriendo que tanto mi mente como mis ojos conservaran la lucidez.
—¿Por qué hacéis que algunos Adeptos pasen por el aro y otros por la botella? —pregunté.
—No es más que un asunto de saber cuál de las crisálidas parece más adecuada —replicó Fatumeh—. Como ya te he dicho, observamos el campo corporal para ver lo que el niño sabe hacer con las máquinas...
Estaba mareada, me encontraba mal.
—...la botella yidag se encuentra menos separada del mundo, aunque sólo sea porque deja entrar la luz. Naturalmente, la inmersión en el líquido hace totalmente imposible «ver» nada con claridad. No hay más que un resplandor que va creciendo en intensidad a partir del alba y va disminuyendo con el crepúsculo, igual que una curva sinusoidal muy prolongada..., un solo armónico de luz. Eso hace que la experiencia de la botella también aleje mucho del mundo, pero el aro reduce toda la entrada de estímulos exteriores a cero. Hace que el niño quede totalmente envuelto por su mente, le aísla tan irremisiblemente como si fuera un espacionauta que flotara en el vacío, allí donde no hay estrellas. No puede percibir nada salvo su propia mente.
—¿No hay cierta sensación de tacto? ¿Un poco de calor, algo de presión? Los aros deben ser mucho más dolorosos que flotar dentro de una botella. ¡Kushog fue torturado!
—No, el traje les protege. Aísla y elimina todas las sensaciones, incluso las de temperatura y presión. En la etapa inicial, hasta que el trance llega a ser lo bastante profundo, incluso elimina la sensación de existir. La parte interior del traje está recubierta con una pasta anestésica. Aunque eso sólo ocurre al principio, claro, luego va secándose.
—Kushog...
—...no estaba preparado para soportar la experiencia. Se dejó llevar por su imaginación.
—Entonces, ¿qué razón había para someterle a ella?
—No teníamos forma de saber si estaba preparado o no. Su obsesión por el chöd.. Conseguir nuevos reclutas directamente de la Vieja Humanidad habría sido algo maravilloso. Más continuidad, si quieres expresarlo así...
—¡Menos culpa!
—No nos sentimos culpables. En absoluto...
Bajamos del funicular en un pequeño claro donde varios senderos convergían en una vieja lápida tallada que tendría un par de metros de altura. La mayor parte de las inscripciones habían sido raspadas hasta dejarlas ilegibles, aunque ya hacía mucho tiempo de eso.
—Los campesinos borraron las palabras en los viejos tiempos —me explicó Feng—. Creían que eran palabras mágicas. Hicieron medicinas con el polvo.
Fatumeh sonrió ante aquella muestra de ingenuidad.
—¡Estaban dispuestos a todo con tal de curarse!
Para mí, tanto ella como Feng también pertenecían a un mundo de salvajismo y supersticiones. La única diferencia estaba en que su mundo era una versión más refinada del antiguo, más técnica y poderosa. La razón y la humanidad habían sido arrojadas a un lado por una monstruosa conspiración que había logrado controlar el mundo aprovechando los problemas y disturbios que habían terminado con aquella otra civilización tecnológica y racional que tan astutamente se nos había enseñado a odiar. ¿Cuánto tiempo pasaron aquellos adoradores del Hombre Futuro infiltrándose en el mundo hasta conseguir sus propósitos? ¿Siglos? Probablemente nunca llegaría a conocer la auténtica verdad histórica. La habían deformado o eliminado con tanta habilidad... Lo más que podía hacer era mantener los ojos bien abiertos y averiguar el máximo de datos posibles en cuanto llegáramos a su fortaleza..., No sabía cómo ni dónde, pero quizás aún hubiera forma de salvar una parte de la verdad y hacerla conocida. Sí, aún tenía tiempo, si es que su plan para eliminar a la Humanidad iba a requerir varios siglos y si sus sirvientes, como Feng, seguían teniéndole miedo al avispero representado por todos los seres humanos corrientes que habitaban el mundo.
Cruzamos un bosquecillo y llegamos al gran cristal dorado dentro del que flotaba la chica desnuda. Nos acuclillamos formando un círculo junto a los demás y esperamos. Los minutos fueron pasando. Todo el mundo guardaba silencio.
—Ya no falta mucho —murmuró Fatumeh, colocándose la cola de caballo sobre el vientre—. Pronto...
—¿Cómo lo sabes? —le pregunté, teniendo que hacer un gran esfuerzo de voluntad para hablar—. ¿Hay algún tipo de reloj que lo controle?
—No, no es nada mecánico. Puedes notarlo por la altura a que flota dentro del líquido. Ah... ¿Ves?
Un reguero de burbujas doradas brotó de los labios de la chica y, de repente, su cuerpo empezó a subir hasta que su cabeza quedó oculta por el extremo metálico de la botella de cristal, que había empezado a girar lentamente sobre sí misma. Una docena de adolescentes se acercaron al cristal, formando una pirámide humana, y la tapa metálica se soltó para quedar colgando de un cable. La cabeza de la chica emergió del recipiente. Parpadeó. Sus hombros y sus brazos salieron del recipiente, y el fluido resbaló por su piel para volver a caer dentro de la botella, como si todas las gotas que lo componían fueran una sola sustancia que podía ser estirada hasta el infinito pero que jamás llegaría a romperse. La pura y simple lealtad de aquellas moléculas explicaba la membrana que creí haber visto protegiendo la piel de la muchacha.
Pasó las piernas por encima del borde y quedó suspendida en equilibrio, flexionando los músculos de su cuerpo y tragando hondas bocanadas de aire. Después se dejó resbalar por las espaldas de la pirámide humana, y los cuerpos que la formaban cayeron al suelo, rodeándola. La joven se quedó en pie, inmóvil, con una sonrisa radiante en los labios.
—¿Cuánto tiempo ha estado dentro de esa...?
—Poliagua —dijo Feng.
—Calla. Escucha—dijo Fatumeh.
La chica abrió la boca y se dirigió a todos los que estábamos en el claro, pero no usó ninguno de los lenguajes que yo conocía. Las sílabas se pegaron las unas a las otras formando sonidos que se convirtieron en frases, y cada frase era un grupo de sonidos que formaba grupos más grandes..., Muchos-en-Uno. Era un lenguaje tan fluido como un torbellino circular, un lenguaje que abarcaba y encerraba. Era un lenguaje que fluía igual que el mercurio al derramarse, rebotando, dividiéndose, agrupándose, absorbiendo; una confusión de charcos relucientes que acabaron uniéndose para formar una sola masa que, manejada sin el cuidado necesario, podía volver a escindirse en mil partículas distintas para perderse por completo. O eso me pareció. No era más que un abracadabra aprendido de memoria. Era un ritual mágico como los que debieron utilizar los Viejos Magos para invocar a los Dioses de la Tormenta y los Dioses del Sol, los Dioses de la Cacería, los Dioses del Poder... ¡Una sucesión críptica de sílabas carentes de significado que la hacían parecer más primitiva que nosotros, no una especie superior de ser humano!
—Ha pasado veinte días dentro de ese recipiente, contando el día de hoy —dijo Fatumeh cuando el canturreo de la chica hubo llegado a su fin y mientras ésta, acompañada por un adulto, se alejaba del claro—. Mientras estuvo dentro de él su mente ha estado componiendo este..., bueno, supongo que podrías llamarlo cántico de agradecimiento. Ahora, la capacidad y la coordinación de su cerebro son mayores que antes. Su forma de hablar lo demuestra. Verás, durante la fase de crisálida, el cerebro sufre cambios físicos muy importantes... La topología del pensamiento se vuelve más complicada, más autoanalítica. Todos llevamos dentro un programa incorporado que nos permite aprender el lenguaje humano, pero la amplitud del canal usado por ese lenguaje sigue siendo muy pequeña...; aunque en cada lenguaje hay un gran número de sonidos básicos que no se utilizan y que podrían hacerlo más amplio y complejo. Por ejemplo, todo el vocabulario inglés puede ser reducido a palabras de una sílaba sin hacerle perder ni una fracción de su flexibilidad y sutileza..., ¡hay tantas combinaciones que no se utilizan! La fase de crisálida hace que el programa del lenguaje dé un paso hacia delante y genera el potencial para crear estructuras mucho más densas y ricas..., con las pautas del viejo lenguaje como una especie de forma larval más sencilla del nuevo lenguaje. Ahora, naturalmente, los Adeptos evolucionados pueden ayudar a los candidatos antes de que entren en la fase de crisálida ofreciéndoles una relación de entrenamiento retroalimentadora. Vivirá entre ellos y aprenderá a refinar su nuevo lenguaje. Lo que estamos creando, y utilizando, gracias a las alteraciones producidas por la fase de crisálida, es toda una serie de lenguajes superiores que pueden expresar muchas más cosas de una forma mucho más concisa y exacta. Esos lenguajes pueden describir la apariencia de un rostro, o la actividad física de la natación por ejemplo, en vez de limitarse a nombrarla poniéndole encima una etiqueta rudimentaria...
»Después de que una mariposa haya dejado de ser oruga, ¿puede seguir arrastrándose? Naturalmente que sí, siempre que quiera hacerlo. ¡Es lo que estoy haciendo ahora cuando hablo contigo, y con Feng, usando un lenguaje que podéis comprender! Pero, aun así, eso sigue siendo arrastrarse. Es como si me cortara las alas en beneficio vuestro... Ella también es una Adepta Menor. Pero los Grandes Adeptos..., ellos no pueden cortarse las alas y volver a la etapa prehumana con tanta facilidad. Su concepto del ambiente es tan distinto..., hablo de toda su umwelt, el medio ambiente que perciben. Representan el salto completo de la crisálida. Esa chica y yo seguimos siendo saltos parciales a medio camino entre lo viejo y lo nuevo..., orugas con alas, si quieres expresarlo así. Tenemos la esperanza de poder llegar a su nivel antes del fin de nuestras vidas. El Hombre del Futuro Lejano, por oposición a los que sólo son Hombres del Futuro, quizá tenga que pasar por muchas más fases como crisálida de las que ahora podemos imaginar... —Su voz se alzó hasta convertirse en un himno de acción de gracias, una canción de triunfo—. Esas fases quizás incluyan un estado como plasma psíquico libre, un campo corporal liberado que pueda prescindir del cuerpo y sea capaz de absorber energía del sol, quizás incluso de la mismísima textura del espacio, usando sistemas que ahora no podemos ni soñar..., ¡hasta acabar llegando a las estrellas! Un día seremos ángeles. Yo no lo veré, pero los hijos de mis hijos, dentro de cien generaciones, sí podrán ver ese momento. Aunque ahora ya vivo con ellos en el Tiempo Absoluto... ¡No estoy sola; como tampoco lo está la Vieja Humanidad!
»Puede que entonces nunca nos veamos obligados a morir, a menos que lo deseemos. Quizá podamos encarnarnos temporalmente en otros animales de éste y otros mundos, tal vez incluso en árboles, en cualquier ser vivo... y ser el tigre, o el saguaro gigante del desierto, o la ballena que habita en el mar, o un caracol, o un escarabajo... Esas encarnaciones no serán más que juegos. El espacio será el auténtico lugar donde aprenderemos a descifrar el universo: allí encontraremos otras grandes mentes que serán nuestros iguales o nuestros superiores, y aprenderemos con ellas, o quizá logremos hacerlo sin ayuda, ¡y sabremos cómo es posible convertirnos en Dios y crear el universo que nos creó! El estanque genético deberá restaurarse a sí mismo durante generaciones antes de que todo eso sea posible. Ése es el trabajo que nos aguarda a partir de ahora.
Se fue calmando. Salimos del claro donde se alzaba el cristal dorado, acompañados por el resto de los celebrantes, y cruzamos los bosques en dirección a la cicatriz artificialmente humedecida que contenía la aldea de los seres de arcilla.