«Sylvania había resultado un nido de horrores. Los espantosos acontecimientos del castillo de Drakenhof nos llenaron de tristeza y miedo. Habíamos impedido el surgimiento de un terror descomunal, pero pagando un precio muy elevado por ello, y la lucha y el horror no nos darían ni un respiro. Apenas habíamos acabado de vencer a nuestro enemigo no muerto cuando nos encontramos arrojados de cabeza a otra aventura aún más desesperada, en la cual iba a intervenir el titánico legado de una raza muerta hacía mucho, y donde nos encontramos con el más grandioso hechicero vivo de esa época del mundo; además, tuvimos que librar batallas contra enemigos más horribles y aterradores que casi cualquier cosa con la que nos hubiésemos enfrentado antes. Durante el curso de esas aventuras, aprendí muchísimo más de lo que hubiese querido acerca de la historia secreta de nuestro mundo, y mi vida y mi alma se hallaron en el mayor de los peligros. Incluso ahora, cuando vuelvo la mirada hacia aquellos terribles acontecimientos, me asombro de haber sobrevivido. Muchos de mis compañeros no fueron tan afortunados»…

FÉLIX JAEGER,

Mis viajes con Gotrek, vol. IV,

Impreso en Altdorf, 2505