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Campo de Dunas de Manschemman,

Continente Beiseit, Marduk

Distrito Militar de Benjamín

Condominio Draconis

14 de junio de 3039

—¡Es glorioso! ¿Verdad, Jimmy?

La estática cortó algunas de las palabras de sir Michael Hallbrock, pero su entusiasmo resultaba patente. James Sandoval, mariscal recién nombrado de las FASF, duque de Robinson y heredero del puesto de su padre como comandante de la Marca Draconis, se mostró totalmente de acuerdo. Sólo deseaba que éste pudiera estar presente para participar de la humillación a la que sometían a las Serpientes kuritanas.

Cuando la Federación de Soles había perdido mundos a manos del Condominio durante la Cuarta Guerra, Aaron Sandoval casi se había sublevado para establecer su propia guerra. Sin embargo, los consejos más cautos prevalecieron, y, entonces, se dedicó de forma indirecta a conseguir sus fines. Cinco años atrás había abdicado de su trono ducal a favor de James. Con una precisa presión y reclamando favores debidos, el viejo duque logró arreglar que su hijo ocupara el trono de mando de la Marca Draconis. James, que ya ascendía con rapidez a través de los rangos de las FASF a pesar de no haberse educado en el ICNA, regresó a la Marca para hacerse cargo del Primero de Rangers de Robinson.

Aaron se trasladó a Nueva Avalon. No sólo con el fin de dejarle el campo libre ajames, a quien la gente empezaba a llamar el joven duque, sino para llevar su lucha política allí donde pudiera encender algunas llamas. Entre los políticos y cortesanos, el cabello gris de Aaron fue un recordatorio constante de que tenía un enemigo justo en el umbral de su puerta. El viejo duque importunó, halagó, amenazó e insistió de forma constante en el exterminio del Dragón. El mismo Príncipe no fue inmune a sus actos. Siempre que se veían, el viejo duque le recordaba a Hanse Davion el juramento hecho en su coronación para recuperar los planetas perdidos ante el Condominio Draconis durante la Primera Guerra de Sucesión. Cuando era posible, le señalaba que también habían perdido otros mundos durante el reinado de Hanse.

En el momento en que dio la impresión de que el Príncipe había sido humillado por las pérdidas sufridas en la Cuarta Guerra y distraído por los problemas surgidos en los estados fronterizos, Aaron sacó a relucir su programa de presión. Siempre estaba dispuesto a enfatizar los últimos informes de inteligencia acerca del rearme del Condominio y a señalar, ayudado por múltiples referencias históricas, cuál iba a ser el resultado probable de los actos del Dragón. Finalmente, cuando el Príncipe tenía la guardia baja, le hizo ver que ya era el momento para un ataque preventivo contra el todavía débil Condominio. Entonces, se trazaron los planes para la invasión.

El viejo duque cumplió con su parte; lanzó a la Federación de Soles y a sus aliados de la Mancomunidad de Lira al cuello del Dragón. También consiguió que nombraran mariscal a James y que condujera el ataque a Benjamín. Fue un golpe político. Ahora era el momento de que éste recompensara la confianza depositada en él por su padre.

James se hallaba dispuesto a añadir otro galardón de Matador de Dragones a todos los que ya adornaban los uniformes de desfile del Primero de Rangers de Robinson. Estos habían conseguido unos cuantos gracias a sus éxitos en la lucha contra el Condominio. Quería otro, y estaba decidido a que el suyo fuera el único que contara. El último. El que significara que el Dragón estaba muerto de verdad.

La lanza de mando avanzó a través de la refulgente superficie del campo de dunas de Manschemman. Al mando de su Zeus, dejó que el constante intercambio táctico de los regimientos de aerodeslizadores que maniobraban con los Rangers lo envolviera. La operación iba a la perfección. Los aerotanques kuritanos se mostraban obstinados, pero, poco a poco, cedían terreno. Truenos lejanos marcaban las dispersas batallas que se libraban al norte.

Justo en el momento en que pensaba ordenarle a la lanza que virara en aquella dirección, una duna situada a ochenta metros a su izquierda explotó en una ducha diamantina de sílice. Un BattleMech pintado de color ocre salió de donde estaba oculto de los sensores de los Rangers por la arena y el calor. La computadora de James identificó a la máquina como un Panther mientras intentaba emplazar las retículas del objetivo sobre el tridente plateado grabado en la parte izquierda del pecho. El Mech kuritano se hizo a un lado antes de que pudiera estabilizar el blanco en su mira.

El Panther aceleró hacia él y el Lord Light CPP de su brazo derecho crepitó a medida que el arma aumentaba su potencia. Cuando James trataba de rastrear el objetivo, el piloto kuritano descargó el haz de partículas. El voraz relámpago azul rozó la cadera del Zeus, derritiendo el blindaje allí donde las partículas cargadas lo rozaron. James se mantuvo firme, confiado en la capacidad de su Mech para absorber tal castigo.

Desde el flanco derecho de la lanza, una andanada de misiles de largo alcance serpenteó para horquillar al kuritano que avanzaba hacia él. Los cohetes salieron del Zeus del Hauptmann Benoit. Antes de que el humo oscureciera al Panther, James observó cómo saltaban fragmentos debido a la potencia de las cabezas explosivas.

El mismo descargó una ráfaga de su cañón automático Defiance hacia la nube, con la esperanza de que los proyectiles dieran en el blanco. Hallbrock acercó su Wolverine, interponiéndose en la línea de fuego entre el kuritano y James. El Zeus de Benoit avanzó pesadamente desde la derecha. Aun en ausencia del Enforcer de Devlin, que cumplía la función de enlace con el regimiento de aerodeslizadores, la lanza superaba con creces al solitario Mech enemigo.

El polvo comenzó a aposentarse. James quedó perplejo al no ver al Panther, pero el enigma se resolvió cuando el Mech kuritano se arrastró por entre la nube y alzó el brazo, para disparar otra descarga al Zeus del comandante.

La energía ciánica segó al Zeus casi en el mismo lugar donde el rayo anterior había impactado. El blindaje se derritió bajo la caricia del haz de partículas y cayó con un siseo en la grieta recién abierta. En la carlinga, vio que las luces indicadoras se ponían ámbar durante un microsegundo antes de centellear en color rojo. Maldijo cuando la juntura de la cadera de la máquina se quedó inmovilizada, soldada por el enorme calor.

Hallbrock arrojó contra el kuritano unos proyectiles antiblindaje con el cañón automático Whirlwind de su Wolverine. Benoit descargó el cañón de su Mech y añadió unos rayos de luz de color rubí procedentes de su láser Thunderbolt A5M. El Panther se retorció bajo el ataque. Su armadura destrozada se abrió, permitiéndole ver sus huesos de ferrotitanio a través del remolino de llamas y humo. El Zeus de Benoit se le aproximó y lanzó el pie masivo y cuadrado en un arco corto. La patada se abatió sobre el costado de la carlinga del Panther caído, arrancando todo el montaje de la cabeza al tiempo que aplastaba las paredes laterales.

—Es un buen piloto ese Benoit —comentó Hallbrock en la frecuencia privada que tenía con el mariscal.

—No necesito un guardaespaldas —restalló James—. Yo mismo podría haber acabado con él.

—Jamás desprecies un regalo, Jimmy, muchacho. Y nunca lamentes tener un buen Mechjock en tu equipo.

—Tiene razón. Debería estar agradecido. —Se había quedado asustado, inmovilizado por un temor irracional cuando la maldita Serpiente salió arrastrándose de entre el polvo, todavía dispuesto a proseguir la batalla. Se alegró de que Benoit y Hallbrock estuvieran presentes. Todavía tenía que foguearse. Se suponía que los comandantes de BattleMechs eran los más duros. Sin embargo, no se suponía que fueran estúpidos. Activó la frecuencia de la lanza—. Tendré que llevarme al bebé para que lo reparen. Gracias, Hauptmann.

Bit te, mariscal.

—Jimmy, muchacho, Devlin informa que los Dracs huyen.

—¿Han recibido algún daño?

—Mínimo.

—¿Qué ha sido de la filosofía samurái de luchar hasta la muerte?

—Aún existe, herr mariscal. —El Zeus del Hauptmann Benoit pateó al Panther caído—. Siempre que los acorralamos.

«Y ése ha sido el problema», musitó James para sus adentros.

—Dejadlo, Rangers —ordenó por el canal de mando del GRT—. Que se marchen. Si os desplegáis para perseguirlos, nos meteremos en problemas. No queremos que se repita lo que le sucedió al Décimo de Deneb la semana pasada.

Condujo la lanza de mando de regreso al cuartel general. El trayecto de retorno con el Zeus herido fue agitado, y se mostró aliviado cuando atravesaron el perímetro. Aparcó el Mech delante del barracón de los Techs, dando órdenes de que se lo rearmaran tan pronto como la cadera funcionara otra vez. La fuerza expedicionaria quizá no dispusiera de los proyectiles y misiles deseados, pero como comandante podía hacer que le llenaran los cargadores de municiones. Sir Michael Hallbrock lo estaba esperando cuando llegó al hotel expropiado para que sirviera de cuartel general de los Rangers. Su viejo partidario tenía el pelo cano pegado a la cara por el sudor. Le pasó una cerveza fría ajames. El ya se había bebido media botella.

—La situación se está poniendo dura ahí afuera, Jimmy. Las Serpientes dan la impresión de encontrarse muy bien preparadas. Las malditas plantean más resistencia de la que he visto en mucho tiempo. Incluso las jodidas milicias del planeta se enfrentan a nuestras máquinas pesadas. Me tiene un poco preocupado.

James vació la botella y arrojó el casco por encima del hombro.

—No exagere, sir Michael. Nos hemos visto obligados a frenar un poco, pero no nos va peor que a cualquiera de las otras unidades de asalto planetarias. La primera ola todavía sigue el plan bastante bien, y aún no hemos visto eso de «la muerte antes que el deshonor» que se supone recibiremos de los Dracs. El terrible y feroz Dragón se está mostrando de papel.

—Creo que te apresuras en tu juicio, Jimmy.

—El príncipe Hanse pronto dará vía libre a los suministros para la segunda ola. Disponemos de lo que necesitamos para barrerlos y continuar. Llevaremos a los Rangers por la periferia y nos encontraremos con el núcleo del ataque de Galedon, rodeando el Pulgar de Galtor. Por ese entonces, las rebeliones que hemos instigado habrán explotado. No me sorprendería que nuestros partidarios dejaran a los Dracs sin ninguna ayuda ante los mercenarios que ha enviado el Príncipe. Vamos a recuperar todo lo que los Dracs nos han robado, y más.

En ese momento, llegó a toda carrera un mensajero, esbozando un saludo mientras soltaba jadeante el comunicado.

—El Primer Batallón del Décimo de Deneb informa de un ataque de blindados kuritanos, mariscal Sandoval. Lo han repelido, pero su comandante cuenta una docena de Mechs abatidos, y tres como mínimo imposibles de reparar.

James despidió al mensajero y se volvió para encontrar los ojos castaños de sir Michael observándolo con curiosidad.

—¿Un presagio, Jimmy?

El mariscal se rio.

—¿Es usted un hombre supersticioso, mi buen caballero?

—Tal vez. Estuvimos luchando con muchos blindados suyos y también con otros vehículos pesados. Sin embargo, apenas hemos visto a sus malditos BattleMechs.

—Entonces, ¿dónde los tienen?