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Parque de la Paz, Newbury, Dieron

Distrito Militar de Dieron

Condominio Draconis

30 de septiembre de 3030

Theodore observó a la mujer de la capa gris tomar el sendero que conducía al rincón donde él se hallaba sentado. Un destello de luz procedente de los árboles le indicó que había entrado sola en el parque. Asintió en reconocimiento al mensaje de Fuhito Tetsuhara, oculto entre los troncos en sombras, antes de incorporarse para saludar a la mujer.

Ohayo, capiscolesa.

—Buenos días, príncipe Theodore. Por favor, prescinda de mi rango y llámeme Sharilar.

—Es amable al permitirme esa confianza. —«Y también prudente, por si alguien escuchara su título», pensó Theodore—. Deje que le haga la misma oferta. Esta familiaridad era corriente entre los soldados del frente durante los últimos acontecimientos, y he aprendido a desterrar las formalidades cuando es necesario. Por favor, llámeme Theodore.

Señaló el primero de una hilera de bancos de ferrocemento. Mientras ella se sentaba, se dirigió al otro extremo de una mesa con forma de seta y allí ocupó un sitio.

La superficie tenía grabado un tablero de cuadrados rojos y negros de duraplástico. Extrajo una caja plana de debajo de su largo abrigo. La abrió para revelar las piezas de marfil que había dentro, cada una pintada con el símbolo caligráfico de su nombre.

—¿Una partida de shoji mientras esperamos a su señora? —Ella sacudió la cabeza, y Theodore se encogió de hombros, volviendo a guardar la caja—. Tal vez, entonces, quiera iluminarme en lo referente a sus preocupaciones.

Sharilar entrelazó los dedos y miró a su alrededor con cautela, pero él se dio cuenta de que era un acto fingido. Sintió que en su interior no se encontraba nerviosa. «¿Por qué quiere que piense que lo está?»

De repente, anheló los consejos del viejo Tetsuhara-sensei. Era sabio con las formas de expresión de la gente y podía discernir sus verdaderos sentimientos, a menudo antes de que ellos mismos los conocieran. El control del sensei de su hara bastaba para una proeza menor como ésta. Sin embargo, la voz del sensei guardaba silencio, como siempre desde la captura de Cochus en el 28. También sus otros maestros.

Cuando le contó dicha ausencia a Tomoe, ella le dijo categóricamente que ya no los necesitaba, que los había superado. En los momentos en que su decisión era firme, la creía. No obstante, la mayoría de los días sabía que no podía ser cierto. No sentía la seguridad con la que actuaba. Se encontraba en aguas demasiado profundas, necesitado de un guía, pero no tenía de quien aprender salvo de sí mismo.

La gente pasaba al lado de las filas de bancos y mesas de juegos. Concentrados en sus cosas, apenas prestaban atención a la pareja que hablaba en voz baja a través de la tabla con forma de hongo. Pasados unos minutos, una dama que llevaba una capa de abrigo muy parecida a la suya, se sentó a su lado.

—Ninyu me informa que ha entrado en el parque —anunció Tomoe. Las palabras iban dirigidas a su marido, pero tenía los ojos fijos en Sharilar.

La capiscolesa de ComStar le devolvió la mirada. «Son lobas —pensó—. Se están calibrando, evaluando la posición que ocupan en la manada. ¿Amiga o enemiga?» Entonces, se preguntó si las emisarias de ComStar serían amigas o enemigas.

Una mujer apareció a la vista. Iba vestida con ropas elegantes pero discretas, los colores apagados adecuados para la mañana nublada. Nada indicaba su rango o su origen; podría haberse tratado de cualquier persona de recursos dando un paseo matinal por el parque. A medida que se acercaba, Theodore se dio cuenta de que sólo podía tratarse de Myndo Waterly, Primus de ComStar.

Todos los participantes en esta reunión clandestina habían ocultado sus identidades. De ellos, únicamente él mostraba algún símbolo de afiliación. Un gran disco mantenía cerrado el abrigo sobre su plexo solar. La placa lucía el Dragón de Kurita, aunque un observador podría haber supuesto que sólo se trataba de una exhibición de fidelidad, fingida o verdadera, al Condominio Draconis. El de Tomoe estaba en blanco.

Los saludos fueron firmes y escuetos. Los cuatro se sentaron, y ante cualquier observador parecían un grupo de amigos que se había encontrado allí por casualidad. Sin embargo, no se había dejado nada al azar en la preparación de la reunión. De momento, podían mostrarse amistosos, pero ¿durante cuánto tiempo?

Percibiendo una supuesta preocupación en la expresión de Theodore, Myndo comentó:

—Le aseguro que nadie oirá nuestra conversación, príncipe Theodore. Nosotros, los de ComStar, poseemos ciertos recursos técnicos.

—Una afirmación arrogante, Primus —desafió éste.

Myndo se encrespó.

—Es un hecho, Príncipe —aseveró con firmeza, sin la cautela ante una posible escucha como la que había exhibido antes Sharilar.

Ciertamente, la capiscolesa parecía ahora más relajada.

—No presentí ser hostil, Primus —indicó Theodore con un tono de voz conciliador. En su interior, se rio entre dientes. «He aprendido algunos trucos de mi amigo vestido de negro, Ninyu. Tus plumas agitadas dirigen su atención a mí y se apartan de Tomoe. Veremos si tu seguridad es tan fuerte como proclamas. Si nosotros podemos penetrarla, otros también tendrán esa capacidad»—. Todos saben que ComStar se afana por mantener encendida la llama del conocimiento antiguo.

—Es una lucha —concedió Myndo. Él sintió que aún seguía enfadada, aunque desconocía si era por su falta de fe en la capacidad de ComStar o por el tono ligero que había empleado para citar la máxima de ComStar. Lo impresionó que su voz no reflejara ni un ápice de cólera, aunque no debería sorprenderlo. Myndo Waterly había sido una ciudadana del Condominio Draconis antes de unirse a ComStar. Cualquiera que hubiera ascendido tan rápido debía ser astuta en muchas de las formas del Dragón—. El Condominio Draconis se halla en un serio peligro —espetó.

—Así es. —No tenía sentido negarlo. Estaba seguro de que ella disponía de acceso a todos los comunicados que pasaban por las manos de ComStar. De semejante flujo de datos, cualquier imbécil sería capaz de ver los peligros a los que se enfrentaba el Condominio—. Para este tema, no me hace falta un oráculo.

—No pretendo serlo. ComStar no desea que el Condominio Draconis caiga.

Theodore casi pudo escuchar las palabras «en este momento» que la Primus debió de añadir en silencio a su comentario.

—¿Y qué hay de su neutralidad en asuntos políticos?

—Nosotros tampoco deseamos ver a Hense Davion gobernar la Esfera Interior, ya que no es un amigo de nuestra Orden.

—Así que también ustedes se sienten amenazados.

—Hay cierta verdad en lo que dice —aceptó.

«Mucha —pensó él—. Si tan sólo pudiera ver qué es lo que habéis percibido como la amenaza real». En voz alta, comentó:

—Quería esta reunión por algo concreto. ¿Vamos a ello?

—Muy bien. —Myndo adelantó el torso sobre la mesa—. Somos conscientes de la capacidad militar e industrial que tiene el Condominio en este momento. Sabemos que no pueden reclutar y entrenar a una fuerza lo suficientemente poderosa antes de que la alianza Steiner-Davion caiga sobre ustedes.

»Les ofrecemos una solución. Al hacerlo, les confiamos un secreto y creemos en su honor para guardarlo. A lo largo de los años, hemos entrenado y establecido una fuerza armada. En un principio, se pretendía que esos guerreros defendieran nuestra Tierra bendita de la agresión de los señores traidores; era una última línea defensiva. Hemos llegado a comprender la necesidad que hay en estos días oscuros de proteger nuestros propios intereses y puestos desplegados en la Esfera Interior. Como bien sabe, ya hemos asegurado los derechos para preservar nuestras sedes en todos los planetas del espacio de Davion. También mantenemos un número sustancial de mercenarios bajo contrato, tanto de MechWarriors como de fuerzas convencionales.

»Con la excusa de continuar con nuestros puestos en el Condominio, les proponemos suministrarles una fuerza militar que puedan emplear para repeler cualquier invasión contra el territorio soberano del Condominio Draconis. Esas fuerzas vendrán equipadas con una considerable cantidad de vehículos y suministros. También podemos proveerles, a tarifas sensiblemente reducidas, los contratos de un gran número de unidades de mercenarios.

»Además, en caso de otra declaración de guerra, les proporcionaremos comunicaciones interestelares a un coste muy bajo. Estas han hecho más por ganar las guerras a lo largo de la historia que unos batallones bien armados.

»No pueden rechazar nuestra oferta.

Theodore ocultó su sorpresa en lo que esperó fuera una expresión interesada y pensativa. La Primus le estaba ofreciendo lo que necesitaba para salvar al Condominio: un ejército. Pero ¿quién iba a controlar de verdad esas fuerzas? Sólo un tonto creería que ComStar lo cedería por completo. Las tropas serían unas huestes extranjeras anidando en el corazón del Dragón. ComStar ofrecía la promesa de la salvación, aunque planteaba una seria amenaza a la seguridad del Condominio. Resultaban un enigma muy grande para confiar en ellos Ya habían conseguido un acuerdo para colocar tropas similares en la Federación de Soles. ¿Le habían hecho la misma propuesta de ayuda defensiva a Hanse Davion? Quedaba mucho por descubrir. Tenía que haber algo por donde pillarlos.

—¿Cómo sé que no puedo rechazar su oferta? No he oído el precio.

Myndo se echó hacia atrás, calibrando a Theodore con la mirada.

—Deseamos ver el Distrito de Rasalhague como un Estado libre e independiente. Esperamos que apoye al movimiento Tyr en su reclamo de independencia.

—Eso apartaría mundos muy valiosos del Condominio.

Ella hizo una mueca burlona.

—La mayoría de los sistemas ya se encuentran en manos de Steiner, a pesar de que las negociaciones de paz continúan. ¿Cree que los va a recuperar sobre la mesa? Los liranos siempre han sido comerciantes muy duros, con poca inclinación a dar aquello que ya controlan.

»Su apoyo, aunque sólo sea tácito, alentará al movimiento Tyr. Clamarán a voz en grito que quieren ser libres de la Mancomunidad de Lira como lo harán del Condominio Draconis si ven alguna posibilidad para una independencia plena. Además, Rasalhague siempre ha sido una espina clavada en el costado del Dragón, drenándolo de recursos que mejor gastaría en otra parte. Sin tener que defenderlos, dispondría de más tropas para concentrar contra sus oponentes. También tendría una zona de freno que se extendería más allá de la mitad de la frontera que había con Davion antes de la guerra.

»Usted es muy consciente de los fuertes sentimientos separatistas existentes en la isla de Skye. Nos han asegurado que tomarán la libertad de Rasalhague como una señal. Sus líderes fácilmente podrían decidir que ya era hora de declarar la independencia de la Mancomunidad de Lira. Piénselo.

Theodore sabía bien lo que aquello podía significar. Apartar a Skye del regazo de la Casa Steiner había sido uno de los objetivos de su Operación Contaminación.

Durante los últimos días de Frederick Steiner en Dromini VI, éste se mostró muy conservador acerca del movimiento separatista, confirmando la evaluación realizada por él. Si Skye se liberaba, Davion quedaría separado de Steiner, y la Mancomunidad Federada moriría al nacer. Y la Casa Steiner perdería una gran parte del corazón industrial del que dependía su economía. Con los estados aislacionistas entre el Condominio y la Mancomunidad, toda la frontera estaría segura.

—Podría centrar su atención en la casa Davion —le urgió Myndo.

Ese pensamiento le pareció muy seductor. Tendría éxito allí donde Takashi había fracasado. En cuanto Davion estuviera… ¡Espera! De repente comprendió lo que no encajaba en la oferta de la Primus.

—¿Por qué no han ido a ver a mi padre?

Myndo lo miró como si la pregunta le resultara estúpida.

—Lo hicimos. El Coordinador mostró ceguera a los beneficios del interés mutuo.

—Pero yo no dispongo del poder para llevar a cabo lo que desea.

—ComStar no vive en el pasado, ni siquiera en el presente. Somos el futuro, y por ello sabemos casi todo lo que va a suceder. Cuando el momento sea el propicio, tendrá ese poder.

Theodore no se molestó en ocultar su escepticismo.

—¿Un pronóstico místico, Primus?

—Si pensara que lo creería, respondería que sí. Está demasiado bien informado para hacerlo. Hemos descubierto que pronto lo nombrarán Gunji-no-Kanrei. El puesto de Diputado para Asuntos Militares puede ser muy poderoso. Usted supervisará la reforma militar del Condominio Draconis. Parte de ese poderío quizá provenga de fuentes poco convencionales.

So ka. Y yo he de hacer la vista gorda en Rasalhague, no prestar atención a los informes sobre los movimientos secesionistas, redirigir la fuerza militar y, en líneas generales, conseguir que su obra política resulte mucho más fácil.

—Posee una excelente visión.

«La suficiente para ver que no deseo ser tu peón, Primus», pensó Theodore. Pasó los dedos a lo largo de la imagen del dragón que había grabado en la placa de su abrigo. Al Condominio le hacía falta la fuerza que ofrecía ComStar, pero la necesidad de una ayuda externa lo sumía en la vergüenza. Si hubiera una manera de minimizar la influencia y amenaza de ComStar, la encontraría.

—Me ha dado mucho en lo que pensar, Primus.

Myndo sonrió con satisfacción.

—No piense demasiado tiempo, Príncipe. Las estrellas prosiguen su curso.