Dijo Nakín:
«Lo que voy a relatar sucedió en un tiempo lejanísimo, cuando los continentes tenían otra forma y los ríos tenían otro curso.»
Dijo Nakín:
«He venido a dejar memoria de una grande y terrible batalla…»
Y dijo que:
«Todo comenzó cuando la muerte, desobedeciendo el mandato de no engendrar jamás otros seres, hizo una criatura de su propia sustancia. Y fue su hijo, y lo amó.»
Dijo Nakín del Clan de los Búhos:
«Éstos son los hechos que ahora narraré, en lenguas humanas, detalladamente.»
Y dinos, Nakín, ¿otras lenguas narraron estos hechos? «Otras lenguas y todas», nos responde.
La guerra del Odio Eterno ocupó el mundo entero, la morada de todas las criaturas.
En lengua de las montañas se narraron estos hechos; lengua que imaginamos lenta, casi sin pasado.
El agua narró en su lengua, que imaginamos cambiante; con un carácter si es mar, y otro si es llovizna o catarata.
Nakín de los Búhos recordó estos hechos y los contó en la lengua de los hombres. Pero lo mismo fue contado en cada una de las moradas, en cada dominio de la Creación.
La magia entiende las lenguas de las demás criaturas. Es magia por eso.
Los Brujos fueron Brujos porque pudieron entenderse con todo lo creado y puesto sobre la tierra. Los Supremos Astrónomos pudieron entenderse con todo lo creado y puesto en el cielo.
Pero a nosotros, que sólo entendemos las lenguas humanas, nos contenta saber que nuestro alrededor sabe de Misáianes y su Designio. Nos hermana saber que los árboles tienen también sus muertos y sus héroes en la guerra del Odio contra la Vida.
Dinos, Nakín, ¿ese pájaro que cruza el cielo…?
«Ese pájaro conoce estos hechos como tú los conoces. Ese pájaro es tu hermano que vuela.»