Los Búhos cantaron

Nakín recorrió su memoria como un paisaje abierto. Y anduvo el mundo de ida y vuelta, diciendo sus versos sin monotonía.

Para contar una historia de amor, Nakín de los Búhos caminó hacia el extremo sur de sus recuerdos.

Sobre la piel oscura, la túnica sencilla.

La delgada mujer se adentraba en el bosque.

Sobre su piel, la túnica danzaba.

Había viento en el mundo,

la lluvia se reunía en un lugar del cielo

y el amado esperaba.

La delgada mujer,

la que dejó olvidado su cabello,

se llamó Wilkilén con trenzas y sin trenzas.

El amado esperaba.

Sobre la piel oscura, la túnica sencilla.

Sobre la piel oscura, el viento helado.

Sobre la niña oscura,

se tendió el puma dorado de los montes.

El sitio era de amor

como de almizcle y de hierbas picantes,

junto y junto.

Él era una raíz en ella.

Ella olvidó trenzarse.

Después, Nakín caminó hacia el norte de su memoria hasta llegar a los manglares del País del Sol, donde había algo olvidado por los hombres.

Guijarro con guijarro.

Guijarro con guijarro con guijarro.

Ya nadie recordaba los castillos de Drimus.

Pero estaban allí,

durmiendo en la humedad de los manglares,

poblados de alimañas

que ascendían lentas por sus escalinatas.

Los castillos de Drimus se quedaron sin Drimus,

solos en la humedad de los manglares.

Guijarro con guijarro con guijarro.