DE PIE AL LADO DEL PATRÓN ROTO, contemplando una foto del hombre que podía ser el hijo de Random, que tal vez estuviera muerto debido a una herida de cuchillo recibida en algún punto dentro del Patrón, eché un vistazo mental a los acontecimientos que me habían traído hacía este momento de extrañas revelaciones. Descubrí tantas cosas nuevas recientemente que los eventos de los últimos años representaban casi una historia diferente de cuando yo los viví. Ahora, esta posibilidad nueva y sus implicaciones alteraban la perspectiva una vez más.

Ni siquiera tenía conocimiento de mi nombre cuando me desperté en Greenwood, aquel hospital privado en el estado de Nueva York, donde pasé dos semanas completamente en blanco después de mi accidente. Hacía muy poco tiempo que me enteré de que dicho accidente había sido planeado por mi hermano Bleys, inmediatamente después de mi huida del hospital mental de Porter en Albany. Supe esta historia por mi hermano Brand, que fue el responsable de que me ingresaran en el hospital Porter gracias a una evidencia falsa sobre mi estado mental. En Porter, fui tratado con terapia de electroshock durante varios días, consiguiendo unos resultados ambiguos, pero que presumiblemente me devolvieron unos pocos recuerdos. En principio, esto fue lo que asustó a Bleys y por lo que intentó matarme cuando me escapé, disparándole a un par de las ruedas de mi coche mientras tomaba una curva en una carretera que discurría por encima de un Iago. Esto, indudablemente, me habría producido la muerte si Brand no hubiera estado un paso detrás de Bleys, dispuesto a proteger su seguro de vida: yo. Me dijo que avisó a la policía, que me sacó de las aguas y que me proporcionó los primeros auxilios hasta que llegó la ayuda pedida. Poco después, fue capturado por sus antiguos socios —Bleys y nuestra hermana, Fiona—, que lo encerraron en una torre vigilada continuamente en un lugar muy distante en la Sombra.

Había dos grupos haciendo planes e intrigando para conseguir el trono, vigilándose mutuamente, siempre al acecho para contrarrestar la jugada de los otros. Nuestro hermano Eric, respaldado por los hermanos Julián y Caine, estaba preparado para hacerse con el trono, largo tiempo vacío por la inexplicable ausencia de nuestro padre, Oberon. Para el otro grupo, que estaba formado por Bleys, Fiona y —en un principio— Brand, esta ausencia no era inexplicable porque ellos eran los responsables. Lo hicieron para abrirle a Bleys el camino del trono. Pero Brand cometió un error táctico cuando intentó obtener la ayuda de Caine, ya que Caine decidió que conseguiría algo mejor apoyando el bando de Eric. Esto hizo que Brand fuera sometido a una estrecha vigilancia, pero sin que pudieran descubrir de inmediato las identidades de sus socios. Aproximadamente por esa misma fecha, Bleys y Fiona tomaron la decisión de usar a sus aliados secretos contra Eric. Brand se opuso, ya que temía el poder de esas fuerzas, lo que situó a Bleys y a Fiona en su contra. Con todo el mundo detrás suyo, intentó desnivelar completamente el equilibrio de poderes viajando a la Tierra de sombra donde Eric me había abandonado siglos atrás con la intención de que muriera. Fue sólo después, cuando Eric se enteró de que yo no había muerto y que me encontraba en un estado de total amnesia, lo cual era igual de bueno, que mandó a nuestra hermana Flora para que me vigilara en mi exilio, con la esperanza de que aquello fuera lo último que se supiera de mí. Brand luego me confesó que me ingresó en Porter en una acción desesperada para que me devolvieran la memoria como un movimiento preliminar de mi regreso a Ámbar.

Mientras Fiona y Bleys se ocupaban de Brand, Eric se había puesto en contacto con Flora. Ella se ocupó de mi traslado a Greenwood, sacándome de la clínica donde me había ingresado la policía, dando instrucciones de que me mantuvieran narcotizado mientras Eric preparaba su coronación en Ámbar. Poco después, la existencia idílica de nuestro hermano Random en Texorami fue interrumpida cuando Brand consiguió enviarle un mensaje por vías ajenas a los canales normales de la familia —los Triunfos—, pidiéndole que lo rescatara. Mientras Random, felizmente ajeno a la lucha de poder, se ocupaba de ello, yo escapé de Greenwood, todavía con la memoria relativamente en blanco. Conseguí la dirección de Flora gracias al aterrado director de Greenwood, y me trasladé hasta su casa en Westchester, donde la engañé con elaboradas mentiras, quedándome allí como su invitado. Random, mientras tanto, no había tenido éxito en su intento de rescatar a Brand. Matando a la cosa parecida a una serpiente que custodiaba la torre, tuvo que huir, utilizando una de las rocas móviles de la región, debido a los guardias que había en su interior. Los guardias, una peligrosa banda de alienígenas, lograron perseguirlo a través de la Sombra, una proeza normalmente imposible para la mayoría de los que no son amberitas. Random huyó a la Tierra de sombra donde yo guiaba a Flora a través de los senderos del engaño, al mismo tiempo que intentaba localizar la ruta adecuada que iluminara mis propias circunstancias. Atravesando el continente en respuesta a mi promesa de darle protección, Random apareció creyendo que sus perseguidores eran mis criaturas. Cuando lo ayudé a eliminarlos quedó desconcertado, pero no sacó el tema, ya que pensó que yo me encontraba envuelto en una maniobra privada para conseguir el trono. De hecho, lo engañé fácilmente para que me ayudara a regresar a Ámbar a través de la Sombra.

Este movimiento fue beneficioso en algunos aspectos al mismo tiempo que perjudicial en otros. Cuando al fin revelé el verdadero estado de mi situación personal, Random y nuestra hermana Deirdre, a quien habíamos encontrado en el camino, me condujeron a la ciudad-espejo de Ámbar que hay bajo el mar, Rabma. Allí atravesé la imagen del Patrón y, como resultado, recuperé la mayor parte de mis recuerdos… a la vez que ponía fin a la cuestión de si yo era el verdadero Corwin o una de sus sombras. Desde Rabma me trasladé a Ámbar, utilizando el poder del Patrón para efectuar un viaje instantáneo a casa. Después de mantener un inconcluso duelo con Eric, huí por medio de los Triunfos a la fortaleza de mi amado hermano y aspirante asesino, Bleys.

Me uní a Bleys en un ataque a Ámbar, un asunto mal calculado, que perdimos. Bleys desapareció en la última batalla, en unas circunstancias que parecían fueran a ser fatales pero que, cuanto más descubría y pensaba en ello, probablemente no lo fueron. Esto me convirtió en el prisionero de Eric y en una parte activa e involuntaria en su coronación, después de la cual hizo que me quemaran los ojos y me encerraran. Unos pocos años en las mazmorras de Ámbar vieron la regeneración de mis ojos en proporción directa al deterioro de mi mente. Sólo la aparición fortuita del viejo consejero de Papá, Dworkin, que se encontraba en peores condiciones mentales que yo, me proporcionó una vía de escape.

Una vez libre, me dediqué a recuperarme y tomé la firme decisión de ser más prudente la próxima vez que fuera tras Eric. Viajé a través de la Sombra a una vieja tierra donde una vez reiné —Avalón—, con la intención de conseguir allí una substancia que yo sólo entre todos los amberitas conocía, una substancia química única en su capacidad de poder ser detonada en Ámbar. Ya en camino, pasé por la región de Lorraine, donde encontré a mi viejo general exiliado de Avalón, Ganelón, o a alguien muy parecido a él. Me quedé allí debido a un caballero herido, a una muchacha, y a una amenaza local peculiar-mente similar a lo que ocurría en las cercanías de la misma Ámbar… un círculo negro que iba en aumento y que estaba relacionado con el camino negro por el que viajaban nuestros enemigos, algo de lo que yo me consideraba responsable debido a la maldición que pronuncié cuando me quemaron los ojos. Gané la batalla, perdí a la muchacha, y seguí viaje a Avalón junto a Ganelón.

Pronto supimos que la Avalón a la que llegamos se encontraba bajo la protección de mi hermano Benedict, que tenía sus propios problemas en una situación muy similar a las amenazas provenientes del círculo negro/camino negro. En la batalla decisiva, Benedict perdió el brazo derecho, aunque consiguió la victoria contra las doncellas infernales. Me advirtió que mantuviera controlados mis planes con respecto a Ámbar y a Eric, y posteriormente nos ofreció su hospitalidad en un finca que tenía en el campo, mientras él permanecía unos días más en el campamento militar. Fue en este lugar donde conocí a Dará.

Dará me contó que era la biznieta de Benedict y que su existencia era un secreto para Ámbar. Me sonsacó todo lo que pudo sobre Ámbar, el Patrón, los Triunfos, y acerca de nuestro poder para manipular la Sombra. También era una consumada espadachina. Hicimos el amor a mi regreso, después de una cabalgada infernal, de un lugar donde conseguí la suficiente cantidad de diamantes en bruto para pagar todo lo que necesitaría en mi asalto a Ámbar. Al día siguiente, Ganelón y yo recogimos el suministro de los productos químicos y partimos inmediatamente hacia la Tierra de sombra donde yo había vivido en mi exilio con el fin de obtener las armas automáticas y la munición encargada de acuerdo con mis especificaciones.

Durante la marcha, tuvimos ciertas dificultades a lo largo del camino negro, que parecía haber aumentado su campo de influencia entre los mundos de la Sombra. Pudimos solventar los problemas que nos presentó, pero yo estuve a punto de morir en un duelo con Benedict, quien nos había perseguido en una larga galopada. Encontrándose demasiado encolerizado para razonar, luchó conmigo en un pequeño bosque… y todavía era mejor que yo, incluso esgrimiendo la espada con la mano izquierda. Sólo pude engañarle gracias a un truco en el que utilicé ciertas propiedades del camino negro de las que él no tenía conocimiento. Yo creía que quería matarme debido a mi asunto con Dará. Pero no era así. En las pocas palabras que intercambiamos, negó conocer la existencia de una persona con ese nombre. Nos perseguía convencido de que habíamos asesinado a sus sirvientes. Ahora bien, todo lo que sabíamos del asunto era que Ganelón había descubierto unos cadáveres recientes en el bosque de la finca de Benedict, pero pensamos que era mejor olvidarlos, ya que desconocíamos sus identidades y no teníamos deseos de complicarnos aún más la existencia.

Dejé a Benedict al cuidado de mi hermano Gérard, a quien había llamado de Ámbar por medio de su Triunfo, y Ganelón y yo continuamos hacia la Tierra de sombra para conseguir las armas; luego nos armamos y reclutamos un ejército en la Sombra, emprendiendo la marcha sobre Ámbar. Pero cuando llegamos allí, descubrimos que Ámbar era atacada por criaturas que habían salido del camino negro. Mis armas nuevas pronto desnivelaron la lucha en favor del reino, aunque mi hermano Eric murió en esa batalla, dejándome con sus problemas, su maldición de muerte y la Joya del Juicio: un instrumento que controlaba el clima y que usó contra mí cuando Bleys y yo atacamos Ámbar.

En ese momento apareció Dará, que, dejándonos atrás, entró en Ámbar, donde encontró el camino hacia el Patrón y lo atravesó… siendo esta una importante evidencia de que estábamos emparentados de verdad. Sin embargo, durante el proceso de esta prueba, ella mostró lo que parecían ser peculiares transformaciones físicas. Una vez que cruzó el Patrón, anunció que Ámbar sería destruida. Luego desapareció.

Aproximadamente una semana más tarde, el hermano Caine fue asesinado, bajo ciertas circunstancias que me señalaban a mí como culpable. El hecho de que yo me encargara de su asesino apenas supuso una evidencia satisfactoria de mi inocencia, ya que el responsable no se encontraba en situación de poder confesarlo. Sin embargo, cuando me di cuenta de que ya había visto a gente igual que él anteriormente (aquella vez que nos deshicimos de los tipos que persiguieron a Random hasta la casa de Flora), busqué algo de tiempo y me senté con Random para escuchar la historia del rescate fallido de Brand de la torre en la que se encontraba prisionero.

Random, al poco de dejarlo en Rabma años atrás, cuando yo me trasladé a Ámbar para batirme en duelo con Eric, se vio obligado por la reina de Rabma, Moire, a casarse con una mujer de su corte: Vialle, una adorable muchacha que era ciega. Esto fue como una especie de castigo para Random, quien, años antes, había abandonado a la ya fallecida hija de Moire, Morganthe, embarazada de Martin: la aparente víctima del agujereado Triunfo que Random tenía ahora en la mano. Extrañamente, debido al carácter de Random, parece que se enamoró de Vialle, con quien vivía ahora en Ámbar.

Después de dejar a Random, cogí la Joya del Juicio y la llevé conmigo hasta la cámara del Patrón. Una vez allí, seguí las instrucciones parciales que me permitirían sintonizar con ella para poder usarla. Experimenté unas sensaciones inusuales durante el proceso, y tuve éxito en conseguir el control de su función más obvia: la capacidad de dirigir los fenómenos meteorológicos. Más tarde interrogué a Flora acerca de mi exilio.

Su historia parecía razonable y concordaba con los hechos que yo poseía, pero tuve la impresión de que ocultaba algo relacionado con los acontecimientos de la época de mi accidente. No obstante, me prometió que identificaría al asesino de Caine como uno de los tipos que persiguieron a Random y con los que yo luché, y me garantizó que tenía todo su apoyo en lo que estuviera maquinando entonces.

Cuando escuché la historia de Random, yo desconocía la existencia de las dos facciones y lo que planeaban. En ese momento llegué a la conclusión de que si Brand vivía, su rescate era de vital importancia, aunque sólo fuera por el hecho de que él, obviamente, poseía información que alguien no quería que fuera divulgada. Se me ocurrió un plan para liberarlo, cuyo intento fue pospuesto sólo el tiempo que nos llevó a Gérard y a mí traer de vuelta a Ámbar el cuerpo de Caine. Aunque parte de este tiempo se lo apropió Gérard para dejarme inconsciente y recordarme, por si se me había olvidado, que era capaz de realizar esta proeza, dándole así más énfasis a sus palabras cuando me informó de que me mataría personalmente si se descubría que yo era el responsable de los males que asolaban Ámbar. Fue la pelea más exclusivamente de circuito cerrado que haya habido jamás, ya que fue contemplada por la familia a través del Triunfo de Gérard: una medida de seguridad para el caso de que se demostrase que yo era culpable y decidiera borrar su nombre de la lista de los vivos obligado por su amenaza. Luego continuamos viaje hasta la Arboleda del Unicornio, donde exhumamos el cuerpo de Caine. Fue en ese momento cuando vislumbramos brevemente al legendario unicornio de Ámbar.

Aquella noche nos reunimos en la biblioteca del palacio de Ámbar: Random, Gérard, Benedict, Julián, Deirdre, Fiona, Flora, Llewella y yo mismo. Luego pusimos en práctica mi idea sobre la liberación de Brand: que consistía en combinar las fuerzas de los nueve simultáneamente en un intento de contactar con él a través de su Triunfo. Tuvimos éxito.

Contactamos con él y lo trajimos de regreso a Ámbar. Sin embargo, en medio de la alegría, con todos nosotros apiñados en torno a Gérard que lo tenía en sus brazos, alguien clavó una daga en el costado de Brand. Gérard inmediatamente se nombró médico encargado del caso y nos echó de la habitación.

Los demás nos trasladamos a una sala de estar situada una planta más abajo, para, una vez instalados allí, acusarnos mutuamente y discutir los acontecimientos. Durante este tiempo, Fiona me advirtió que la Joya del Juicio podía representar un gran peligro en situaciones de uso prolongado, indicando la posibilidad de que esta, en vez de sus heridas, pudo haber sido la causa de la muerte de Eric. Creía que uno de los primeros signos de peligro era la distorsión del sentido del tiempo del que la portaba… un aparente ralentizamiento de la secuencia temporal, que se manifestaba como una aceleración de los movimientos físicos. Decidí que sería más precavido al usarla, ya que ella sabía más sobre estos asuntos que todos nosotros… había sido la pupila más avanzada de Dworkin.

Y tal vez tenía razón. Quizás hubo un efecto como el descrito por ella aquella misma noche cuando yo regresaba a mis habitaciones. Por lo menos pareció como si la persona que intentó matarme se moviera un poco más lentamente de lo qué hubiera sido preciso en circunstancias similares. Y aún así, casi tiene éxito. El cuchillo me entró en el costado y el mundo desapareció.

Con la vida que se me escapaba por la herida, desperté en mi vieja cama de mi vieja casa en la Tierra de sombra donde había vivido durante tanto tiempo como Cari Corey. Cómo regresé allí, no tenía ni idea. Me arrastré fuera de la casa en medio de la nieve que caía. Aferrándome precariamente a la poca lucidez que me quedaba, escondí la Joya del Juicio en un montón de tierra de abono, ya que el mundo realmente parecía moverse más despacio a mi alrededor. Luego llegué hasta la carretera, con el propósito de llamar la atención de algún coche que pasara por allí.

Fue un amigo y antiguo vecino, Bill Roth, quien me encontró y me llevó hasta la clínica más cercana. Una vez ingresado, fui atendido por el mismo doctor que me trató años antes, en la época del accidente. Sospechó que yo pudiera ser un caso psiquiátrico, ya que el archivo antiguo reflejaba algo parecido.

Sin embargo, Bill apareció más tarde y aclaró la situación. Había sentido curiosidad cuando desaparecí y, siendo abogado, investigó un poco. Descubrió el certificado falso que me declaraba mentalmente desequilibrado y mis fugas sucesivas; incluso poseía detalles sobre estos asuntos y sobre el mismo accidente. Pero todavía tenía la sensación de que había algo extraño en mí, aunque esto no le inquietaba demasiado.

Más tarde, Random se puso en contacto conmigo a través del Triunfo, avisándome que Brand había recuperado el conocimiento y preguntaba por mí. Con la ayuda de Random, regresé a Ámbar. Fui a ver a Brand. Fue entonces cuando me enteré de la naturaleza de la lucha por el poder que se desarrollaba a mi alrededor, y de la identidad de los implicados en ella. Su historia, junto con lo que Bill me había contado en la Tierra de sombra, finalmente otorgaron cierto sentido y coherencia a los acontecimientos de los últimos años. También me amplió detalles acerca de la naturaleza del peligro al que nos enfrentábamos en ese momento.

Al día siguiente no hice nada, con muestras ostensibles de que ello se debía a que me estaba preparando para visitar Tir-na Nog’th, cuando en realidad lo que intentaba era ganar tiempo para recuperarme de mi herida. Pero, como me había comprometido a ello, tenía que cumplirlo. Fui a la ciudad en el cielo aquella noche, donde encontré una confusa colección de signos y portentos, que tal vez no significaran nada; a mi regreso traje conmigo un extraño brazo metálico que pertenecía al fantasma de mi hermano Benedict.

Cuando que volví de esta excursión a las alturas desayuné con Random y Ganelón antes de que cruzáramos Kolvir para volver a casa. Lentamente, y de manera desconcertante, el sendero comenzó a cambiar a nuestro alrededor. Era como si estuviéramos atravesando la Sombra, una proeza casi imposible tan cerca de Ámbar. Cuando llegamos a esta conclusión, quisimos manipular nuestra ruta, pero ni Random ni yo fuimos capaces de afectar la cambiante escena. Aproximadamente al mismo tiempo se nos apareció el unicornio. Parecía querer que lo siguiéramos. Y eso hicimos.

Nos condujo a través de una caleidoscópica serie de cambios hasta que finalmente llegamos al lugar que quería, donde nos abandonó a nuestros recursos.

Ahora bien, con toda esa total secuencia de acontecimientos dando vueltas en mi cabeza, mi mente se abrió camino alrededor de la confusión, y analicé las palabras que Random acababa de pronunciar. Tenía la sensación de que me encontraba ligeramente por delante de él una vez más. Cuánto duraría esta situación, no lo sabía, pero recordé dónde había visto los mismos trazos que habían creado el Triunfo agujereado.

Brand a menudo se dedicaba a pintar cuando le asaltaba uno de esos períodos melancólicos, y me vino a la mente su técnica favorita a medida que recordaba los lienzos pintados por él con estilo claro o sombrío. Añádele a esto su excursión de años atrás en busca de las descripciones de todo aquel que hubiera conocido a Martin. Como Random todavía no había reconocido su estilo, me pregunté cuánto tiempo le llevaría llegar a la misma conclusión que yo acerca de los posibles fines de la búsqueda de información de Brand. Incluso si su mano no fue la que hundió el cuchillo, Brand era cómplice del acto al suministrar los medios necesarios. Conocía lo suficiente a Random para saber que cumpliría lo que prometió. Trataría de matar a Brand tan pronto como viera la conexión. Debía evitarlo.

No tenía nada que ver con el hecho de que Brand probablemente hubiera salvado mi vida. Yo saldé mi deuda con él cuando lo saqué de aquella maldita torre. No. No era la deuda ni el sentimiento lo que me hizo pensar en la forma de distraer o retrasar a Random. Era el hecho desnudo y frío de que yo necesitaba a Brand. Él se encargó de que fuera así. Mis motivos para salvarlo no eran más altruistas de lo que habían sido los suyos al sacarme del lago. Poseía algo que yo necesitaba: información. Él lo comprendió inmediatamente y la había racionado… eran los convenientes lazos de su vida.

—Veo el parecido —le reconocí a Random—, y puede que tengas razón sobre lo que sucedió.

—Por supuesto que tengo razón.

—Es la carta la que fue perforada —comenté.

—Obviamente. Yo no…

—Lo que quiere decir que no lo trajo a través del Triunfo. Por lo tanto, la persona que lo hizo estableció contacto, pero no pudo convencerlo de que viniera hasta aquí.

—¿Y eso qué demuestra? El contacto duró lo suficiente para que pudiera apuñalarlo. Tal vez estableció un control mental que le permitiera inmovilizarlo mientras sangraba. El muchacho posiblemente no tenía mucha experiencia con el uso de los Triunfos.

—Tal vez sí, tal vez no —argumenté—. Llewella o Moire quizá puedan decirnos el conocimiento que tenía de los Triunfos. Pero lo que quería establecer es la posibilidad de que el contacto pudiera haberse roto antes de la muerte. Si heredó tus capacidades regenerativas, quizás sobrevivió.

—¿Quizás? ¡No quiero especulaciones! ¡Quiero respuestas!

Sopesé algunos hechos mentalmente. Tenía la certeza de que sabía algo que él desconocía, pero mi fuente de información no era la mejor. Y además quería mantener esa posibilidad en secreto, ya que no había tenido la oportunidad de discutirlo con Benedict. Por otro lado, Martin era el hijo de Random, y mi objetivo era alejar su atención de Brand.

—Random, me parece… —dije.

—¿Qué?

—Justo después de que Brand fuera apuñalado —comencé—, cuando nos encontrábamos reunidos en la sala de estar, ¿recuerdas el momento en que la conversación se centró en Martin?

—Sí. No surgió nada nuevo.

—Yo sabía algo que pude haber añadido entonces, pero me contuve porque estaban todos presentes. Además, quería discutirlo en privado con la parte involucrada.

—¿Quién?

—Benedict.

—¿Benedict? ¿Qué tiene que ver con Martin?

—No lo sé. Esa es la razón por la que no quise hablar de ello hasta no haberlo averiguado. Y mi fuente de información no era muy de fiar.

—Continúa.

—Dará. Benedict se pone frenético cada vez que menciono su nombre, pero hasta ahora, ciertas cosas que ella me contó han demostrado ser ciertas… tales como la expedición de Julián y Gérard al camino negro, las heridas que sufrieron y su permanencia en Avalón. Benedict admitió que estos hechos ocurrieron.

—¿Qué te dijo ella sobre Martin?

¿Cómo exponerlo sin revelar la parte en la que estaba implicado Brand…? Dará me contó que Brand visitó a Benedict a lo largo de los años varias veces cuando este se encontraba en Avalón. La diferencia temporal entre Ámbar y Avalón es tal que parecía factible, cuando pensé en ello, que las visitas coincidieran con la época en la que Brand buscaba tan activamente información acerca de Martin. Muchas veces me pregunté qué era lo que le hacía volver allí, ya que él y Benedict nunca estuvieron muy unidos.

—Sólo que Benedict tuvo un visitante llamado Martin, que ella creía que era de Ámbar —mentí.

—¿Cuándo?

—Hace tiempo. No estoy seguro.

—¿Por qué no me contaste esto antes?

—No es mucho… y además, tú nunca aparentaste estar demasiado interesado en Martin.

Random dejó de mirarme para posar sus ojos sobre el grifo, que estaba acuclillado a mi lado, y asintió.

—Ahora lo estoy —dijo—. Las cosas cambian. Si todavía vive, me gustaría llegar a conocerlo. Si no…

—De acuerdo —observé—. La mejor manera de hacerlo es descubriendo un camino que nos lleve a casa. Creo que hemos visto lo que se supone que teníamos que ver y me gustaría largarme ya.

—Pensaba en ello —indicó—, y se me ocurrió que probablemente podamos usar el Patrón para conseguirlo. Llegar hasta su centro y transportarnos de regreso.

—¿Atravesando la zona oscura? —pregunté.

—¿Por qué no? Ganelón ya lo ha intentado y no le ocurrió nada.

—Un momento —intervino Ganelón—. No dije que fuera fácil, y estoy seguro de que no podréis conseguir que los caballos sigan esa ruta.

—¿Qué quieres decir? —inquirí.

—¿Te acuerdas de aquel lugar donde atravesamos el camino negro… cuando huíamos de Avalón?

—Por supuesto.

—Pues las sensaciones que experimenté al recoger la carta y la daga no fueron muy diferentes de las que sentí en aquellos momentos. Es una de las razones por las que corrí tan rápido. Antes que intentar esa ruta estoy a favor de que probemos de nuevo con los Triunfos, según la teoría de que este punto es congruente con Ámbar.

Asentí.

—Muy bien. Intentemos que sea lo más fácil posible. Pero primero reunamos a los caballos.

Así lo hicimos, descubriendo de paso la longitud de la cadena del grifo. Se frenó a unos treinta metros de la boca de la cueva; inmediatamente comenzó a quejarse sordamente. Esto no nos facilitó mucho la tarea de pacificar a los caballos, pero me dio una idea peculiar, que de momento guardé para mí.

Una vez que tuvimos todo bajo control, Random sacó sus Triunfos y yo saqué los míos.

—Intentémoslo con Benedict —dijo.

—Bien. Cuando quieras.

Inmediatamente noté que las cartas estaban frías una vez más, lo que era una buena señal. Localicé la de Benedict y me concentré. A mi lado, Random hizo lo mismo.

El contacto se produjo casi inmediatamente.

—¿Qué ocurre? —preguntó Benedict, mientras sus ojos se posaban en Random, en Ganelón y en los caballos, para luego enfocarlos en los míos.

—¿Nos transportarías? —pedí.

—¿También a los caballos?

—A todos.

—Venid.

Extendió su mano y yo la toqué. Todos fuimos hacia él. Momentos más tarde, estábamos a su lado en un lugar elevado y rocoso, azotados por un viento frío que sacudía nuestras ropas, bajo el sol de Ámbar más allá del mediodía en un cielo lleno de nubes. Benedict vestía una chaqueta de cuero duro y unas polainas de piel de ante. Su camisa era de un amarillo pálido. Una capa anaranjada ocultaba el muñón de su brazo derecho. Apretó su larga mandíbula y bajó los ojos para mirarme.

—Interesante el sitio del que venís —comentó—, pude vislumbrar parte del paisaje.

Asentí.

—También es interesante la vista desde esta altura —dije, notando el catalejo en su cinturón al mismo tiempo que me daba cuenta de que nos encontrábamos en la ancha plataforma de roca desde la cual Eric había dirigido la batalla el día de su muerte, el mismo día de mi regreso. Di un paso adelante y contemplé la oscura guadaña que cruzaba Garnath, muy lejos debajo, y que se extendía hasta el horizonte.

—Sí —afirmó—. El camino negro parece que ha estabilizado sus límites en la mayoría de los puntos. Aunque en unos pocos todavía se extiende. Es como si se estuviera acercando a una uniformidad final con una especie de… patrón… Decidme, ¿de dónde venís?

—Pasé la noche de ayer en Tir-na Nog’th —dije—, y esta mañana, al regresar, nos perdimos cuando cruzábamos Kolvir.

—Es bastante difícil —comentó—, eso de perderte en tu propia montaña. Ya sabes que tienes que dirigirte continuamente hacia el este. Es la dirección por la que se sabe que el sol inicia su curso.

Sentí que mi cara enrojecía.

—Hubo un accidente —señalé, mirando a otro lado.

—¿Qué clase de accidente?

—Uno serio… para el caballo.

—Benedict —intervino Random, alzando repentinamente la vista del Triunfo agujereado—, ¿qué puedes decirme sobre mi hijo Martin?

Benedict lo estudió durante varios segundos antes de hablar. Luego preguntó:

—¿Cuál es el motivo de este súbito interés?

—Se debe a que tengo razones para creer que está muerto —replicó—. Si ese es el caso, quiero vengarlo. Si no lo es… bueno, el pensamiento de que así pudiera ser me ha perturbado. Si todavía vive, me gustaría conocerlo y hablar con él.

—¿Qué te hace creer que pueda estar muerto?

Random me miró. Asentí.

—Comienza desde que desayunamos —dije.

—Mientras se lo cuenta, voy a buscar algo para que almorcemos —indicó Ganelón, rebuscando en una de las alforjas.

—El unicornio nos mostró el camino… —empezó Random.